/Memorias de un Patovica: ¡Si hay gente rara en Mendoza!

Memorias de un Patovica: ¡Si hay gente rara en Mendoza!

Si hay gente rara en Mendoza son los asiduos concurrentes a las fiestas electrónicas. Frikis, punkitos, veteranos y veteranas, pendejillos y pendejillas, pibas góticas y skaters de 30 y pico de años… Una amalgama de personas, un crisol de tendencias, un quilombo ¿vió?

Esa noche pinchaba discos el típico exponente nórdico de esta música. Minimal House no sé que orto. Asgard Iverson, es el nombre del susodicho y tal como su nombre, no se le entendía una puta palabra, ni en noruego ni en inglés.

Se me acerca uno de los organizadores de la fiesta electro, y me pregunta por algún lugar para ir a comer, él, su grupo, los iluminadores, musicalizadores y el norueguito.

–          ¡Gordo! ¿dónde podemos ir a comer algo por acá cerca?

–          “Verde Nene”… Como ir pueden ir, ahora no te recomiendo llevar a nadie, ya que van a comer al borde de la acequia. Es un delivery…

–          Bueno… ¿tenés cómo comunicarte con ellos? ¿Me hacés el favor?

–          Seguro… ¿qué van a comer?

–          Y… empanadas y pizza… que me manden 2 docenas de empanadas y 2 pizas especiales.

–          OK, te aviso cuándo estén con la comida.

Llegó la comida, se pago y la comitiva se instaló a comer. El noruego le entraba a las empanadas de una manera… parecía un Somalí a fin de mes y chupaba vodka saborizado de vainilla como un camello con fiebre.

–          ¡Nene! – Le digo al organizador / promotor /manager – El rubiecito este se va a agarrar una cagadera mortal…

–          ¡No qué se va a agarrar! El ya ha comido empanadas…

–          Bueno… (Lo que no lo dije es que no había comido “estas” empanadas…)

Reunión de HQ: Todo el personal de seguridad reunido, esperando las instrucciones y los tips de la noche.

–          Bueno muchachos, hoy es una noche especial. ¿A qué me refiero? A que debido al público que esperamos que venga, debemos ser condescendientes…

–          ¿Condescenqué?

–          Tolerantes…

–          Bien, tolerantes… me refiero a que si los ven tomandose una pastillita… o fumando alguito… bueno… ¡No los saquen a patadas en el orto!

–          ¡Pero vamos a tener que aguantar a una manga de borrachos y drogados! – Fue la protesta generalizada…

–          No, no aguantamos una mierda – Intervengo poniendo paños frios – Utilicemos el criterio. Si se portan bien, perfecto y si se portan mal, patada en el orto… Pero siempre con respeto y tolerancia…

–          A eso me refiero – Dijo el  organizador / promotor /manager / – Sean tolerantes sin prejuicio de que si se la mandan… bueno… hagan lo que tengan que hacer.

–          Listo. Ustedes tres, a la puerta principal. Vos y vos a la taquilla. Y ustedes, a los puestos fijos asignados desde siempre.

La joda (la del Noruego) debía arrancar a las 2.00 horas, lógicamente en el interín estaba tocando un crédito local. Punchi, Punchi, Punchi, 2.30 horas y el noruego ni aparecía… 2.40 igual, la muchachada se ponía loca, 2.50 y ya empecé a preocuparme por la integridad del boliche y la salud del  organizador / promotor /manager.

–          Hey organizador / promotor /manager / ¿¿¿qué mierda pasa con el noruego????

–          Está con cagadera….

–          Apúralo porque esto se desmadra….

–          Ya sale, ya sale….

Y al fin salió… tarde, demacrado y con papel higiénico pegado en las zapatillas. Punchi, Punchi, Punchi… se armó la fiesta y con ella, los excesos.

Desde mi estratégica ubicación, podía ver la totalidad de la pista, la entrada a los baños, la salida principal y la salida de emergencia. Durante la previa, estas locaciones mencionadas, eran normalmente transitadas por los parroquianos, pero una vez que el noruego encendió la fiesta, estos lugares ya eran un pandemónium. Entraban al baño agarrándose de las cascaritas de la pintura de las paredes y salían nuevos, derechitos, duritos. Los que antes bailaban apenas con un contoneo de caderas y siguiendo el ritmo con la patita, ahora saltaban como poseídos. Y las salidas que antes estaban tranquilas… increíblemente, seguían tranquilas.

–          Qué raro nene –  le digo a un compañero.

–          ¿Por?

–          No han sacado a nadie… ni por las buenas ni por las malas.

–          ¡Pero si nos dijiste que fuésemos tolerantes!

–          Si, claro… ya vengo, quédate acá jugando de 5 que yo voy a dar una vuelta.

Caminando entre la gente y observando (y olfateando el olor a faso en ciertos lugares), daba como asquito, pero se portaban bien… de igual  manera me les acerco y les hago un gesto de reprobación. Los pibes se hacen los boludos y apagan el fasito… – ya lo van a prender de nuevo… me digo para mis adentros.

Sigo camino en dirección a los baños y el pibe que está en ese lugar para mantenerlo limpio, me mira con los ojos desorbitados. Me acerco y me dice:

–          Mire ahí don… en el privado del fondo – Miro y lo que veo es a tres personas haciendo fila para entrar, pero éte aquí que lo raro era que los mingitorios estaban vacíos.

–          Se están dando unos “sakes” – le digo al pibe de mantenimiento – no les des bola, pero si se ponen chotos, avísame.

–          ¡No soy tan pelotudo Don! – Me dice el pendejo – Mire usted bien…

Vuelvo sobre mis pasos, entro en el baño privado contiguo, me subo al inodoro, para poder ver dentro del otro y…

Le estaban dando masa a una pendeja… perdón, me voy a expresar mejor. La pendeja se estaba cogiendo a un flaco, con una enjundia digna de Tory Black (solo para entendidos).

¡A la puta! Salgo del bañito y encaro a los que estaban en la fila…

–          ¿Qué hacen acá?  

–          Esperamos…

–          ¿Me están jodiendo?

–          En lo más mínimo – dijo el otro…

–          Rajen de acá antes de que me enoje… ¡Si no cojo yo, no coge nadie!

Por radio me comunico con el personal femenino de la seguridad para que viniera a poner orden con la chica y que de paso, viniera con un refuerzo por las dudas de que se retobaran los que se quedaron con las ganas de garcharse a la flaca…

La patovica, se encargó de más o menos vestir a la desaforada para proceder a sacarla por la salida de emergencia, mientras que nosotros escuchábamos las quejas de los tres que se quedaron sin garchar…

–          ¡Jefe no sea malo! – Expresaban a los gritos – ¡¡¡La pastilla de éxtasis es carísima y la pagamos entre los cuatro!!!

Hijos de puta… no les voy a contar como terminó este diálogo, porque si les cuento, me estaría incriminando. ¡Pero que gente rara esta de las partuzas electrónicas!

“Las mujeres necesitan una razón para tener sexo. Los hombres sólo necesitan un lugar” (Billy Crystal)

Fuente de la imagen:
ilustrae.com

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