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Hasta que un día… me pasó

Los que me conocen saben que tengo algunos problemitas intestinales que se entrecruzan con otros psicológicos que desconozco. Los que no me conocen pueden leer como el “prologo” a esta nota haciendo click acá.

La noche de anoche comenzó normal, como cualquier noche de rutina semanal. Mi novia me había invitado a cenar a su casa. La jornada laboral fue bastante ajetreada entre la formalidad y el Mendolotudo y culminando la tarde me pegue un trotecito como para aflojar la tensión del día. Por lo que sinceramente llegue con el hambre de costumbre a la casa de la susodicha, el cual es bastante atroz casi siempre.

Llegada la hora de la cena, mi suegra (que se las trae cocinando) había preparado una especie de tarta de porotos con queso. No se como concha se llamaba, pero era algo así como un taco hecho tarta, más o menos para que me entiendan. La morfeta estaba bárbara, me gustan mucho las cosas picantes y a esta tarta le sobraba. Por otra parte (y conociendo mis gustos) la srta. Bomur me había traído como condimento una salsa picante que es bastante potente.

En aquella mesa nos acompañaba mi cuñadito, el que me dijo “el mejor insulto que escuché en mi vida”, ¿se acuerdan? (los que no se acuerdan no dejen de leerlo haciendo click acá). El tema es que ya no esta tan “cuñadito”, sino más bien “cuñadote” (está casi de mi estatura) y está arrancando todos los temitas de la edad del pavo. Y como pavo él e imbécil yo, hicimos una apuesta de haber quien le ponía más picante a la tartita.

Amo las apuestas, odio perder… pésima mezcla cuando tenemos como resultado que mi tarta estaba picante como el mismísimo infierno. Incluso la apuesta se redujo a haber quien se animaba a pegarle un solo mordisco a la bomba mexicana aquella.

Como buen competidor que soy, encima enano, no solo le gané la apuesta al guacho culiado, sino que para sobrarlo me morfé toda la tartita, demostrándole que jamás me iba a poder ganar si de comer picante se trataba. Me la banque como un duque y encima seguí comiendo. Paso la cena sin más detalles.

Estar de novio es una negociación eterna, de a poco he cedido cosas pero he logrado que la srta. Bomur también ceda. De a poco he tenido que hacer cosas que no son de mi agrado, pero como contraparte ella ha tenido que hacer cosas contra su voluntad también (no me mal interpreten che, no soy violín). Entonces, como me han tenido que gustar las películas de amor, a ella le han tenido que gustar los video juegos.

Luego de cenar nos fuimos a pegar un vicio copado (a propósito recomiendo que prueben el “Army of two” para Xbox que es un golazo olímpico). Y el que sabe de vicios conoce de lo rápido que pasa el tiempo mientras se juega. Y el que sabe de vicios conoce lo que cuesta levantarse para ir a “hacer otra cosa” mientras se está en pleno tiroteo.

El tema es que mientras jugábamos me empezaron a dar tremendos retorcijones. Deben comprender que la fusión de porotos más ajo mas cebolla más picante más pimienta más aceite más jugo de naranja más una mandarina genera cierto menjunje en el estómago difícil de digerir. Si a eso le sumamos el etanol que estos alimentos producen, pueden calcular la batalla campal que se empezó a librar en mis intestinos. Por una cuestión de respeto y vergüenza jamás me he tirado un pedo frente a mi novia ni frente a ninguna mina. Jamás, ni una sola vez. Así que ahí estaba, meta que meta al “x” y al “y” como loco retorciéndome en el sillón.

Hasta que mi novia se dio cuenta de mi incomodidad y me dijo ¿Por qué no vas al baño? Para mi ir al baño es un ritual, que incluye revista y meditación, por lo que me lleva un tiempo prolongado. Como estábamos en el medio del vicio y no podía parar de disparar decidí bancarme las molestias. Luego de unos minutos la misma se hizo insoportable, así que puse pausa y me levanté para ir de cuerpo. En eso relojeo la hora y veo que ya eran la una de la mañana. ¡Una de la mañana entre semana! Me quería morir. Desde que llegara a mi casa y me lograra dormir se me iban a hacer las dos, me cuesta un huevo arrancar al otro día. Así que era imposible perderme media hora en el baño. Decidí irme urgente a mi casa.

En el trayecto continué aguantándome las ganas, ¡es invierno chicos!, hace frío e iba con las ventanillas del auto cerradas y la calefacción al mango ¿se imaginan la combustión si me cagaba ahí dentro? Naaaaa, no daba. Además mi casa no queda tan lejos de la de ella. Le puse quinta a fondo y llegue rápido.

Revista en mano me senté en el trono. La verdad es que esperaba más, mucho más. Ir a cagar esperando presenciar el festejo de un año nuevo en Chile pero ver que se asemeja al festejo en Costa de Araujo es como salir con una mina que conoces por chat que tiene una cara tremenda, te haces mansos ratones y cuando la ves es un espanto. Dos o tres ruiditos, una cagadita de conejo y nada más. ¡A dormirla se ha dicho!

Dicen que mientras uno duerme se tira pedos, sinceramente no lo se porque siempre que duermo estoy dormido (jaja soy re vivo). Duermo con mi hermano, el cual parece que padece de meteorismo y está todo el día a los pedos (e invernando como un oso) así que no se sabe cuando se caga, cuando no, cuando esta despierto y cuando no, así que dudo sobre esa teoría.

Parece que cuando pasa algo raro mientras dormimos el cerebro esta alerta y precisamente nos alerta. Es por ello que muchos despiertan antes que suene el despertador o, por ejemplo, cuando escuchan un ruido. El tema es que abrí los ojos justo después de tirarme un pedo devastador, contra mi voluntad expresa, eso que hacen que nos aplaudan los cachetes del culo. Tuve una sensación extraña, como cuando despertamos de una pesadilla. Abrí de par en par mis ojos y me sentí algo extraño… húmedo. Puntualmente como “embarrado”. Decidí tantear la situación manualmente y lentamente mi mano se acercó donde no da el sol. Palpe un cachete seco y frío, deslicé mi mano hacia el sendero que une las dos montañas y fue entonces cuando descubrí que se había descubierto un pozo petrolero en esa zona y estaba en plena erupción, se me había embarrado la cancha. Estaba lista la sopita de Quaker. Como esas cosas que uno jamás va a entender porque las hace pero las hace, acerqué mi mano arenosa a mi nariz. Y si… efectivamente el pedo había venido con sorpresa ¡y que sorpresa!

Sin hacer mucho ruido me levanté despacio y fui derecho al baño. Me siento en el inodoro esperando lo peor y ahí lo vi. Sobre el rojo lienzo de mi calzoncillo un Picasso ordinario había pintado un Guernica con un pincel de caca. Tenía el culo arenoso, paposo, jugoso, espantoso. Esta vez la fiesta se asemejó al festejo de fin de año en Australia. Despedí todo lo que había que despedir y procedí al higienizado completo de mi zona anal y alrededores.

El tema es que el calzoncillo no daba más. ¿Qué iba a hacer con él? ¡No lo podía dejar en el canastito de la ropa como cualquier otro! ¿Se imaginan mi vieja al otro día recogiendo las medias y los calzoncillos para lavar y ver un ladrillo de caca metido ahí dentro? ¡Además el olor! Abrí la canilla de lavatorio, lo llené de champú y procedí a desbarrar el harapo.

No se porque pija cuando abrís la canilla del agua en mi casa se escucha el ruido del agua que cae a ese pocito que está en el medio del baño (debajo de la rejilla). Y el sonido no cesa hasta que no cerras la canilla. El tema es que eran como las tres de la mañana y yo con la canilla abierta al mango (agua fría más caliente mientras le fregaba el jabón al manchón). El baño da a la pieza de mis viejos. De tanto ruido (y a esa hora) mi vieja se levantó, y me dijo desde su cama “Bomur, ¿estas bien?” Porque era raro tener el agua prendida tanto tiempo.

Un escalofrío me recorrió todo mi desnudo cuerpo. Mi vieja estaba levantada… cagamos (?) Obviamente no llevé refuerzos, así que ¿Cómo concha hacía para salir en bolas del baño? ¿Qué le iba a decir? Se produjo un silencio que me pareció eterno. En bolas, con el culo mojado, limpiando un calzoncillo cagado a las tres de la mañana no cualquiera puede pensar. Y cuando las cosas van mal, siempre pueden ir peor. El remilculiado de mi hermano y su humor inoportuno estaba despierto (o se había despertado por el ruido de la canilla del orto) así que se mandó “dejalo mamá, se está agasajando” seguido de una risa estrepitosa. Mi vieja entre que no entendió el chiste y media preocupada por mi silencio se acercó hasta la puerta, golpeó despacito y me volvió a decir “Bomurcito, ¿estas bien?”. No se me ocurrió decir más que “Si vieja, me estoy lavando los dientes”… malísimo pero funcionó.

Ahora el tema era… ¿Cómo salía en bolas del baño? El puto de mi hermano estaba despierto así que tampoco podía entrar en bolas a la pieza. Mi vieja también estaba despierta y algo quizás sospechaba, ¿y si cuando abría la puerta del baño no alcanzaba a apagar la luz del mismo y me veía en pija? ¡Dios pajero porque no me hiciste Termineitor así me autodestruía! ¡Porque no me hiciste Robocop así traspasaba la pared y en vez de salir a la pieza de mis viejos salía a la lavandería! ¿Por mierda me hiciste de esfínter fácil? ¡Que encrucijada por Dios! Decidí estrujar al mango el ahora pulcro calzoncillo e irme a dormir húmedo (como cuando tenía quince años… tantas veces). Le metí torsión, me lo puse y me mandé para mi pieza.

Rápidamente me metí cagadazo de frío dentro de las colchas y me tapé. Sentía el culo mojado y el pitito como el silbato que te daban en la calesita gratarola. Empecé a dar vueltas de un lado de la cama al otro, como para entrar en calor hasta que sentí algo extraño en la pierna, del lado izquierdo. Lentamente vuelvo a deslizar mi mano por debajo de la colcha, sospechando de algo, palpo el motivo de la humedad, instintivamente subo para oler lo que acababa de tocar y finalmente caigo… la explosión de minutos atrás había rebalsado los límites del calzoncillo y había decorado también las sábanas que me cobijaban. Resignado prendí la luz de la lamparita, corrí violentamente todo el manojo de sábanas con colcha y cubre cama (muy idiota) y ahí estaba el desparramo. Ya no había vuelta atrás, era una situación insostenible ¿acaso me iba a poner a lavar las sábanas escondido en el baño? Tome valor, respiré profundo, preparé mis oídos para las burlas de mi familia y como un varón de 27 años dije fuerte para que mi vieja me escuche desde su pieza: “Mamá… me cague encima”

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