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El día que los Reyes Magos no pudieron entrar a Las Heras

Era un domingo nublado, de esos cielos grises que amagan a llover en cualquier momento, junto al grito femenino de las madres: “¡LA ROPAA MIJITO, METAN LA ROPA QUE SE LARGA EL CHUBASCO!”.

Todo parecía normal, los Reyes Magos estaban dejando sus últimos regalos por Ciudad, entregando a los niños de la Sexta Sección sus Iphones 23X plus, sus tablets 55 pulgadas, y las Play 5. Se disponían a cruzar el Zanjón de los Ciruelos, yendo por su última casa, cuando algo inusitado pasó en ese momento.

Melchor estaba entregando el ultimo regalo por ciudad para continuar su travesía hacía las turbias y oscuras aguas del zanjón, solo esperaba a sus otros compañeros. En ese instante vio como un personaje de la farándula mendocina estaba en el hogar donde había repartido el último obsequio. El mismísimo Gonzalo Yuffrida, «Gonzalito»,  se encontraba en casa con su familia, todo iba bien, los niños estaban contentos con sus regalos, todo era alegría, hasta que de la nada empezó a gritar, todos confundidos no sabían que le pasaba, trataron de calmarlo pero Gonzalo se dirigió corriendo hacía el baño. Estaba desesperado, corría como una mariposa en apuros.

Trató de entrar, pero la puerta estaba cerrada. El tío Cacho, que todavía no se recuperaba de las fiestas, bombardeaba el inodoro a diestra y siniestra hace ya más de hora, hora y media quizá. Golpeó la puerta para que se apresurara pero fue en vano, Cacho ni se inmutó, la confusión de la familia se apoderó de la situación, nadie entendía que le pasaba a Gonzalo Yuffrida, quien se empezaba a tomar el pelo y gritaba “¡ya pasó más de hora y media sin retoques!”, “¡lo tengo que peinar sino…!”, “¡¡¡el jopo… el jopo… el jopo!!!” y de la nada se tumbó en el suelo agarrándose el pelo. Lo que pasó después los sorprendió a todos… El jopo empezó a cobrar vida…

Cada segundo que trascurría crecía más y más, se fue apoderando de la sala y a los pocos minutos de la casa, y no se detuvo ahí. En cuestión de minutos llegó hasta la calle donde, viendo todo lo que sucedía, Melchor trató de huir del horror que se avecinaba.

Corrió hacía el camello, pero el animal ya estaba luchando por su vida contra los mechones del tamaño de raíces de árboles viejos, mordiendo y pataleando para librarse de estas motas salvajes. Lamentablemente no pudo, el camello fue devorado por completo. Al ver la horrenda situación, Melchor se paralizó del miedo, no supo qué hacer, mientras los mechones avanzaban cubriendo todo el zanjón. Los vecinos se percataron de lo que estaba pasando en las calles, algunos se asustaron y se volvieron a meter a sus casas, otros, los del lado de Las Heras, salieron a dar pelea.

Defendieron con uñas y dientes su lado del zanjón, lucharon contra el monstruo del jopete de Yuffrida. Los mayores le daban con hachazos y machetes caseros, las mujeres trataron de prender fuego las puntas para que dejara de expandirse, mientras desde lejos algunos le disparaban con flechazos, caían como lluvia pero no le ocasionaba ni un rasguño. Melchor corría hacía sus compañeros ubicados del otro lado. Los Laserinos intentaron ayudarlo abriéndole camino por la calle Mitre para que pudiera reunirse con Baltazar y Gaspar. Los vecinos improvisaron una catapulta llena de vino Uvita tetra pack con Manaos de naranja (sin hielo).  Se la arrojaron al monstruo que crecía a niveles inconmensurables, y de la fogata que tenían prendida para un asado en la calle, sacaron un tronco de leña y se lo arrojaron. EL jopete yuffrida, no tardó en prenderse fuego. Justo en ese instante se abrió camino por la Mitre, corrieron deprisa y salieron volando los tres reyes en los dos camellos que tenían disponibles. En la movida el Brayatan alcanzó a manotearse un Nenuco.

Mientras veían como volaban las flechas y el grito de las Jeennis y los Brayanes para organizarse y arrojar las lanzas y dar hachazos lo más orquestado posible, los reyes quisieron cruzar por los aires y evadir de algún modo al monstruo para poder terminar con su misión de entregar los regalos a los niños de Las Heras, pero era imposible, el tamaño abismal del jopo no los dejaba pasar. Decidieron retirarse para no tener más bajas ni heridos.

Siguieron luchando fervorosamente por horas, hasta que el tío Cacho desocupó el baño y Gonza pudo diezmar el jopete con su spray especial para el pelo. Al cabo de unos segundos se detuvo y volvió a su estado normal, bueno, no tan normal pero si a su forma natural.

Mientras se abrazaban entre ellos y festejaban la victoria, se veía un bulto marrón tumbado en el suelo donde yacían restos de pelos. Era el camello de Melchor, su respiración era leve, se había asfixiado cuando se lo tragaron y estaba casi muerto. El Brayan miraba al Yandel y éste cruzaba miradas con el Kevin. Se seguían mirando entre ellos, un silencio incomodo mientras pensaban que hacer, en eso el Yandel se percató que la fogata para el asado seguía ardiendo tenuemente. Todos se miraron entre sí, después de reojo al camello, soltaron gestos moviendo la cabeza, y supieron que hacer con él.

Esa noche los reyes magos no pudieron entrar a Las Heras, pero hubo alto asado.


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