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Lunfardos que usaba tu mamá para darte una paliza

Si rondas entre los 25 y los 100 años es casi imposible que, al momento de cobrar una merecida paliza por haberte mandado alguna, tus viejos no se hayan mandado alguna de estas espectaculares palabritas. Personalmente me traen un recuerdo hermoso, de mi vieja con un peinado ochentoso onda Sarah Connor de Terminator 1 o mi viejo con un bigote montonero dándonos goma a mis hermanos y a mí por habernos mandado alguna cagada.

¿Y quién no cobró de chico? ¿Quién no les convirtió en un infierno la siesta a los viejos? ¿Quién no se llevó materias? ¿Quién no reventó con la fóbal aquel vidrio de la ventana? Todos corrimos… a todos nos alcanzaron, todos cobramos… casi ninguno aprendió. Esta mal pegarle a los hijos, pero muchas veces nos lo hemos merecido hasta el hartazgo. Acá le dejo el top 10 de lunfardos diabólicos que nuestros viejos han esbozado para ajusticiarnos, con una breve explicación personal de cada uno:

Mamporro

¿Está hablando del fasoooo? No… estoy hablando de una especie de golpe marcial realizado por la región hipotenar de la mano, tendiente a marear al niño en cuestión.

Zona desde la cuál era generado el golpecito.

Sopapo

Se te venía la noche… no estaban hablando ni del genio blusero ni del elemento para destapar inodoros, sino de una serie de correctivos seguidos de una penitencia carcelaria.

¿Sopapa? Noooo, ¿Pappo? Nooooo, ¿Sopapo? ¡Siiiiii!

Chirlo

Este ajusticiamiento se daba cuando medías menos de 1,20 y te podían manipular cual muñeco de trapo, sentarte en la falda del papa, bajarte los lienzos y darte con la palma hasta hacerte brillar los cachetes del culo.

El culito te quedaba brillante luego de este castigo.

Schiaffo

Si tus viejos eran de descendencia italiana, cuando se enojaban… se enojaban en serio. En su ataque de ira volcánica, no solo te sacudían de lo lindo, sino que lo hacían en otros idiomas. La traducción es “bofetada”, pero la vena con la que te la impartían, no se lee en ningún diccionario (salvo en alguna de esas pijas de los derechos humanos)

Figlio di puttana!

Tatequieto

Este castigo era cortito y al pie, un relámpago violento, preciso y certero. Era una especie de advertencia para que dejemos de hacer lo que estábamos haciendo, generalmente propiciado en reuniones populares, donde quedaba como el orto otro accionar. El mismo consistía, generalmente, en un golpecito táctico y seco en la nuca.

Rápido y furioso, te bajaba decibeles en el acto.

Tunda

La tunda era una de las peores de todas, ya que era una mezcla de retos y combos de boxeo que encima terminaban con una penitencia. Esta se era dada cuando el receptor se mandaba alguna cagadita interesante y desataban la ira del exorcista del papá contra los diablos de los hijos.

¡Ahora si que se te viene la noche diablo! ¡Vete! ¡Vete al infierno!

Guascazo

La guasca es un modelo de cinturón, por lo que lógicamente un “guascazo” era un correctivo aplicado por medio de este satánico elemento de tortura familiar. Sentir que tu viejo venía y que las hebillas tintineaban era el sonido del infierno, se te armaba la gorda seguro.

Ese castigo era lo peor, por la previa y por los ronchazos.

Toletole

El “toletole” era una amenaza de la que se te iba armar si seguías haciendo lo que estabas haciendo o porque estabas en un lugar demasiado público como para que tus viejos te fajen. Era una especie de promesa de golpiza asegurada y certificada por la firma de los papis.

«Seguí portándote mal y vas a ver el toletole que se te va a armar»

Ñoqui

El ñoqui era similar al “tatequiero” solo que cargado con algunos grados más de vena y violencia, porque se generaba con el puño cerrado y no con la palma de la mano. Te la estabas mandando de lo lindo.

Un «tatequiero» con puño cerrado… eso era el nefasto «ñoqui»

Viava

La viava era cuando, luego de que te dieran cualquiera de los ajusticiamientos antes propiciados, te agarraban medio desprevenido entonces quedabas mareado por la paliza. No sabías si llorar o reírte, generalmente la recibías de arriba y no sabías porqué motivo estabas cobrando.

La viva terminaba en mareo… y no precisamente del divertido.

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