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El que manda cadenas chotas es un pelotudo

Antes que nada, es necesario ser un conchudo social para ser identificado con esta nota y bancarse cada vez menos pelotudeces. Para los demás, será una práctica alegre y juguetona y nada más. Si usted no es ortiva con la sociedad, puede seguir de largo.

Aunque quiera hacerlo neutro, todos sabemos que es un fenómeno que padece generalmente el público femenino y que se acentúa con la edad. El sexo masculino no se encuentra afectado, porque imaginate que si tu marido no se toma el trabajo de comentarte la foto que le dejas de los dos en el muro de tu facebook todos los días diciéndole que lo amás, tampoco se va a tomar la molestia de mandar la cadena de mierda esa de la mujer hermosa y guerrera. Lógica básica.

Por cualquier red social, atacan sin piedad. A veces son evidentes y esperables. Por ejemplo, inherente al grupo de cualquier familia, ya sabemos que el público menopáusico del mismo, mandará cuanta pelotudez le llegue a los otros grupos de señoras que tenga. El sufrimiento se acentúa cuando se repiten nombres en varios grupos. Lo mandan a todos y cada uno de ellos. No vaya a ser que los niños de África no reciban el dinero que les va a dar la multinacional por hacer esto.

¿Esta gente no tiene vida? ¿No tiene otras formas de matar ese tiempo, ya sea stalkeando al ex, subiendo fotos con frases de canciones o contando los likes de gatos que tienen las fotos de los novios? Son dudas más que respuestas en este ámbito. No ha podido ser dilucidado ni por grandes psicólogos expertos en la materia.

Encima, y para colmo de males, los dueños de las redes sociales no tienen mejor idea que simplificar el trámite cada vez más. Ahora apretás, copiás, lista de difusión y listo. Si esto no fuera posible, con el tiempo la especie se extinguiría sola por cansancio de tener que mandarlo a los 2356 contactos del celular.

Lo mejor de todo, es que la data que pasan proviene de fuentes de dudosa procedencia, como la camioneta cero km o el Ipod que te ganarás, de los cuales ya elegiste el color. O las donaciones en masa que harán las redes sociales mientras más se difunda una foto de un menor internado o lastimado, sin datos, cagándose en el derecho a la imagen del mismo, desde tiempos inmemoriales. Todo esto sin contar los niños perdidos, sólo con nombre y foto, sin lugar de residencia ni teléfono donde hacer la denuncia, sólo la constancia de que la madre está desesperada. Ni hablar de los que hacen “cacerolazos digitales” despotricando contra éste o cualquier gobierno. Mención especial al boludo del año.

Pero peor es aquel que te lo envía de manera privada. Se regodea en su inmundicia sabiendo que lo vas a ver inmediatamente. Y obvio que lo ves, porque no lo tenés silenciado para ese pelotudo que podría pasar ese tiempo clavándose una tota o teniendo una vida. Ni te cuento si además exige respuesta al mismo o te acusa de amargo por clavarle el visto. Aunque no se compara con el que personalmente te pregunta “¿Viste lo que te mandé?”

Lo más lindo de este espécimen es que se ofende a muerte cuando se te ocurre reclamarle el motivo por el cual comete estas estupideces. Entre sus excusas favoritas para justificar la descajetez mental que tiene es “Lo comparto por las dudas” “Es sólo un niño que necesita la operación” “No cuesta nada” “Si no te gusta no contestes”, cerrándote el orto de una manera sublime ya que no vas a tirar diez años de amistad y no te vas a echar en contra a todas las del grupo de mamás ni a las gordas de zumba. Entonces calladito la boca, sólo queda rumiar la impotencia en privado, sufriendo y deseando que se mueran todos, menos tu mamá y tu tía Porota.

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