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Eterno Atardecer: «Temporada de hibernado»

Hicimos una pausa en la tempestad de la rutina, para caminar entre ella en un vuelo detenido, sobre lo que nos sucede a diario y nos perdemos por mirar sin observar.

Quizás para ordenar los quilombos haya que animarse a entrar en esa tempestad, le cueste a quien le cueste, y pausarla. El viaje había sido nuestra justa pausa. Nos habíamos ordenado.

En taxi llegamos hasta lo de la Fiore. Descargué unos paquetes, alfajores, y un muerto en la maleta de mi hija. Me traje para adelante mi bolsito marrón de viaje, y seguimos ruta.

La ventanilla me contaba que a Mendoza le habían vendido gato por liebre con el otoño, que las hojas se tiraban, aún vivas, al vacío, porque no se secarían este año, que la gente combinaba bufandas con ojotas, que los plarinés eran tesoros en las esquinas de la calle San Martín, que la Tarde le reclamaba horas cátedra a un Día que adelantaba el turno de la Noche, que la sensación del invierno les llegaba envuelta en temor a los que caminaban solos, que sentirse mal en invierno era respirar alcohol sobre las heridas mal curadas de la piel.

Llegué a casa, y puse la radio en una emisora donde pasan un poco de Jazz. Sonaba John Coltrane. Me pegué una ducha rapidita y me vestí de entrecasa, para empezar ¨oficialmente¨ la temporada de hibernado.

Es extraña la actitud del cuerpo cuando llega esta época.

Quizás porque necesitamos calorías, hacemos de la mesita de luz un cementerio para papeles de chocolates… Quemamos las retinas con cuanta película se nos cruce por delante, francesas, taquilleras, incluso las del 9 a la madrugada. Cualquiera sirve para transitar el período del que todos pasamos.

El viernes me agarró con la heladera de huelga, la alacena rancia y un pueblo fantasma en la cocina. Tenía hambre, desvelo, y ganas de hacer, por sobre todo. Tal vez un poco de ansiedad; pero lo seguro, es que no quería darle entrada a las fichas depresivas, que se animasen a apostar un pleno en la ruleta de mi alegría.

Soy de los que se resisten a pensar que los fríos solo se cobijan en pareja. Sí, me niego rotundamente. ¡Qué es eso de suponer que uno solito no se las puede arreglar! Tiene su parte linda la compañia, no lo niego, pero uno puede disfrutar de igual manera la soledad, en invierno y que en verano.

Solo, elijo la película que se me place. Compro el gusto de la pizza que quiero y cerveza negra, sin pedir opiniones. Aunque a decir verdad…, me viene igual cualquier pizza, y la negra…, si, me gusta, pero tampoco es una cosa para decir ¨guauuu, ¡cuánto me gusta…!¨ Las pelis…, mmm… esta bueno verlas solo, si…, tranquilo, pero lo cierto es que si tenés con quién, la vas comentando, y si te da miedo te abrazas, si te da risa te abrazas, si te cachondea, te abrazas, ¡en fin! Te abrazas.

Es una mierda la época de hibernación sin enredarse… Para que mentirme. Hasta resulta antinatural recostarse el uno con el uno en un sillón hecho para dos.

Las obras sociales deberían incluir en sus coberturas, un servicio que colabore con aquellos afiliados que, solos, se encuentran a Don Invierno. No sé cómo, pero debería existir.

La temporada de hibernado me llegaba, y a diferencia de otras anteriores, no tenía mayores deseos de vivirla solo. Pero uno no puede ponerse a pensar en bajar la panza la primer quincena de enero, mucho menos en encontrar compañía cuando cae la primera helada de junio. ¨Ajo y agua¨, decía una tía.

Solo restaba apechugar el cuerpo y pasarla lo mejor posible.

Busqué algún párrafo, algún título, ¡algo!, en Eterno Atardecer, y nada, che. Aunque esto podía servir:

¨El tiempo es sabio para acomodarse a las épocas del año, y suele mofarse de que nosotros no. Pero desconoce que si somos capaces de advertir sus movimientos, sus cambios, seremos capaces de remediar sus faltas. ¿Cómo es esto? Simple. Con la llegada del invierno, las duras Noches se hacen protagonistas, ocupando un mayor lugar en la marquesina, el Día se aminora como un actor de reparto mal pagado, y tanto los Amaneceres como los Atardeceres pierden protagonismo en su Julio sentencioso. ¿Cuál es el rol que nos queda? ¿Cómo podemos remediar sus faltas? Los Amaneceres son efímeros, fugaces, individuales, y nos definen a nosotros mismos saliendo al mundo. Los Atardeceres son eternos, perpetuos, compartidos, y nos congregan para vivirlos en conjunto (…)

(…) Si el invierno llegó para imperarnos la ausencia de los Atardeceres, es tarea nuestra darles vida, en nuestro hogar, con el calor del cuerpo compartido.¨

La temporada de hibernado me había llegado. El cuerpo compartido era lo natural.

Me hice un pancho sin poncho, ni condimentos, me preparé un vaso de agua casera, y me senté a escuchar en la radio uno de mis programas preferidos: ¨Una Luz en tu teléfono¨

–…creo que tenemos otro llamadito. ? ¡Hooola! ? ¿Alguien ahí? –Preguntaba la conductora.

–¡Hooola, hola, Luz! –contesto una mujer.

–SI, baja un poquito la radio, mi vida, así te escuchamos bien.

–A ver… Ahí está…

–Buenísimo, contame. ¿Cómo te llamás, de dónde sos?

–Me llamo Pochi, y soy de Godoy Cruz. No puedo creer estar hablando con vos, Luz, ¡sos una capa!

–Jaja…, gracias mi cielo. Te apuro porque estamos al final del programa. ¿Escuchaste a los candidatos anteriores, no?

–Sí, si…

–Bien. Tenés que elegir apretando el uno, el dos o el tres alguno de los candidatos que más interesantes te parezcan. ¿De acuerdo? Si ninguno te parece que vale la pena, realmente jeje, apretás el cuatro y llamamos a alguno de los contactos que llamaron alguna vez a la radio. Si acepta, participan los dos de una cena para cuatro personas. ¿Bien? Eso sí, ahí no tenés escapatoria, Pochi, y la cita se transforma totalmente a ciegas. Para los oyentes interesados en participar de ¨No tan solos, no tan solas¨, nuestro concurso que está siendo un furor en las redes sociales, les recordamos que pueden comunicarse al 4214…

La tetera chiflaba mi presencia, el agua hervía, y el saquito se congelaba en la taza esperando su turno. Mientras preparaba un yerviado, sonó el teléfono.

–Hola…

–¡Hola, ¿Rubén?! Buenas noches, te habla Luz, de ¨Una Luz en tu teléfono¨ –Escuché y me petrifiqué.

–¿Me escuchás? Me parece que se cortó chicos, fijensé.

–No, acá estoy. Cómo estás, Luz.

–Todo lindo, te cuento. Estamos en el juego de ¨No tan solos, no tan solas¨ y te tocó el llamado sorpresa a vos. Si, a vos, querido. ¡Caete de culo!

No me salían las palabras. Solo me llamaban los del banco para reclamar los pagos de las cuotas. Y ahora…

–¿Te prendés o no, Rubén?

–Eeh, no. No, gracias, es que…

–Dale, Rubén. No seas agreta –me interrumpió la chica que esperaba del otro lado– Es una cena para cuatro personas, ¿qué tenés más importante que hacer mañana a la noche?

–Apa… Rubén, le presento a Pochi. Una de las que participará de la cena con su amiga, y quien vos lleves. La Pochi se las trae, Rubén. ¡No dejes mal a tu género, che!

–Me encantaría…

–Peeero… –agregó la conductora–. Loco, los hombres siempre tienen un ¨pero¨, y después nos dicen a nosotras que somos histéricas jajaja… ¿Te copas o no, Rubén?

 

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