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Esa Magia

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Esa magia del reencuentro con una persona, hablo de reencuentro porque en realidad ya nos conocíamos antes. En pensamiento, no en presencia, en distancia, no en proximidad. Y cada vez que vuelvo a mirarte se me rompen los párpados porque no puedo volver a cerrarlos. Enmendámelos, poneme una curita, o simplemente dame un besito y se me pasa…

Siempre te miro dos veces, la primera para acordarme como eran las cosas y la segunda para volver a apreciarte e ir descubriendo nuevas facetas. Es un mundo vasto y amplio, el nadar en tu rostro con mis ojos que se sumergen redondos y caen colina abajo desde tus comisuras hasta el triangulito de tu clavícula.

Y aunque aparezcas esporádicamente me acuerdo de tus besos, y es un recuerdo robado porque nunca te besé. Lo he imaginado tanto que me es tan familiar como mancharme la ropa con tuco. Rojo labial, tuco, despintate los labios, besame.

Tan difícil es escribir sensaciones y más difícil aun cuando me dirijo a vos, y vos sos justamente vos. No se me cae una idea… las ideas no se caen che, las ideas se bajan o de ultima se levantan. Sabes que pasa, no estoy acostumbrado a escribir, soy un pésimo escritor uso muchos adjetivos y me creo la creme de la creme.

Tal vez en una de esas me entendes, tal vez pensas que estoy hablando de otra persona. Es fácil mandar indirectas, es difícil decir las cosas de frente. Cuando uno escribe indirectamente está mandando indirectas porque está la hoja de intermediaria o la pantalla o la palma de tu mano escrita con un fibroncito de mi llavero.

¿Porque no decir la verdad? En nuestra vida suceden un montón de cosas, eso de que la vida es corta es un cuentito inventado del capitalismo para que vivamos al palo y consumamos económicamente, visualmente, pragmáticamente. La vida es larga y un cincuenta por ciento de las cosas que pasan son por debajo, cosas de las que no se habla. O sí, pero en un lenguaje de gestos y miradas. Te veo cuando me miras llegar y cuando me ves irme, estas ahí siempre acechándome. Pero en realidad no sé si es que me estas acechando o que mi mirada es tan penetrante que hace que te des cuenta y ahí nomás me mires.

Una mujer solamente, siempre trato de decirme eso, bastaría solo con arriesgarse decirle las cosas de frente, dejar de lado el mundo de las ideas, de las anécdotas visuales y de escribir tu nombre en borradores que después se usan para hacer asados.

Inseguridad. Eso es lo que sentimos ambos. En realidad creo que soy yo el inseguro, se nota hasta en la forma de escribir “que si, que no, que tal vez” dejémonos de joder. La inseguridad impide que des el salto que la otra persona espera que des. Y está bien, supongo, si yo soy inseguro vos también lo sos, porque si no ya hubieras hecho algo o me hubieras dado las suficientes certezas para que yo superara mi inseguridad.

Y juego todo el tiempo con el tiempo que me queda con el tiempo que nos queda, divagaciones del destino que no nos unió, no en este momento, la ansiedad me mata. Es por eso que escribo este relato ahora en el aeropuerto, tomándome un café con leche, más que café es leche. Y te veo llegar por la puerta y escribo esto y te veo caminar para hacer el check in y escribo esto y te veo en esperando el abordaje y no me animo a abordate a vos. Si.

–       Julian que haces acà?

–       Hola Martina, te amo.

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