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Cómo sería Harry Potter si fuese Mendocino

Para la literatura moderna Harry Potter marco una etapa, acercando a la lectura a muchos chicos y cosechando miles de fanáticos en todo el mundo. Todos sabemos que Harry, el personaje principal de la historia, vive en Londres, y su historia y lugares propios se nos hacen tan comunes como si fuéramos parte de ese entorno. Pero ¿que pasaría si la historia transcurriese en Mendoza? Vamos a tratar de imaginarla.

Harry, un huérfano de 11 años, probablemente hubiese ido a vivir en la Casa Cuna Eva Perón, de no ser por sus tíos caretas que lo llevaron a vivir con ellos a la sexta sección. Por ser huérfano probablemente no se llamase “Harry”, sino Brian, Jonathan, Kevin o Brandon. Su tío, uno de los capos de Pescarmona, socio del Andino Tenis Club y anti kirchnerista acérrimo. Su tía, fanática del programa de Gisela Campos y de Intrusos, va a yoga en Regatas y se la pasa en Tea & Compañy con sus amigas chetas. Su único hijo, va a la Colegio Norbridge y se caracteriza por ser caprichoso e insoportable, futuro adicto a la merca y a pegarle a las novias.

Harry no encaja en esta familia, y sus tíos llaman a sus padres muertos como “los peronistas esos” o lisa y llanamente “negros de mierda”. Ya lo anotaron en el Nacional Agustín Alvarez, por lo que en unos días empezará el colegio. Pero un día recibe una carta que va a cambiar su vida. Carta que obviamente llega tarde porque viene por Correo Argentino, y tiene sólo un día para prepararse. Lo ayuda Hagrid, un ex carnicero del Átomo Independencia, que tuvo bardo con los Millán y ahora labura de ayudante en Howarts.

Se apresurarían a ir hasta la Galería Tonsa a comprar todo lo necesario, usando las escaleras mecánicas que los magos pueden utilizar, no así los muggles menducos, para comprar túnicas, libros y varita, pero antes cambiarían algunos Galeones, Sickles y Nuts a precio blue a los arbolitos de la vereda. No se encontraría con Ron, ya que este compraría los libros de segunda mano en la calle San Juan y las túnicas de marcas imitación en calle General Paz. Sólo falta una lechuza, por lo que irían a Pájaro 1, la tienda de mascotas cercana al mercado central. Lógicamente sería un lechuzo.

Con todo listo irían hasta la estación del Metrotranvia de calle Belgrano, en un andén especial que lícito el Ministro de Magia Paco Perez a unos londinenses, para esperar el tren que los llevaría a Vistalba, lugar donde se ubicaría Howarts. El tren demoraría una eternidad gracias a Paco Perez y su pésima gestión, y además porque se encontraría con una movilización de los empleados públicos, comandada por Raquel Blas, a la que Hagrid le largaría un avada kedavra ante su negativa de dejar circular el tren con normalidad.

A esa altura ya todos tienen hambre, por lo que aparecería en acción el “amigo Martín” del parque San Martín para venderles a todos pochoclo, maní con chocolate y otras golosinas, además de predecirles un futuro cósmico muy prospero.

El viaje termina depositando a todos en el colegio. Obviamente Hogwarts estaría en pésimas condiciones edilicias, sin estufas y con profesores disconformes gracias al poco presupuesto en educación que Paco entrega al colegio, sumado a que el electo ministro de magia, Alfredo Cornejo aseguró que “es un gasto innecesario arreglar esa escuela de vagos”. Luego de la selección de los alumnos en sus casas por parte del casco del Loco Juan, irían presentándose los profesores, entre los que estarían Alicia Contursi en Adivinación, El profesor Vila en Artes Oscuras, y Omar de Marchi en transformaciones, cuyo mayor logro es transformarse de ganso a radical o del Pro sin que nadie lo note, y el profesor de encantamientos mandado por Paco Perez para ver con que magia le puede pagar los sueldos a los estatales.

Estas cosas y seguro muchas más pasarían en un mundo mágico mendocino. Quizás nos veamos en una segunda parte, ¡hasta la próxima!

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