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Locura de amor | Carta para Julieta

Querida Juli:

Vuelvo a escribirte, como todos los días, esperando a que esta vez, por fin me contestes.

Estoy solo en mi habitación y, a través de mi ventana, veo un hermoso manto de estrellas que se retuerce lentamente sobre mí, me hace sentir muy pequeño y débil; pero a la vez me siento muy vivo, como me hacías sentir vos.
Recuerdo que una vez me dijiste que el final nunca era el final. Hoy, más que nunca, quiero pensar que eso es verdad.

Todos los días me pregunto si sigues pensando en mí. No sé dónde te encuentres, pero espero que sepas, y que sientas, que yo nunca dejo de recordarte.

Fueron tantas noches, mi querida Juli, que no podía dormir porque estaba solo con mi amada soledad, que fue una grata sorpresa para mi cuando escuché tu voz por primera vez, esa dulce melodía, no lo podía creer; era como escuchar a los ángeles cantar suavemente en mis oídos y entonces, apareciste frente mí, de la nada.

Eras tan perfecta, tan hermosa, tan hecha a mi medida que eliminaste mi resequedad y mi resentimiento, y tatuaste en mi alma la esencia de que si existe amor.

Nunca te lo dije, porque estoy seguro de que lo sabías, pero creo que tengo que decírtelo, pues no existe ninguna palabra o frase que se acerque a lo que yo siento por ti: te amo más que a nada en este mundo.

Se suponía que nuestro amor debía ser un secreto, debíamos ser dos cómplices en otra dimensión, dos almas encontradas fingiendo estar extraviadas, pero todo terminó cuando quise demostrarte mi amor.
Estoy seguro de que lo recuerdas, cuando te dije que eras la mujer más perfecta del mundo y que ninguna de las que me pretendían podrían compararse contigo. Entonces, te prometí que las callaría para siempre.

Una por una las cité y las traje a casa, pero no te enojes amor, tenía un buen fin, sabes que sólo tenía ojos para ti. Una vez adentro, tomábamos algo y ellas intentaban seducirme. Yo era fuerte preciosa, tu imagen se sobreponía ante cualquier cosa y no me dejaba escapar del fin que tenía preparado.

Todo lo hice por ti, mi bella… Mi Ju. Recuerdo cuando me decías que nadie debería irse de este mundo sin un último beso, de quién fuera. Aún me pongo celoso de recordarlo… a cuántos cadáveres habrás besado, antes de encerrarlos en sus camisas de madera para siempre. Ya lo sé, no me lo repitas: era tu trabajo. Luego de la charla, les cubría los ojos con la excusa de que tenía para ellas una sorpresa; y antes de ésta, les daba un beso. Tal como tu lo hacías y al hacerlo, imaginaba que ese beso era contigo.

Me paraba detrás de sus sillas, les respiraba el cuello hasta llegar atrás de la oreja. No paraba hasta ver en sus pieles el escalofrío palpable de la excitación. Y ahí, cuando menos lo esperaban, el filo frío del silencio les acariciaba la garganta de punta a punta. La sangre fluía, espesa y ligera a la vez, dejando sus blusas empapadas en rojo. La tela, ahora teñida se adhería a sus cuerpos marcando siluetas dignas de admirar sentado frente a ellas.

Yo quisiera que hubieras estado ahí, amor mío, para que vivieras conmigo lo bien pensado del asunto. Un solo corte en limpio. No les daba tiempo, siquiera a levantar sus manos para detenerme. Así hasta se volvían amables, calladas para siempre. Ya no serían competencia para ti, ya no serían tus rivales, pienso que, quizás, también tú las hayas besado después que yo.

Pero en esta carta, debo pedirte perdón. Perdón amor mío, mi Ju, perdón. Fui un inútil, lo sé. Una de las cinco, creo que no venía a seducirme y se giró antes de que el filo se acercara. Forcejeamos y me caí, aún no sé en dónde. No recuerdo nada más, solo que al despertar sentía frío. Te juro amor, que te sentía cerca, te sentía en la casa. Creí que vendrías a ayudarme y no estabas. Quise levantarme, pero tenía tajos en los tobillos, me cortó los tendones y no pude escapar. Para cuando quise acordar la policía estaba en todo el jardín.

Estoy encerado ahora, día tras día, en esta habitación. Según ellos es un manicomio, aunque para mí no es más que una mugrosa prisión.

También dicen que estoy loco, pero se equivocan, Juli, yo sé que no lo estoy. Y si ellos lo afirman es porque envidian nuestro amor.

Es cierto que no tenemos fotos y que jamás grabé tu hermosa voz, pero eso no es prueba para lo que ellos dicen, que supuestamente, sos una alucinación. Que sufro de delirios y alusiones de tu voz, y sé que solo es coincidencia que ya no te haya visto desde mi medicación, ¿cierto?

A pesar de que ha pasado mucho tiempo desde que me encerraron quiero  que sepas que no puedo olvidar tu voz, no te escapas ni un segundo de mi mente, eres inalcanzable, eres lo más deseable, eres fruto prohibido y todo porque ellos ya lo saben.

Por favor respóndeme y dime que todo lo que vivimos fue verdad y que, en algún lugar, me estás esperando.

Adiós, Juli. Te amo.

Nota escrita con la colaboración de Mina Murray


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