/De empleado público a ñoqui en 5 pasos

De empleado público a ñoqui en 5 pasos

Seamos honestos no todo empleado nace ñoqui, no todos lo son, pero todos tienen el potencial ¿por qué? Porque para ser de ese 1% que no lo es, debe superar estas 5 pruebas, pasos, torturas que les voy a describir. ¿Cómo las sé? Porque alguna vez fui parte de ese monstruo, de esa máquina de pastas implacable y antes de volverme uno de esos ñoquis preferí seguir siendo salame.

1 – La entrada

La entrada a un puesto público dista mucho de la meritocracia, la mayoría son parientes, amigos,  pareja o amante de alguien que está más arriba, en algunos casos literalmente arriba o abajo según el gusto personal. Volviendo al tema, nadie se esforzó por llegar a dónde está, la mayoría no tiene preparación o debe una cadena de favores, sea como sea eso le da la capacidad de achancharse en el puesto porque por los mismos motivos que llegó no se va a ir, no le importa lo que le digan, pidan, o llamen la atención, tiene la tranquilidad que llegó para quedarse.

En este primer filtro quedan el 60%. Algunos pobres si hicieron mérito y se capacitaron.

2- Los compañeros de trabajo

Si sos de los que llegaron con esfuerzo vas a tener que aguantar al porcentaje que no. Como vos no tenés contactos vas a aguantar que te caguen a pedo si no hiciste algo bien, por lo que otro no hizo, porque si y porque no. Sos el perfecto chivo expiatorio de todas las culpas a la merced de los compañeros acomodados y un jefe al que ya voy a atender.

Mientras vos estás como un salame haciendo horas extra para terminar todo lo que te piden, la novia/amante muy linda y arreglada del jefe de la sección C se fue a tomar un café con él, y el primo del jefe del partido Z que lo acomodaron cuando entraste vos, es tan, pero tan inútil que preferís seguir solo antes de explicarle todo por décima vez.

Si no te mimetizaste con el resto, sos del 30% que supera esta prueba.

3- El jefe

La cosa se pone más interesante, porque uno de los energúmenos que nombramos antes llega a “jefe”. Piensen esto: le estas sumando a un inútil acomodado poder, o sea ese que entro sin merecerlo lo premian con ser tu superior, como nunca hizo nada, nunca aprendió nada y así tiene que organizar a un equipo de trabajo.

Esa es la opción más leve, bancarte un incompetente, al que no le importe nada y remar el triple para que las cosas salgan bien y no perjudicar a la gente. En el peor de los escenarios, el más grave, es que se suba al pony, le dé complejo de señor feudal y se crea que la oficina es su reino.

Cuando les agarra el complejo de rey sin castillo, son lo más infumable que hay, te piden cosas que ellos jamás hicieron en tu lugar, que seas el empleado que ellos nunca fueron, tampoco son, y lógicamente nunca van a ser.

Ahora si ya se le pego un cable en el marote y se cree emperador, te la encargo, desde gritar, maltratar, acosar sexualmente…un violento es un inútil con poder.

Como tienen ese alguien más arriba que los protege, o se deben favores, conexiones con otras instituciones, se mueven con total impunidad.

Tal vez tenés la suerte de tener un superior divino, o aprendiste a suportar esta tortura, seguís en el 20%.

4- La gente

La atención al público es el mayor desafío al temperamento, si estas en este camino opta por hacer yoga o cambia de religión al budismo porque le vas a estrolar a alguien la cara contra tu escritorio.

Como siempre hay de todo, pero los que te entienden de una y traen todo listo son casos excepcionales. Uno trata de ser comprensivo con la gente mayor, alguien que tenga algún problema grave, la primera vez que se lo explicaste…en fin uno intenta ser comprensivo.

Pero hay gente que se levantó sin una mierda que hacer ese día y va a romperte las pelotas, le explicaste 40 veces lo mismo, volvió con la mitad de las cosas, se enoja porque no le dijiste…pones un cartel con los requisitos para que no pase de nuevo, no lo leen. Haces un papel con una lista…la pierden. Pero siempre queda el recurso de putear al empleado, porque sabes que es fácil y no te puede contestar.

Respiras profundo, tratas de mejorar la cara y te cae uno que esta apurado, que termines los 45 formularios en 10 minutos porque se le pasa el partido o tiene que ir a hacer la comida. El otro que no entiende que el trámite no es ahí, el señor o señora bien que no tiene tiempo que perder y cree que sos su esclavo, los que traen los nenes y te desbaratan la oficina, el que tuvo un mal día y se las agarró con vos por que sí. Y estas son las más comunes, seguro ustedes tienen anécdotas peores.

Tal vez se te escapó una puteada alguna vez, mandaste a la mierda a más de uno, o no y has desarrollado una coraza inmunizadora para impedir la entrada de toda esta humanidad insoportable, y así y todo dejar salir buena onda sos del 5% sobreviviente.

Nota: Largá tu laburo y da cursos, gurú de la paciencia.

5- La monotonía y mediocridad

Cual gota que cae suavemente sobre la piedra y la erosiona, tan lentamente que cuando uno se da cuenta ya es tarde. La monotonía es el enemigo silencioso de todo trabajo burocrático. Poner el mismo sellito 3423424 veces al día, completar los mismos formularios, aunque sean 50 mil distintos, responder las mismas preguntas 50 veces al día, con el tiempo, los años, haces todo de manera mecánica, sin pensar…aburre.

Un trabajo que no se moderniza: la mayoría de las oficinas públicas tienen computadoras de la década del 80’ con conexión de internet, casi por teléfono, que se vive cortando, el conocido “se cayó el sistema” y encima el 90% de las cosas se siguen haciendo en papel.

Nada cambia o mejora, no es motivador, no hay un premio por atender más personas en menos tiempo, más formularios por día, llegar más rápido o irte más tarde. Encima no te van a ascender por más bien que hagas las cosas, aparte que dejas en evidencia al que no, porque adelante tenés al sobrino del jefe y a la que se mueve al otro jefe.

Me dirán que es su trabajo y que para eso les pagan, entre que tampoco te pagan tanto a los salames que están abajo y sin acomodar, piensen que no somos tan altruistas para trabajar y bancarte tantas cosas por “vocación”.

Si la rara excepción que supero todos estos escalones de administración pública sin perder el buen humor y eficiencia está leyendo esto, si sos de ese 1% que logró el nirvana.

Al final, cual especie en extinción, ejemplar casi único, uno se puede llegar a encontrar un empleado público eficiente, que no sea un ñoqui, ese que no es igual a los demás. Y tal vez, debe compartir, que la sensación que más se asemeja a su trabajo es a andar en bicicleta prestada, llevando un mamerto en la parrilla que te dice que hacer, con las dos ruedas pinchadas que te hacen esforzarte más y así y todo pedalear para que lleguen las cosas a destino.