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Memorias de un patovica: «Por puta te saco»

Cabe aclarar que por ese entonces trabajaba en el boliche más top de Mendoza.

Pero nunca es una noche de boliche si no tenés un “problemita” En este caso en particular, aconteció con una parejita un poco desbocada.

Viernes 5 am. Todos  los parroquianos tranquilitos, bailando y tomando sin mayores novedades. En el medio de la pista, me llama la atención la aparición y desaparición de una cabecita femenina… ¡ahí está! ¡Ahí no! ¿Qué mierda pasa? Sigilosamente me muevo hacia el lugar, tratando de dilucidar el tema. Achicando los ojos como para ver más lejos, entre la gente y el humo. Pasan unos segundos y se apea otro patovica, que también había notado los extraños movimientos en medio del bailoteo. Buscamos ubicación y plantamos bandera.

Una morocha (que a cierta distancia se veía rica) bailaba (¿bailaba?) eróticamente con un señor cincuentón con cara de pancho.  Digamos que no me gusta joder las pelotas gratis, pero en cierto momento del baile la morocha se pasaba de erótica a pornográfica. Le subía y le bajaba por las piernas al señor, que transpiraba como testigo falso ante la expectativa cierta de tener que ir a coger y no haber conseguido la pastilla azul.

La gente a su alrededor ya miraba con cara de desaprobación y ese era el pie que necesitábamos para inmiscuirnos en el asunto. El patovica que estaba conmigo encara al señor pancho con cara de éxtasis y le habla al oído. El mencionado hace una inclinación de cabeza en gesto aprobatorio y mi compañero se retira unos metros hacia atrás. No pasaron 2 minutos de este suceso y la morocha con la remera anudada en la espalda dejando ver su carnes fofas se alteró. Parece ser que esta ya no aguantó la respiración y se relajó y el mondongo salió de la costura del jeans, danzando el baile del vientre como un flan… otra vez, la agachadita, otra vez la franeleada de bulto y… ¡y ya está! ¡Dejate de joder! Es mucho… me le voy al pancho, me pongo enfrente y le digo…

-Señor, lo voy a acompañar hasta la salida. Por favor… – Ccon un gesto le indico la salida. El tipo incrédulo, y como queriendo explicarme algo, da media vuelta y salimos hasta el hall de recepción.

Intertanto mi compañero hacía lo mismo con la morocha del mondongo alocado.

Una vez ahí, el señor pancho me espeta:

-¿Porqué me sacás?

–Porque usted señor, no se atiene a las normas de convivencia del lugar…

Y en ese momento escucho a la morocha hablando con mi compañero…

– ¿Y a mi porqué me sacás?

– Te saco por puta!…

Honestidad brutal que le dicen….

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