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El estrés de los actos escolares

Estos momentos sin dudas son una fecha especial, tanto para las mamas y la familia del niño o niña (pobre si son mellizos). Sobre todo si es el primero (el tercero no recibe la misma atención, seamos realistas). Retomando; es el inicio de un mundo nuevo, lleno de disfraces, bailes, purpurina de colores, alegría, emoción, llanto, pero también desesperación. Siempre surgen algunas preguntas al respecto, vamos por partes…

¿Qué pasa si no les toca un papel muy protagónico?

Conozco el caso de uno que le toco hacer de “huevo duro”, si… una cartulina blanca recortada en forma de ovalo, al menos si el huevo era frito hubiese tenido un circulo amarillo en el medio que resaltara un poco más… nunca entendí la temática de la fiesta.

Tenemos también los que hacen de: piedras, arboles, columnas, cielo o nubes. Obviamente ellos son felices con su papel secundario y llueven fotos de ese día. Después de grandes queda como anécdota graciosa y es utilizada por hermanos mayores como: “cállate vos que saliste de huevo duro ni tu señorita de jardín te quería”, y muchas mas.

Por suerte la inclusión llego a los colegios, al menos en los actos, buscando armar algo genérico donde todos tienen el mismo papel y bailan alguna canción del momento, o un chamamé.

La vestimenta de los niños en cuestión dando por hecho que todos son iguales, ¿como se organizan con eso?

Hablando con varias madres amigas me cuentan que por lo general se ponen de acuerdo, mandan todo a la misma modista y listo, todos con lo mismo. También está la madre colgada que no le da bola a los mensajes de los grupos de WhatsApp o cuaderno de comunicaciones y, a último momento, sale como neurótica a buscar una tela morada con lunares amarillos, la cual no consigue y el chico termina saliendo con un traje de Iron Man que le regalaron para el cumpleaños, desentona con los demás pero se lleva todas las miradas y se siente un superhéroe posta.

¡El lugar!

Algo mas a tener en cuenta es el lugar donde se lleva a cabo el evento, si es en la escuela con un patio enorme, sillas y entrada gratuita vendría siendo la gloria, para todo el séquito de gente que va ver al retoño actuar de lo que sea. ¿Pero que pasa al hacerlo en la escuela?… la terrible “feria de platos” después del acto, donde las madres son capaces de sacarse los ojos para competir por el mejor bizcochuelo, muy alto, esponjoso, de esos que se te hace agua la boca de verlo y una porción sale mas cara que la entrada al cine, pero se los vuelan, el hijo no logra probarlo, y queda en shock por que nunca imaginó que la mami supiera hacer algo mas que una milanesa de pollo.

Volviendo al lugar, ya si cambia la locación a un lugar cerrado con capacidad limitada y la entrada esta en los cien pesos para arriba, los no muy cercanos se cuestionan su presencia, y los cercanos también. Porque los padres son felices, van se gastan todo, lloran como locos, se producen mas que para un casamiento, abrasan a las seños (mientras que se la pasaron criticándolas por molestar todo el tiempo, por pedir cosas aparte de los útiles de comienzo de año), ese día se olvidan de todo y les dan regalos, lluvia de flashes, lo disfrutan, son sus padres, es lógico. ¿Pero los que no tenemos hijos, pero si amigos que los tienen?, muchos de ellos son nuestros ahijados, bastantes, hasta dos actos por día, 5 en la semana, y no todos gratis… es un presupuesto, casi todos en la mañana, un sábado o domingo, madrugar y tratar de taparte las ojeras que te quedaron de la “no” resaca, por que “obviamente” no saliste el día anterior.

Llegas, lejísimo el lugar, tus amigas no te dan bola por que siguen arreglando a los pibes o se juntan a hablar con las mamas del jardín que son tipo secta, no podes meterte en sus conversaciones, una por que no entendes nada y la otra por que no tenes hijos. “¿Y vos para cuándo?” única pregunta que te hacen, dependiendo tu respuesta es el nivel de atención que recibirás. Entras al lugar intentando conseguir ubicarte cerca del escenario para distinguir al nene entre tantos, lo logras… conseguís hasta silla, la emoción dura poco, viene la tía abuela del marido de tu amiga que no se ven nunca pero la mujer da el presente, no quedan mas lugares, “siéntese señora”. Vas a la segunda opción, el costado que da a la puerta de salida, por si hay mucha demora entre actuaciones. Salís a fumarte un cigarrillo o desapareces sin que se note mucho.

Por fin la fiestita…

Por fin empieza, el locutor de la fiesta nos da la bienvenida, pero el sonido es tan malo que no sabes en que idioma habla, así que estas atento a la música que sabes que va a bailar y sino a la seña de alguno que te marque en que momento sale.

Por fin le toca a él/ella, algunos lloran no quieren saber nada y se prenden a las pobres maestras que bailan igual con el nene colgando y ves como no dan mas y siguen hasta el final. Otros ven a los padres, mandan al carajo el acto y se van a jugar afuera. Son menos de cinco minutos, casi un mes de preparación, veinticinco mil fotos, trasmisiones en directo en Facebook, Instagram y cualquier red social donde se pueda mostrar con orgullo la belleza, inocencia, felicidad de los pequeños, y las babas de los demás. Salieron hermosos, hasta la caricúlica de la abuela posó para las fotos y sonrió.

Eso si, a la tía o madrina con resaca que se aguantó las tres horas del acto, filmó todo, hizo de sujeta cosas y fue al quiosco veinte veces a comprarle algo para que no llore al pibe, también líquidos por que el aire acondicionado no funcaba y casi se deshidratan todos, no le dio bola nadie. Ni una fotito. Y olvídate que pudo probar el bizcochuelo que se veía más rico que el de la tapa de las cajas de exquisita.

En fin, mucho stress, agotamiento por la fecha en la que estamos, el dinero que no alcanza etc., pero verlos bailar “despacito”, el carnavalito o hacer de árboles, y notar la alegría que les produce haber logrado algo tan lindo, tan suyo con esa felicidad que reflejan imposible de fingir, contagia bastante, y capas un lagrimón se te cae.

Finalizando voy a citar a Helen Alegría con su épica frase “¿Alguien por favor quiere pensar en los niños?” cambiándola un poquito: “¿Alguien por favor quiere pensar en las tías solteronas, que amamos a los pibes, pero detestamos los actos escolares?”

¡Va con amor!

Escrito por Gime para la sección:

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