/Estamos cagados, pero…

Estamos cagados, pero…

Voy a empezar mi nota contando algo que me pasó esta semana. Resulta que por mi profesión real me tocó visitar una empresa grande, famosa y exitosa para ofrecerles mis productos. No voy a ahondar en detalles, pero vendo un material para industrias que llevan a cabo procesos continuos de trabajo, lo que significa que lo que vendo es de uso permanente mientras esa industria produzca.

Generalmente me topo con los gerentes de compra, usualmente ingenieros o contadores. El asunto es que llego a esta empresa “seria” y me atiende el Ingeniero Salrlanga (nombre alusivo, obvio), un tipo agradable, educado, formal y profesional.

Nos reunimos en su oficina, pidió café para dos y cerro las puertas. Comienzo la charla contándole de nuestra empresa y nuestros productos y servicios, comentando sobre nuestros clientes y proveedores, rutina para mí. Él me escuchó al pié de la letra y me preguntaba cada detalle, la charla fue muy fluida y amena. Luego de lo formal, pasamos a hablar de fútbol y, como es costumbre en este ambiente “empresarial”, de política.

Como casi toda persona trabajadora de clase media, luchando por que la empresa (privada) donde trabaja no pierda competitividad en los precios mientras el estado le come le hígado, el tipo era opositor al gobierno y duramente crítico a las políticas actuales. Los que me leen saben que esto era como “dulce” para mí, ya que estoy en total desacuerdo con el sistema político argentino de hoy y de siempre. En realidad repudio a todos los sistemas políticos, sean del bando que sean, porque los considero oxidados, obsoletos, mediocres e inútiles. En fin, me nutrí atentamente de todas las quejas que un par mío (hasta ese momento me sentí identificado con él) esbozaba.

Hablamos de la burla del INDEC, de la soberbia de los gobernantes, de la impunidad, de la malversación de fondos, de la onda combativa y separatista de los distintos partidos, del “todo lo que hicieron antes esta mal, empecemos de nuevo”, de peronistas, radicales, oficialistas, opositores, zurdos y fachos. Hablamos de la falta de compromiso, de la irresponsabilidad, de la cantidad de chantas y garcas sueltos, de las coimas en todas las instituciones públicas, de los acomodos, de los ñoquis, de la falta de respeto, de los piquetes, de las crisis, del desabastecimiento, del poco apoyo a la clase media, trabajadores y empresarios, de permanente ataque a la industria, de todo. Presente, pasado y sobre todo futuro. La charla se extendió casi por una hora y media. Yo estaba muy a gusto con el ingeniero “serio y respetable” Sarlanga. Amo cuando me doy cuenta que no soy el único que piensa como pienso.

Luego del café y cientos de palabras, fuimos “a los bifes”. Era el momento que le pase la cotización de nuestro producto. Vamos a suponer que la cotización era de $2.000 la tonelada de lo que le venía a vender. El tipo miró la hoja donde llevaba impresa la cotización con todos los detalles del producto que previamente habíamos hablado, la fecha, las condiciones de pago y toda la paparruchada que lleva este documento formal. Entonces el ingeniero Sarlanga me la devolvió, me miró tranquilamente, sin que siquiera se le moviese un pelo y me dijo:

“Doctor, usted me ha caído muy bien, vamos a trabajar juntos. Pero vamos a hacer así, esta cotización mándemela por email. Pero no me ponga $2.000 la tonelada, sino que cotíceme a $2.200 la tonelada”

Yo lo miré en silencio. Tengo el tremendo defecto de poseer ojos delatores. Y, como una vez les comenté acá, nuevamente la lava explotó en mis entrañas haciendo estallar en ira mis globos oculares. Se me incendia la mirada y se me hace imposible contener la paciencia y la vena. Comencé a respirar más profundo, me vino como un flash y me imaginaba en un ring, re cagándomelo a piñas, todo ensangrentado y machucado, dándole masa a más no poder.

Y el guanaco le agregó más leña al fuego: “la empresa te paga $2.200, vos te dejas los $2.000 y me depositas en el banco cada mes los $200 por cada tonelada que les compremos”.

Yo seguía inmutable, con los ojos en llamas, esta vez iba por la parte en donde le ponía la cabeza contra la puerta de una F100 y le daba y le daba portazos, manchando todo el tapizado y mi pantalón de rojo.

Hasta que le puso la cereza del postre: “mirá, quedate tranquilo, esta empresa es de capitales extranjeros, no hay dueño, hay directorio. Acá el dueño soy yo, todo pasa por mis manos, así que esta todo bien. Así se mueven las cosas en esta empresa. Es más, si queres podríamos ver de ponerle $2.300 y te quedas $100 vos”.

Suspiré hondo al tiempo que disipe mis infantiles imágenes de lucha (en donde siempre salgo victorioso). Me paré y muy amablemente le dije que no, que no eran las políticas de la empresa y que lamentablemente no podía pasarles ese precio y aceptar esas condiciones. Con asco le extendí la mano, lo saludé sin dejar de mirarlo y me fui de su oficina. Él me acompañó hasta la puerta y antes de salir me dijo sonriendo “veremos como sigue este kilombo después de las elecciones de estos impresentables”. Lo miré indignado y agradecí tener diez años menos que aquel monstruoso infeliz.

De vuelta al hotel donde estaba, iba pensando y superponiendo lo que siento que pasa en el gobierno con lo que pasa en cada institución, empresa y organismo. ¿No es acaso exactamente lo mismo? ¿No existe la misma mafia, la misma impunidad, la misma caradurez? ¿No hay también acomodos, soberbia, evasión, chicaneo, coimas, negligencia, malversación y enfermedad por el poder? La conclusión es que no somos como somos solamente por culpa de los políticos, sino que vivimos en una sociedad corrupta, lo que es mucho más grave que el puñado de marionetas que hoy nos gobierna. En todas partes nos manejamos igual, solo que los políticos son la cara visible de esta sociedad mediocre que hoy somos, son la figurita ideal a la que le podemos echar la culpa tranquilamente, pero pensemos… Si fuésemos ellos, ¿no haríamos lo mismo? Si el “serio y formal” Ingeniero Sarlanga le pide una coima a un pendejo pinche, ¿Qué haría si estuviese en el lugar de los que tanto critica y repudia?

Creo que el secreto es empezar desde adentro, desde nosotros mismos y transmitirlo a los nuestros. Amigos, familia y conocidos. Eso es nuestro deber como ciudadanos y la única manera de cambiar, de crecer, de dejar de ser lacra mediocre que somos.

El cambio empieza por nosotros y somos nosotros los únicos que vamos a poder hacer que la Argentina crezca, sacándonos de encima a todos estos trastos inmundos que hoy son dueños de nuestras instituciones públicas y privadas. Acá no hay ejemplos a seguir, no hay más ídolos ni héroes. Basta ya de rendirle culto a estos zánganos, empecemos el cambio nosotros mismos sin esperar nada a cambio, nada de los demás, simplemente por el hecho de poder sentirnos orgullosos que existe la posibilidad de ser distintos a esa mierda que hoy pretende representarnos. Seamos nuestros propios ejemplos a seguir.

Estoy muy caliente pero orgulloso. No le vendí una puta tonelada a esa empresa del orto, pero me siento más hombre que nunca y hoy más que nunca veo una luz en la oscuridad, porque creo firmemente que no estoy solo ni que soy el único que se hubiese parado y se hubiese ido de aquel espantoso lugar. Nuevamente agradezco tener 10 años menos que aquel desgraciado.


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