/El arte de equivocar las comandas

El arte de equivocar las comandas

Estaba sentado con mi amigo Beto Cubeiras en un café céntrico de la ciudad de Mendoza. No hace falta que especifique el lugar. A la tercera vez el mozo trajo nuestro pedido original. Dos cafés medianos con la soda en un vaso, no en frasco. La primera trajo dos cortados, un vaso con agua y un frasco con soda. La segunda trajo otro vaso con soda. Y a la tercera, después de ir a la caja a reclamar, trajo el pedido correcto. El trabajador se quejó en voz baja con nosotros, diciendo que estábamos perjudicándolo, que era nuevo y trataba de hacer buena letra.

Estuvimos unos segundos mirándonos con mi amigo, cuando soltó una pregunta que guió mis actividades investigativas durante un par de semanas:

– ¿Che, y si esto de los errores en las comandas no es más que alguna religión? ¿O un arte en si, como la música, el teatro, o la literatura? Me llamó la atención lo preocupado que estaba el mozo. Y no es la primera vez que aquí te sirven lo que quieren. El detalle que nunca vimos esta franquicia en Mendoza antes, potencia esa idea.

Pasadas esas semanas, donde no encontré un soto en ningún lado, recibí un mail medio complicado de explicar, no conocía el remitente, era de un dominio en Argentina. El motivo era más raro: dar lo que necesitan.

Lo abrí y el título del texto explicaba todo: No demos lo que piden, sino lo que necesitan. Tenía un logo de una bandeja con un trapo blanco cruzando verticalmente.

Había un texto adjunto, de cientos de páginas. Tocaban tópicos como psicología, gastronomía, lectura de rasgos faciales, sanación cuántica, exopatoterismo bioenergético, etc. No lo leí en su totalidad, pero podía expresar la idea con el siguiente paralelismo con los artes que conocemos.

El principiante

El artista plástico va a alguna academia, o practica en su casa. Una manzana, un paisaje, un cubo. El escritor va a un taller, y escribe cuentos cortos. El actor participa en actos de la escuela, el barrio, el gremio.

Bueno, el mozo principiante manifiesta dudas a la hora de entregar lo que pedimos. Le pedimos dos cortados medianos y un café. Supongamos que hay dos mujeres y un macho alfa. El tipo pregunta ¿para quién es el café? Si pedimos varios jugos batidos de frutas como piña, maracuyá o mango y una gaseosa, el tipo preguntará para quién es la gaseosa de cola común, con doble azúcar. Según lo que entendí, el mensaje que estaríamos recibiendo es que deberíamos replantear nuestros privilegios y dejar los arquetipos opresores patriarcales. O quizás el tipo matcheó con nosotros y nos quiera decir: dale, si ya te calé, probá con el cambio y después probate esta.  Es todo un misterio.

Logran aprobar este proceso cuando por ejemplo: un café y un goteado, ellos traen un cortado y un goteado y los clientes lo aceptan sonrientes y el del café toma el cortado.

El rascatripas

Mi madre en su sabiduría ancestral sentenció: cuando un músico (o artista) no tiene educación formal y lleva un par de años, se cree genial pero en realidad es un rascatripas.

Él entiende que la vida es demasiado corta como para adquirir experiencia y ahora mismo necesita expresar su arte.

Un mozo rascatripas en esta religión o logia es aquel que hace lo que quiere. Literalmente. El intuye lo que en realidad estás pidiendo, y puede que coincida, pero puede que no.

Caés con tu familia a una parrillada y pedís que no te traigan malbec. Antes de terminar de ordenar el tipo ha salido a procesar el pedido. Habiendo faltado la guarnición. Es decir, que trae el asado que uno ordenó, la guarnición que él quiere y… una botella del malbec más berreta que encuentra. Uno le señala que no pidió ese varietal, y él dice en voz baja y retirándose que es lo que tiene. Que no hay otro. ¿Cuál sería el mensaje? ¿debés aceptar con humildad lo que la vida te da? ¿No importa la guarnición ni la sangre de tu sexo, sino la carne que dispongas? ¿decile no a la drogas?

En una fiesta de fin de año en un salón de comidas, el mozo, quince minutos antes de la hora cero pasa a cobrarte. Omitiendo entregarte la botella de champagne que te corresponde por pagar la entrada. ¿Desprendete de tus bienes y comienza el año pobre y sobrio? ¿aprovecha que no tienes que pagar y huye a disfrutar de tu mujer en el primer recoveco que encuentres? ¿no todo es champagne en la vida?

Es imposible comprender que quieren decir. El caos rodea su simbología.

El minimalista

Tres rayas. Una hoja en blanco. Un poste pintado en medio de una sala vacía. Una persona quieta mirando un árbol. La cosa es simple ¿El mensaje? a veces inexistente.

Los mozos de esta clase son casi la excepción a la regla. Casi una secta segregada del tronco principal. Tienen su templo en las pizzerías gemelas de la ciudad de Mendoza.

Caes con tu familia. Acomodas ropa, carteras. Se sientan. Ordenan la comida. Sale el mozo. Pronunciás tres palabras del comienzo de una charla para matizar la espera. Baja la vista y está el pedido exacto servido.

Es imposible intuir un mensaje aquí. Solo contemplar en silencio la vacuidad. Como esos monjes del oriente que se pasan dibujando en la arena alrededor de la roca.

El párroco

Luego de una trayectoria de aprendizaje y humildad el mozo en cuestión es designado en un café, o tienda de comidas. En general buscan sitios nuevos, o de franquicias que nadie conozca. Ellos se ponen a dirigir a los que recién ingresan.

Deciden si te atienden inmediatamente o no. Quizás porque vieron cierta ansiedad en vos, o porque se han dado cuenta que tu pareja no merece hacerla esperar tanto tiempo. Sé de un caso, donde ante la insistencia del galán y la incomodidad de la damisela, el mozo trajo un bife bien cocido y seco. Evidentemente había que pasar a los bifes.

Luego de analizar la comanda en función de los integrantes de la mesa en una sala de meditación, el párroco ve si la cambia o no. Si le da más picante a la vida. Si pone valeriana o clonazepan en las papas fritas de los vástagos. O si por el contrario, les condimenta con algún estimulante para que de una vez por todas el jefe de familia saque la Uzi y descargue como en un día de furia. Hay un capítulo perdido, a propósito o no, de Criminal Minds  donde  siguen el rastro de una secta que buscaba subvertir el orden establecido de un pueblo mediante la alteración de las comandas.

Alta cocina

Lo que más me llamó la atención de la documentación recibida es la existencia de grandes templos. En realidad no son grandes, puesto que muchos permanecen ocultos. Tampoco son templos, y mencionan a uno que es uno de esos camiones de comida o Food Truck. Pero la pomposidad de la clasificación se debe a que la gente que sabe de la existencia de este arte va allí, se sienta y no pide nada. Pero nada. Entonces el mozo, en ciertos casos, se acerca y les comunica que su comida está marchando.

Al cabo de un tiempo prudencial, que a veces depende del mensaje, te llegan los platos. Uno dedica unos minutos a contemplar el servicio y luego procede a comer. Ahora, es ley, que si el mozo permanece junto a la mesa los comensales no deben tocar la comida. Pero si viene la cocinera estilo Rita Cortese, uno tiene que comer todo lo que le sirvan.

Conclusión

El oficio gastronómico es muy sacrificado. Trabajando más de doce horas diarias en la mayoría de los casos. Considero que uno debe ser amable con ellos. Es más, es casi una cuestión de higiene. Cualquier mal gesto puede significar que tu comida esté contaminada por fluidos corporales, o alguna fauna autóctona del lugar.

Así que queridos lectores, es hora que presten mucha atención a la hora de ir a comer o tomar algo a un sitio gastronómico. Tratar amablemente a los mozos, que como todos nosotros, son laburantes. Y en particular ellos, bastante sacrificados.

Un abrazo muy grande, y gracias a Dios los sitios que frecuento son patios de comida y no saben que escribo aquí.