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Masacre en el Hotel Samay Huasi

Soy asiduo visitante y amante del Manzano y sus alrededores, que como muchos, ha pasado por las ruinas carbonizadas del Hotel Samay Huasi. El sábado 7 de Junio del 2003 estalló una caldera en el sótano y el fuego no tardo en consumir el lugar, la destrucción fue total, pero no se lamentaron víctimas fatales, hasta aquí la historia oficial. Los curiosos y amantes del misterio no nos conformamos con esta explicación y después de indagar con gente del lugar, me pasaron el dato de un hombre que había sido guardia de seguridad del hotel, se trataba de Ramón Peralta, de Vistaflores.

Ramón es dueño de un pequeño almacén del pueblo, así que “como quien no quiere la cosa” me acerque al local para charlar con él. Un hombre amable, de unos 60 años, dado para la charla y muy cálido, como suele ser la gente del lugar.

No hizo falta demasiado para entablar la conversación, parecía de esas personas que tenían mucho para contar y nadie que lo escuchaba. Me pregunto que andaba haciendo, le conté que iba de excursión con unos primos de Buenos Aires; que mi idea era dejar el auto en uno de los campings municipales y continuar a pie hasta el Chorro de Las Viejas, pasar por la falda del San Pedro, tomar unos mates en las Ruinas del Samay Huasi (hice una pausa, para dar pie a su contestación).

– No deberían quedarse más que unos minutos, no sé como esa monstruosidad sigue en pie.

– ¿Es peligroso?

– Muy peligroso, pero no por los fierros, lo que hay ahí ni las llamas se lo llevaron. Pero no quiero distraerlo con mis cosas, va a creer que soy un viejo supersticioso. Siga mi consejo, no se demore en ese lugar.

– Nunca creería que es un viejo supersticioso, hay cosas que escapan a nuestra comprensión. Cuénteme por favor, me interesa la historia.

Ramón abrió la puerta vaivén de la despensa y me invito a pasar. Puso la pava, acerco el cenicero y me ofreció un pucho.

“Hace unos 20 años llego al pueblo una empresa constructora buscando gente para trabajar en la construcción de un hotel en el Manzano, pasando lo que es el Paso de Los Puntanos. Era muy buena guita y ofrecían además la posibilidad de continuar en otros proyectos.

El trabajo era durísimo, además del frió, el terreno es muy rocoso, por lo que cada palada era un martirio.

Llevábamos meses de trabajo y todavía no se terminaba con la nivelación. Un día miércoles, tan monótono como cualquier otro, a minutos del almuerzo una de las cuadrillas detuvo su trabajo y llamo al encargado de la obra, el Ingeniero Moretti. Habían encontrado huesos, al principio pensaron que eran de algún tipo de animal, como vacas o chivos, pero lo desecharon al encontrar una mandíbula humana.

El ingeniero detuvo todo movimiento de suelo y llamo al propietario para comunicárselo. El dueño contacto a la policía local y a las horas habían dos móviles cercando el lugar.

La policía forense determino que los restos tenían al menos setenta años de antigüedad, por lo que la investigación siguió a cargo del departamento de antropología de la UNC. Llego un grupo de arqueólogos y para su asombro se encontraron con que no era un simple entierro, sino que se trataba de una fosa común con al menos quince cuerpos en su interior, que databan de mil novecientos cuarenta más o menos.

 

El dueño se agarraba la cabeza cada vez que los escuchaba hablar, sabia que la obra quedaría detenida. No soy hombre de ciencias, pero la gente sabe apreciar mi dedicación, así que estuve desde el primer momento en la excavación. Una de esas noches, mientras cenábamos, el jefe del equipo hizo un comentario que me erizo la piel.

– Se trata de cuatro familias completas, hombres, mujeres y niños. Hay signos de violencia, los mataron como a perros.

Los registros de la época no daban cuenta de ningún hecho de violencia de tales características, mucho menos de la muerte de quince personas, era obvio que el asesino había logrado salir impune.

De un momento para el otro llego el propietario del lugar, junto con una cuadrilla de albañiles y dos milicos. Con una orden judicial ordenaron tapar la fosa y continuar con las tareas.

 

Medio con amenazas, medio con coimas, el dueño siguió con su trabajo.

Intente hablar con los medios, con la policía, con mis compañeros, pero todos me dieron la espalda, hasta llegue a pensar que todo había sido imaginación mía. Quise irme, pero en mi casa recibí un sobre, dentro había una fotografía en la que un antiguo tractor empujaba un montón de cuerpos y una nota que decía “Ojo que entran varios botones mas”.

Hice como si nada hubiese pasado y volví a mi trabajo. En dos años se terminaron las obras y llego el momento de la inauguración.

Vino hasta el mismo gobernador de la provincia, el ágape fue opulento y lleno de lujos.

Esa misma noche el dueño me ofreció convertirme en guardia del lugar, con un muy buen sueldo y una casa propia donde podía vivir con mi familia; con la situación económica que atravesábamos no lo dude ni un instante.

Los primeros meses de actividad fueron todo un éxito; y la ocupación estaba al máximo. Todo cambio una fría noche de septiembre…

Una joven pareja de turistas llamo a la recepción, según ellos se escuchaban gritos y llantos en la habitación contigua., la numero diez. La recepcionista me pidió que fuera a investigar, pero me dijo que en esa habitación no había nadie.

Subí las escaleras y vi en el pasillo a la joven pareja horrorizada, temblando de miedo.

– ¿Que paso chicos?

– Por favor, haga algo, en esa habitación están lastimando a alguien, se oyen gritos y llantos.

Me acerque a la puerta más que nada para dejarlos tranquilos, sabía que no había nadie allí. Pero si había, no eran pasos, no eran llantos, era solo la certeza de que detrás de esa puerta había alguien esperando por mi. Le pedí al muchacho permiso para entrar a su habitación, desde la ventana me podría asomar a la de la habitación número diez y podría ver si había alguien allí.

Con la ayuda del chico me asome y espié en la habitación, sin poder ver nada. Volví a inclinarme con la linterna en la mano, no vi nada.

Me sacudí el pantalón, le di la mano al chico y me fui. Cuando estaba por cerrar la puerta escuche.

– ¿Ivana donde esta? – dijo el muchacho.

– ¿Quien es Ivana? – le pregunté,

– Mi mujer.

– ¿En el baño?

El chico abrió la puerta y negó con la cabeza.

Me asome al pasillo y tampoco estaba allí.

– Debe haber bajado hasta la recepción, estaba muy asustada.

Bajamos hasta el hall, no había nadie, ni siquiera la recepcionista. Fuimos hasta la cocina, nadie.

Del primer piso llegaban ruidos extraños, corridas, risas y gritos ahogados. El chico corrió e intente alcanzarlo, pero su juventud pudo más, solo alcance a verlo entrar a la habitación diez. Corrí hasta que vi como un hombre de tes trigueña salia como si nada, me miro fijo y distinguí en su cabeza un grotesco y profundo corte, que dejaba ver parte de su cerebro. Simplemente paso por al lado mio, sin inmutarse, como si andar con media cabeza abierta fuera algo de todos los días. La puerta de la habitación estaba abierta, entre temblando como una hoja de papel, totalmente desconcertado, de repente el lugar se ilumino y la delicada decoración se transformó en una mugrienta pocilga, llena de gente discutiendo. La puerta se abrió detrás de mi y un montón de hombres entraron pateando todo. Yo lo único que hice fue correr hacia la ventana, sabia que del otro lado estaba el abismo, pero algo me decía que era mejor que esto. Salte hacia el vacío y caí como una roca al piso.

Mis piernas crujieron como dos palos secos, el dolor era insoportable, escupía sangre y dientes, no tenía fuerzas para nada, solo me entregue a la muerte, de milagro vi como salía el sol entre las montañas y un tipo a bordo de una camioneta acudió a socorrerme.

En el hospital me internaron y sostuvieron de las muñecas, como si de un suicida se tratase, nadie en su sano juicio se arrojaría desde un primer piso.

Costó que me hicieran caso pero enviaron a un patrullero hasta el lugar, misteriosamente desapareció. Una dotación de bomberos llego al hotel, treparon por una de las ventanas y no encontraron absolutamente nada, solo el móvil en la entrada, pero no había rastros de los policías, los huéspedes o los empleados del lugar. Seis personas desaparecidas como si nunca hubiesen existido.

Cuando se dieron cuenta de que no era solo un loco delirante, me consultaron y oyeron asombrados mi historia. Les conté de la foto que había recibido y comenzaron a investigar. Aunque todo quedó bajo secreto se sumario. No informaron a los medios, ni a nadie… lógicamente había poder detrás de esto.

La investigación llegó hasta un viejo del lugar, el testimonio del anciano octogenario los dejó a todos helados.

Corría el año 1936, cuando el señor Eustaquio Gutiérrez llego a estas tierras, nadie sabe cómo, pero en cuestión de meses consiguió amasar una enorme fortuna. Su intención era instalar un complejo vacacional, de avanzada para la época. Contó con amplio apoyo de la comunidad, salvo por un grupo de familias a las que se pretendía despojar de sus tierras. Al parecer habían comprado hacia años el lugar, pero habían sido embaucados. Eustaquio busco solucionar el conflicto, pero fue en vano, no daban el brazo a torcer.

Una noche y con la excusa de llegar a un acuerdo convoco a las familias a una reunión en el rancho de una de sus fincas. Las familias llegaron todas juntas y las esperaba un abundante banquete con mucho vino además. Pasaron las horas y el anfitrión no llegaba, los ánimos estaban caldeados y comenzaron a discutir su futuro. Los gritos les impidieron escuchar a los caballos acercarse, una partida de milicos irrumpió por las dos puertas y a palazo limpio los hicieron callar. Cuando todos los adultos estaban moribundos Eustaquio bajo de su coche, le acercaron una pesada hacha que observo con detenimiento, señalo a uno de los hombres y lo arrastraron hasta el palenque, dejo caer el hacha con violencia, esparciendo los sesos por todo el lugar. Los gritos y llantos se hicieron insoportables, uno tras otro fue ultimado con inhumana frialdad, mujeres y niños incluidos.

A la mañana tomo uno de sus tractores y arrojo los cuerpos a una fosa común. Parecía disfrutarlo, tanto es así que se tomo varias fotos deshaciéndose de los cuerpos.

El asombroso testimonio del anciano y mío fue corroborado por las autoridades, cuando hallaron la fosa que contenía diecisiete cuerpos en total.

Sin embargo algo no concordaba… a pesar de que eran todas osamentas despojadas de carne, seis de los restos eran modernos, de solo tres meses de antigüedad.

Las pericias confirmaron que los restos eran de las personas desaparecidas.

El lugar fue clausurado, pero a los meses ya se hablaba de una nueva inauguración, por lo que apenas pude ponerme en pie tomé la decisión más difícil de mi vida… fui con un bidón de nafta e incinere el lugar.

 

Nos gustaría creer que el sentimiento mas fuerte y perdurable es el amor, pero la historia nos confirma que es en realidad la venganza y el odio. Mas de setenta años sepultados sin ceremonia, sin una flor que les haga honor, los muertos buscan abandonar su condición de exiliados. Como venganza ya cobraron seis víctimas, hay once esperando su turno…

 

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