/El hilo rojo

El hilo rojo

Siempre aparecías en mi mente, tus ojos, tu cabello… No te buscaba, creía que eras una ilusión.

Una figura hermosa en medio del bosque entre luz y sombra. Me mirabas fijo, sonrías, danzabas.

Debía ir a hacer mi trabajo a uno de los hogares que frecuentaba, aunque hacía mucho que no iba y tampoco tenía muchas ganas, podría haber cancelado la visita, pero algo me llamaba. Mi corazón latía tan fuerte, era algo que no entendía, no entendía porque.

Llegué como de costumbre, saludé a cada a uno de los que estaban, siempre me recibían con tanta calidez.

Entré y ahí estabas, solo te miré como un bobo, admirando tu belleza. Una linda esfinge, enigmática y misteriosa. Te sonrojaste, sonreíste y bajaste la vista.

Mientras todos charlábamos me observabas con esos grandes y cautivadores ojos.

Nuestras miradas se conectaron y entrelazaron. Nuestra atracción se notaba en el ambiente, todos lo notaron.

Eras vos, la chica de mis pensamientos. Como disimular, como no admirarte.

Estaba por irme y solo pensaba la manera de pedir tu número, notaste mi nerviosismo y resiste.

– Te doy mi teléfono por si necesito alguna consulta de tu trabajo, ¿puede ser? – Dijiste.

Sin dudarlo dos veces te dije que si. Me fui y al instante te escribí.

Nuestras charlas vergonzosas se volvieron fluidas y desenvueltas. Hablábamos todo el tiempo, necesitaba hacerlo y se que sentías lo mismo, estaba seguro. Los sentimientos comenzaron a florecer, tan solo en nuestras charlas por celular.

Nos volveríamos a ver. Como explicar lo que sentía. El encuentro sería donde nos conocimos, en casa de tu tía.

Yo decidí prepararme, arreglarme. Me corté el pelo, compré ropa y un nuevo perfume. Solo para vos. Te esperé con ansias, sentado en esa silla, fumé miles de cigarros, el tiempo era infinito. Al fin llegaste, ¡que hermosa! Estabas nerviosa, no querías mirarme. Saludaste a todos y ellos notaron lo que ambos sentíamos, sonreían sabiendo la efusión que salía dentro nuestro.

Salimos derecho a nuestro destino. Tu tía nos acompañó para guiarnos hasta la parada, estábamos distanciados a pesar de todo lo que hablamos. Subimos al colectivo y al instante de sentarnos lo primero que hice fue tomarte de la mano. Me miraste, la apretarse con fuerza y sonreíste.

Fue el viaje en colectivo más hermoso de mi vida. Paseamos, jugamos, reímos, parecía que nos conocíamos hacia años, como un amor eterno. Te observaba comer, reír, la felicidad en tus ojos… y en los míos. Tus besos me llenaban el vacío que había en mi, ¡cuanto te esperé!

Tu alma estaba rota, yo quería curar cada herida. Nos apoyábamos el uno al otro. Yo sería lo que necesitases. Quería salvarte de ese pozo donde estabas. De las tinieblas de ese bosque y que aprendas a ver la luz.

Yo te enseñaría todo lo que fuese, te enseñaría a ser fuerte. Yo tenía muchas cicatrices en mi alma, heridas sanadas, sabía lo que sentías. Estábamos conectados.

También tuvimos nuestras caídas, pero siempre nos levantamos. La gente mala y egoísta no aprueba la felicidad de los demás, pero eso no nos importó.

Que alegría que tuve cuando me dijiste que en tu vientre había un ser lleno de amor, la prueba de todo lo que éramos. Pero el destino quiso que no lo tuviéramos en nuestros brazos. Fue un hueco en mi garganta, mi corazón y mi alma.

Quedaste destrozada, sin siquiera pensar renunciaste a tu trabajo en el sur de la provincia. No pude estar ahí, ¡como me arrepiento! lo siento tanto. Yo herido si poder caminar y vos ahí te desarmabas. Te encerrarse en vos para quebrarte en silencio.

Nos distanciamos, cada uno con su dolor… que idiotas fuimos. Yo palpitaba cada sentimiento de tu ser, nos recuperábamos de a poco. Tiempo después sentí que me necesitabas y así fue y ahí estuve.

El amor y la pasión seguían intactos. Nos veíamos cada vez en cuando para darnos esos fuertes abrazos.

Pero el destino nos separó nuevamente… lo siento cariño, era mi hora de partir, fue tan inesperado. Sentí tus lágrimas, te vi tirada en el suelo con tu dolor, te observe cada segundo. Como esperaste horas para ver mi cuerpo, para que solo estuvieras un minuto a mi lado sin lograr soportarlo. Sentí como tocaste solo mi dedo para salir corriendo, sin aceptar que era yo quien estaba ahí… preguntándote porqué.

La lluvia caía de tus ojos cada día y noche durante meses. Siempre estuve a tu lado. Nuestro hilo rojo no permitía la separación, no me dejabas ir. Quería que sintieran cuanto te amaba, como vos a mi.

Esa fecha cada mes era un cielo nublado y lleno de agonía para vos.

Amor, mi esfinge, mi amiga ya me debo ir. Deja las lágrimas y sigue sin mi. Recuerda nuestros buenos momentos y sigue viviendo. Ya debo partir, espero hayas sentido cada beso, cada abrazo que te dice cuando creías ya no poder. Pero es mi hora de seguir. Se cuanto cuesta, pero tengo un camino que recorrer y no es en esta vida.

En la próxima nos encontraremos y quizá podamos vivir todo lo que nos faltó. Abre esas alas grandes que tienes, no las dejes que se arrastren por el suelo, no se lo merecen. Debes ser feliz, disfrutar de este mundo. Disfrutar por mi.

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