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Despedida de soltero: el antes, durante y después

Llega la primavera y con ella  el comienzo de la aterrorizante temporada de casamientos. Aterrorizante más que nada para las finanzas, tanto del que se casa como de sus amigos y adláteres. Pero no estamos acá para hablar de novias y velos, estamos acá para comentar sobre esos últimos momentos previos de plena dicha y felicidad que comparte el novio con sus amigotes en su ansiada “Despedida de soltero”.

Ante todo hay que destacar que las despedidas de soltero, son organizadas y disfrutadas mayormente por el grupo de amigos del novio. Existen varios tipos de despedida de soltero: en una casa con asado y amigos, en un cabaret con señoritas que bailan ligeras de ropa por dinero, en un boliche con más alcohol que sangre en las venas, o mi favorito: el fin de semana con los pibes en otro lugar. Y a esta es a la que voy a hacer referencia, ya que es la que más he experimentado.

Puede ser más cerca o más lejos, en cualquiera de los casos la diversión está asegurada, así como está asegurada la cara de culo de las novias y esposas cuando ven a sus novios y maridos emprender su periplo con esa alegría en sus rostros tan difícil de disimular.

Comienza la aventura. Previo a todo debe crearse un grupo de Whatsapp. Nadie se puede organizar correctamente para emprender algo en conjunto si no posee un grupo en la popular plataforma de chat online. Onda “Despedida Nico” y una foto de todos los pibes escaviando firme. Lógicamente comienza la batahola de comentarios, desde los opinólogos de siempre, hasta donde habría que ir, quién pone el auto, quién consigue el alojamiento y a qué hora puede salir cada uno.

Una vez arribados a destino lo primero que es necesario es que un grupo de valerosos vaya al súper a comprar lo necesario para sobrevivir dos días enteros. Y por supuesto eso en Neanderthal antiguo supone una simple lista de cosas. Carne, pan y chupi. Es impresionante ver la cantidad de bolsas que salen del auto y comienza el recuento. Primera Bolsa: 4kg. De carne, Segunda Bolsa: Otros 4 kg de carne, Tercera Bolsa: Otros 4 kg de achuras. Cuarta bolsa: 2 kg de pan, Quinta bolsa: condimentos y botellas de tomate triturado para simular ensaladas. A eso se le suma la leña,  2 packs de Coca Cola regular (por supuesto para bravos) y una sola botella de Coca Zero, que curiosamente es siempre la primera que se acaba y por supuesto cajas de vino y fernet.

Se prende el fuego, arranca el escavio firme y todos alrededor de la parrilla nos sentimos como los hombres de las cavernas. El relax es total, el rock fuerte suena de fondo. Alguno ensaya un par de payanitas (la única actividad deportiva de todo el fin de semana), ronda de chistes y comienza el debate sobre la actividad nocturna a realizar. Por supuesto que la primera noche sale boliche derecho. Y así es que decididos continuamos con una previa feroz para encarar el local bailable.

Lo que lógicamente nadie tuvo en cuenta con tanta emoción es que era Viernes, por lo que todos nos levantamos temprano, seguramente la noche anterior nos quedamos hasta tarde con nuestras novias y esposas, por lo que tampoco habremos dormido mucho. Como salimos el viernes después del medio día tuvimos que hacer el trabajo de todo un día, solamente en la mañana, llegamos a los pedos a casa armamos un bolso volando y pegamos viaje, fuimos de compras, escaviamos, comimos como búfalos y después salimos, la consecuencia por supuesto es que quedamos todos destrozados. Pero como uno ya no tiene 18 añitos, al otro día y lejos de apolillar hasta las 2 de la tarde tenemos a la mayoría de la tropa arriba a las 11:00. Listos para encarar el segundo día de locura y descontrol.

Luego de jurar y perjurar que no vamos a beber alcohol nunca más en la vida, empieza a arder el segundo fuego, mientras se van despertando los últimos borrachines y ven con mucho desdén que su desayuno constará de pan y Coca Cola, o a lo sumo si se tiene mucha suerte y sobró acompañamiento del Campari de la noche anterior se puede clavar un juguito de naranja caliente. Mientras tanto se empieza a ver que cada uno de los participantes arranca para un lugar distinto con sus teléfonos para decirles en secreto cuanto extrañan a sus mujeres y que en realidad fueron a la despedida porque se sintieron obligados y no les quedaba otra, que la noche anterior salieron a un barcito, que después se puso “un poquito” bailable y otra serie de gansadas tristes.

Independientemente de los juramentos hechos hace un par de horas, una vez sentados para degustar la segunda bacanal de carnes hacemos una pequeña excepción y arrancamos nuevamente con el escavio, cosa que probablemente no cesará hasta bien entrada la noche. Pasa el día entre costillas, fernet y truco hasta que a la tardecita empiezan a caer desplomados los primeros valientes. Una siesta reparadora para recuperarse para lo que será la noche fuerte de la despedida. Si señor esa noche en la que se promete hacer todas las iniquiedades que se vinieron planeando por meses.

La banda se divide en dos en ese momento, esa delgada línea roja que separa a los corsarios de los corderitos. Mientras los corderitos ponen sus celus a cargar y se hacen una siestita Los corsarios se quedan haciendo sandwichs de asado frío con mayonesa, siguen chupando para no perder el ritmo y arrancaron un poker furioso de tarde.  Pero el destino los volverá a unir horas más tarde.

Lo que viene luego es un clásico que nadie quiere aceptar, se enfrentan a la cena, para comer lo que será el tercer asado en 24 hs, los que se quedaron escaviando ya están totalmente fundidos, los que durmieron la siesta, después del baño se sienten con el cuerpo cortado y con los primeros síntomas gripales apoyados por el hielo y el pucho. Comienza el triste intercambio de medicamentos entre los que se cuentan Biletán y Falgos para el hígado, Omeprazol para la acidez, Antidiarreicos, Diclofenac para los dolores musculares, Tafirol para el dolor de cabeza y algún tecito Vick para el que volvió gritando sin camisa en la caja de la camioneta la noche anterior.

Y de repente uno desliza la posibilidad de no salir y quedarse jugando a las cartas o ir a un barcito tranqui en vez de boliche descontrolado. Con la mirada cómplice del resto del pasaje deciden que ya demasiado se ha hecho y que lo mejor será hacer algo sin mayores estridencias. A lo que el despedido, casi con lágrimas de felicidad en los ojos agradece asintiendo.

¿Y el último día? Ese en el que íbamos a hacer el último gran asado de despedida y que íbamos a aprovechar hasta última hora. Bueno se convirtió en un rápido armado de bolsos, regalando varios kgs. de carne a la señora que nos rentó las cabañas y aprovechando para “picar algo en el camino”, porque íntimamente nadie puede ver una sola costilla más, ni tocar un vaso de vino. Se abonan los destrozos adicionales realizados y se parte raudamente para cambiar el último azadazo por un tostadito con Levité Cero en alguna estación de servicio de camino.

Y al final uno vuelve, cansado, medio enfermo, sin un mango, todavía un poco borracho, pero curiosamente con una gran sonrisa, esperando la próxima despedida de soltero para crear mil anécdotas más.

Al final sospecho, que lo que realmente quieren los tipos que se van de despedida de soltero es poder compartir con sus amigos, mientras putean tranquilos, se tiran pedos sin culpa, chupan a troche y moche, fuman como murciélagos y comen como si fuera la última cena, sin que nadie les rompa las pelotas.

N. de la R.: la cantidad de estupefacientes y las mujeres de alquiler varían con cada tipo de grupo.

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