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Los cuentos que Diem Carpé cuenta: Ella me sigue

Me desintegro, veo que ella me sigue.

Seguir una línea es, para muchos, el objetivo de la vida. Y hablo de toda la vida en general. Se ponen como meta seguir una línea en su ser y en su estar, en sus hábitos y en sus pasatiempos. Todo regido por una línea, perfectamente equilibrada hacia el lado que el selector prefiera.

Pero (siempre tiene que haber un pero) ¿Qué hacemos los que no entendemos de líneas? Es que la geometría nunca se me dio fácil y, por cierto, nunca entendí como podía aplicar tan semejante ciencia a una cosa tan complicada como el planear vivir.

Es que todos debemos planificar la vida, no puede vivirse del aire. El aire tarde o temprano terminara oxidándonos por dentro.

Entonces para no estar perdido en los mares de la existencia; con regla en mano, me tiré sobre el suelo del tiempo. Primero trace para acá, después para allá, después esta arriba de aquella. Pero nada. Nada marcaba el horizonte de mis ideas y mis planes. Como si la rosa de los vientos hubiera caducado en mi brújula.

Perdido, confundido y agitando mapas de viaje inservibles al viento; el tiempo me dio la orden de salida. A buscar la vida entonces.

Vi navegantes especializados y también marineros nuevos con mucha suerte. Todos llegando a puerto o a punto de llegar. Y yo ahí, en el medio del mar de dudas, sin líneas, sin mapas; girando de un punto a otro, sin desembarcar en ningún lado.

Era una noche como cualquier otra cuando la vi por primera vez. Me encontraba de pie mirando al sur, en busca de alguna estrella guía. La brisa de las dudas se colaba entre mis ropas y se permitía palparme con escalofríos, cuando de golpe algo llamo mi atención. Desde alguna incierta dirección alguien me hacía señas con una luz muy tenue. A tentadas me acerqué y la encontré. Tirada boca arriba, cansada. En su mano derecha una regla rota, y en la izquierda una hoja de papel cubierta de mil líneas. La encontré. Me encontré.

Como pude la arrime a mi vida. Y desde ahí que no nos hemos separado. En una inmensidad de mares, donde las líneas rigen al buen marinero. Nosotros terminamos siendo dos aventureros, viviendo de las ilusiones que la gente olvida mirar dos veces. Buscamos sin brújulas ni estrellas guías, la felicidad de estar vivos y vivir por el simple hecho de seguir adelante. Porque las líneas llevan más rápido a destino, pero perderse y ver la majestuosidad del paisaje, es impagable. 

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