/Mi primera vez y porqué amo el folclore

Mi primera vez y porqué amo el folclore

Tenía sólo 16 años y andaba con las hormonas a 10 mil por hora, ósea no todo ha cambiado, pero ahora no le puedo echar la culpa a la adolescencia. Lo peor de todo, era que mis perspectivas de “verle la cara a Dios” eran nulas, de haber sido cura hubiera estado más cerca.

Pero uno de esos días de verano, en los que las chicas regalan al mundo su vista, llegué a casa y un amigo me dijo…

– Gordo, la Hortensia anda preguntando por vos.

– ¿Que quiere la Hortensia?

– Le gustas boludo.

Entonces se presento ante mi la oportunidad de verle la cara a dios y no iba a dejarla pasar. Esa noche casi no dormí, pensando en cómo hacer para encararla, ¡¡por Dios que cagazo que tenia! En mi cabeza imaginé mil situaciones, encararla de frente, mandarle una cartita, o directamente darle un cachiporrazo y salir corriendo, por cochina.

El día siguiente me levanté decidido a encarar a la chica en cuestión, el problema es que la inexistencia de redes sociales me ponía en la difícil situación de ir y tener que tocar a su puerta. Los desenlaces que masticaba eran 3:

1- Toco la puerta y atiende Hortensia:

– Hola, ¿tenes chicles?

– ¡¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy Curleeeeee!! Asqueroso cochino, saliste desnudo de tu casa.

Resultado: me ve el padre y me dispara.

2- Toco la puerta y me atiende el hermano:

– Hola loco ¿está tu hermana?

– ¡Papaaaaa acá está el que quiere desflorar a la nena!

Resultado: me ve el padre y me dispara.

3- Me quedo durmiendo en mi casa:

Tocan la puerta y atiende mi vieja.

– Curleeeee te busca el papa de la Hortensia.

Resultado: me ve el padre y me dispara.

Ante este abanico de posibilidades tomé coraje y fui a la casa de Hortensia. Allí estaba ella toda esplendorosa rascándose el traste, mmmm…

– Hola Horte.

– Ey Curlee ¿cómo andas?

– Aca ando, ¿tu papa?

– En San Juan.

– Menos mal Horte.

– ¿Por qué?

– Porque… porque, esteeemmmm… – “Te quiero voltear, te quiero invitar a tomar un helado, quiero tener hijos feos con vos”, pensaba.

– Ay dale pelotudo, ¡habla!

– Mira Horte, el Geroncio me dijo que te gusto.

– ¡Y siiii! puede ser, ósea, igual si tu hermano esta solo también me gusta.

– Bueno entonces, ¿salimos a tomar una coca al parque?

Concretamos una cita en el parque San Vicente, esa mañana fui al centro de salud y me dieron 150 forros, obviamente se dieron cuenta que no tenía ni la más puta idea de cómo se ponían y tal vez con suerte uno iba a cumplir su cometido. Nos vimos en el parque y yo decidí vestir un jean suelto, para camuflar cualquier levantamiento indígena.

Cabe decir que en ese no tuve mi habitual derroche de palabras, sino más bien fui una tumba.

¡Ayyy pero cuando la bese! ¡Ayyy Dios cuando la bese! Fue un momento mágico, mi primer beso (Aaa no lo había dicho, no sólo era virgen, sino que además nunca había besado a nadie) ¡¡Dios mío!! Desconocía que la boca humana tuviera tantos dientes, pero todos, absolutamente todos los choque, desastroso lo mío. Pero en fin, había dado el primer paso, faltaba el ansiado momento.

Vaya a saber con que ganas está chica siguió buscando mi compañía, y yo obviamente no tenía donde concretar el encuentro, no tenía guita (constante que aún perdura) y además en ningún telo iban a dejar entrar a dos adolescentes.

Como siempre, pude contar con un amigo fiel, el mismo que había acercado posiciones me ofreció su casa para hacer cositas, siempre y cuando Hortensia llevará una amiga. La semana siguiente Hortensia fue a la casa de mi amigo acompañada de una amiga. Cabe resaltar que el único virgen era yo, y estaba más emocionado que peronista en la choripanería “El Compañero”. No pasaron ni 10 minutos hasta que la cosa se puso hot y yo entusiasmado fui hasta la pieza, obviamente la más chica de la casa.

Fue un momento mágico, las flores caían desde el cielo raso, la cama se convirtió en un lugar de placer incomparable. ¡¡Eso es lo que yo esperaba al menos!!

Mi idea de la vagina y sus alrededores era algo somera, a mi viejo le había preguntado cómo era más o menos el tema y él me dibujo en una servilleta un croquis de la anatomía femenina, con eso y las películas de la Cicciolina, debía bastar.

Entonces la ví… en la zona que me había indicado mi papá… ¡¡Nunca pensé que la cara de Dios se pareciera tanto a Horacio Guarany!!

Usé seis forros, pero no porque hubiera sido un semental, si no porque tiré cinco antes de atinar al objetivo.

En el cenit de mi experiencia, tocan la puerta y se siente un agudo grito…

– Curleeeeee, ¿que estas haciendo?

– Cagamos, ¡mi mama!, le va a contar a tu papa, tu papa me va a disparar, ¡¡soy demasiado joven y sexy para morir!!

Me puse los pantalones como pude y salí desesperado a atender la puerta, mi corazón salía del pecho, estaba muerto de miedo. Abrí la puerta y ahí estaban “mis amigos” dúo dinámico de la burla, manga de hijos de cabrones.

Así que me volví para continuar la charla con el Horacio Guaraní que tenía la Hortensia allá abajo.

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