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Una increible historia con mi jefe

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Si creen que esta nota va dedicada a mi actual jefe Richard Bomur, de entrada les digo que no, no es para él, si la señora Bomur se entera que lo estoy acosando voy a cobrar, así que voy a proseguir con una más de mis historias.

Hace más o menos un años, había dejado el café en donde laburaba porque había cambiado de dueños y junto con eso el personal así que me puse en campaña para conseguir otro trabajo. Ya le había agarrado el gustito a lo propio y ese verano no quería andar sin plata y quería hacerlo antes de entrar a la facultad.

Buscando y buscando encuentro un puesto de trabajo como recepcionista en uno de las miles de hostels de Mendoza. La entrevista era para el otro día así que tenía que pensar en que ponerme porque la primera impresión siempre tiene que ser buena.

Temprano en la mañana llego a lo que quería que fuera mi futuro trabajo y me recibe Hernán Santos, encargado e hijo del dueño: Alto, 1,80 aproximadamente, de unos 26, 27 años, pelo castaño claro, ojos marrones avellana y una sonrisa increíblemente atractiva. Sí, ya se, le saqué la ficha al toque, pero ¿Cómo no?

Durante la entrevista me tiré flores hasta en el traste, quería ese trabajo y no por el sueldo específicamente, le comenté de mi título como profesora de inglés y que se yo que más le mandé y entre tanta charla, quedamos en que fuera el sábado en la mañana para empezar. Yo, más feliz que Curty en una fábrica de purpurina.

Primer día, estuvo conmigo la mayoría de la mañana explicándome como era el tema de los teléfonos, el hospedaje, las reservas y todo lo que suponen que se debe hacer en un hostel. Digamos que yo estaba más pendiente en apreciarlo que en escuchar lo que decía pero me di cuenta que si seguía así iba a durar en ese trabajo menos tiempo de lo que él con ropa, en una habitación bajo llave, conmigo dentro.

Ya había pasado un mes de trabajar ahí y con Hernán no había mucha relación: era esa mezcla de hombre serio y simpático, no hablábamos tanto y tampoco pasaba mucho tiempo en el lugar, sino encargándose de la parte administrativa con Rosario, su hermana, con la que compartía el puesto de recepcionista.

Una de las veces en las que salí en la tarde, me pasa a buscar mi mejor amigo, Leandro. Cuando llega lo saludo de esa manera tan efusiva que algunas mujeres tenemos, con abrazos y besos incluidos y en eso entra Hernán, se nos quedó mirando y se fue. Obviamente, y aun que no me diera ni un cacho de bola, no quería que el pensara que Leandro podía ser mi novio, así que lo solté y como buena empleada, fui y me despedí de mi jefe.

-Ya me voy Hernán, ¿Necesitas algo más?

-No, no, anda, está bien, no hagas esperar a tu novio.

-¿Leandro? No, no es mi novio, es un amigo, pero sí, mejor no lo dejo esperando. Nos vemos.

¿Acaso eso había sido una escena de celos? Fue lo primero que pensé, o al menos eso pareció, pero no le di mucha bola igual… Mentira, estuve toda la tarde machacándole la cabeza a Lean con lo que mi jefe me había dicho, parecía una nena de 15 años porque MUJERES.

Al otro día, como no había nadie para atender en la recepción, me voy a la cocina para servirme algo fresco y de frente a la heladera siento que me agarran de la cintura, me doy vuelta y veo que era Hernán. No sé cuál habrá sido mi cara pero me preguntó si me había asustado y si estaba bien, no me quiero imaginar mi expresión de foca sorprendida, en fin, me hice la que no me había importado y nos pusimos a hablar. Charlamos bastante, hablamos de películas, música, de su familia y la mía y de todas esas cosas que decimos para darle buena impresión al otro. Antes de volver a la recepción me preguntó si me pintaba ir a tomar algo en alguno esos días. Lo primero que pensé fue “¡¡¡Vamos la puta madre!!!” y después de disimular mi felicidad, le dije que si, que no había drama. Era martes, así que quedamos para el sábado en la noche, cuando saliéramos del hostel.

Esa tarde antes de ir a trabajar me depile hasta los dedos del pie, por si las dudas y si la situación lo ameritaba, también me lleve otra muda de ropa y partí para mi trabajo.

Esa tarde y los demás días había estado hecho un divino, me hacía chistes, me había estado mandando mensajes, incluso empecé a creer que al haberme visto con Leandro, se avivó y me empezó a dar pelota.

Ya eran las 22:30, Rosario ya había llegado y yo me estaba arreglando para irme con Hernán.

Nos fuimos a tomar algo a uno de los barcitos del Arístides, nos sentamos y pedimos unas cervezas. La noche estaba hermosa.

Empezamos por donde nos habíamos quedado esa vez en la cocina, hablamos de muchas cosas toda la noche, de sus amigos, de mis amigos, como Leandro, de la facultad, de comidas, etc. Yo pensaba “Como la pegué con este flaco” y ya casi por irnos me dice:

-¿Te puedo hacer una pregunta?

-Sí, decime (Tenía el sí, casémonos ya en la punta de la lengua, eeeee)

-Tu amigo Leandro, ¿está saliendo con alguien?

La pregunta me confundió un poco.

-No, no, que yo sepa no, ¿Por qué?

-Porque es lindo, estaba pensando en que podrías pasarle mi teléfono y salir a tomar algo.

-¿En serio? ¿Me estás cargando?

-No, en serio.

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Si ustedes esperaban un “Me re gustas, vamos ya mismo a un telo” les comento que yo también me lo esperaba, pero no, Hernán era gay, jamás lo hubiera imaginado, es esa clase de homosexuales a los cuales no se les nota, como a Leandro.

Tenía ganas de mandarlo a la mierda e irme pero no, no daba, me puse a pensar en lo boluda que me había visto y en donde mierda me metía a los tres hijos, el gato y la casa de fin de semana que me había imaginado con él. Me quedé callada unos segundos y el volvió a hablar:

-¿Estas bien? No sabía cómo decírtelo, perdón si te decepcione. Sos hermosa e inteligente pero no me gustan las mujeres.

-Estoy bien, solo un poco sorprendida. Igual me lo podrías haber preguntado en el trabajo, no invitarme a salir ¿Me queres caer bien para hacerte el gancho con mi amigo?

-Sí, más o menos, pero posta que me caes muy bien en serio, y me encantó salir a tomar algo con vos.

Le pase el número de Leandro y me llevó a mi casa, yo todavía me sentía lo suficientemente ridícula como para hablarle en el trabajo. Me hacía la chota y trataba de hablar lo menos posible: Que fuera gay no quería decir que me hubiera dejado de gustar ¿no?

A los días mi amigo me contó que se estaban mensajeando y que Hernán también le parecía lindo, que era interesante y muchas cosas que yo ya sabía porque ya me las había contado el mismo.

Las cosas no quedaron ahí, ellos empezaron a salir y la cosa se tornó todavía más incómoda cuando empezó a venir a nuestras salidas de amigos, era todo muy loco, yo le tenía un poco de rechazo al principio pero después empecé a mirarlo con otros ojos, ya no lo quería violar, bah, si, si quería, pero eso de obligarlo no me pintaba, así que me saqué la idea de la cabeza.

Estuvieron saliendo por mucho tiempo, pero a Hernán le salió una oferta de trabajo en el exterior y con Leandro prefirieron quedar como amigos, onda que las cosas a la distancia no funcionan del todo bien, pero no dudo que cuando Hernán vuelva a Mendoza, vuelvan a estar juntos otra vez.

Seguro ustedes se imaginaban una noche de locura con mi jefe en el hostel en donde nos descubría un yanqui hermoso hospedado ahí y le pintaba el trío, pero no, es como ese dicho que dice “Todos los lindos o ya están ocupados o patean para el otro arco” bueno, es la posta, se los digo yo que lo viví.

Si esto hubiera pasado con Bomur, esto no habría pasado o tal vez ya estaría muerta, lo cual es lo más probable. En fin, ojo al piojo, antes de hacerse la película que yo me hice estén seguras de que mínimo, le guste el sexo opuesto y después se hacen las ricas.


 

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