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Como “bombas pequeñitas”

“A vivir que son dos días” promulgaban miles y miles de fanáticos durante la semana que pasó, miles de personas que dejan muchas cosas de lado por ver al fenómeno Carlos Alberto Solari. Trabajo, estudio, familia, relaciones. Con el fin de tener dos horas de felicidad plena al verlo salir al escenario, sin importar lo que pase alrededor, fieles a él como pocas veces se ha visto en la historia de la música y sobre todo del rock Argentino. Estas personas son criticadas por otras miles de personas más que están totalmente en contra sobre estos tipos de eventos.

Parece que en Argentina está mal visto tener a un “ídolo”. Pasa en la música, en la política, algún deporte y demás, aunque aclaremos que todo fanatismo se torna enfermizo y suele ser peligroso si no lo manejamos con cuidado.

Como todo evento masivo, siempre es más vulnerable a que pasen cosas que tal vez en un recital de “Onda Vaga”, no pasan. Lo que sucedió este fin de semana, no creo que sea culpa de estos miles que les estoy mencionando, en todo caso son víctimas de su deseo, pero no culpables. El verdadero problema de todo esto es aquel que no va por su pasión, va a un evento a hacer daño, a amargar ese carnaval, a tratar de demostrar que el Argentino hace las cosas a huevo. En reiteradas oportunidades he escuchado “hace 20 años sigo a tal, ya no pago más entrada”, como si fuese una obligación del músico tenerte que bancar a uno. He visto como saqueaban estaciones de servicios, kioscos, puestos de comida, ESA gente es la que va a amargar la felicidad de otros, esas mismas personas son aquellas que salen después a pedir justicia por algo que jamás respetaron, como en este caso, la vida de otras personas.

Es lamentable que la gente ajena al rock tenga esa imagen del público rockero. Como rockero por pasión, somos personas un poco desalineadas, pero con buenos sentimientos. Los que generaron todo ese desmadre no son el público rockero, son personas que necesitan demostrar que pueden hacer lo que quieren, sin importarles el otro y se cagan en el sacrificio que implica hacerse un viaje de este tipo.

Es triste que toda esa parte de la sociedad arruine estas fiestas, ya sea en un partido de fútbol o en un recital, son exactamente los mismos violentos e inadaptados de siempre, la justicia verá quien es el culpable de todo esto. Desde mi punto de vista hay parte de responsabilidad de la municipalidad y la productora: un lugar chico para lo que se esperaba y/o se pensaba que iba a ser el último recital del Indio, un pueblo con accesos limitados, con capacidad de hospedaje insuficiente, con dificultades para encontrar un baño, etc.

Pero más allá de culpar a toda la organización, hay que darse cuenta que la gente actúa mal, como bestias y que si fuesen pensantes, reflexionarían que siempre hay alguien en casa que te está esperando y que no son nadie para sacarnos ese deseo de volver con nuestros seres queridos. Por eso y muchas cosas más, hay que cuidarnos entre todos en los eventos masivos de gente.

Esa banda inconsolable de perros sin folleto,

brujas de alma sencilla, patéticos viajantes.

Pobres tontos, pobres diablos, lunáticos diamantes,

prometidos de carne, lánguidos, impalpables,

son mis amantes…

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