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Microcuentos incómodos

El mandinga mamut

Los monstruos son reales, y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan”
Stephen King

El mandinga mamut se aparece en las noches sin luna.

Su apariencia de paquidermo prehistórico diabólico (con cuernos, maldad y esas cosas) aterroriza a los que se animan a salir a la calle.

Su bosta huele a azufre.

Se le acerca a la gente con su ojos de demonio soñando y barrita haciendo estallar tímpanos y ventanas en varios kilómetros a la redonda.

Nadie se anima a enfrentarlo, no se conoce su punto débil.

Entonces, es evitado por la gente a toda costa, no lo nombran y prefieren matarse antes que darle entidad – hacen como si no existiera.

El Mandinga Mamut se siente solo.

Génesis II

A la luz, Dios la llamó «Día», y a las tinieblas las llamó «Noche». Cayó la tarde, y llegó la mañana. Ése fue el día primero.
Génesis 1:5

Una vez fui un primate, dentro de una nave espacial y lleno de cables que medían mis signos vitales; estaba perdido en mi ignorancia de náufrago.

Me perdí en el estómago del espacio mientras la hambruna y la deshidratación me sumían en una punzante agonía.

Cumplí con creces el cometido de ser un experimento.

En mi presidio cósmico caí en la desesperación. Casi recurro al suicidio, pero desistí un poco por cobarde y un poco por perezoso.

Entonces, como último recurso, me alimenté de materia oscura. Algo ocurrió.

Deje de tener hambre, sed y frío.

Pude ver más Allá. Pude ver hacia el Otro Lado. Pude ver de dónde venían los reflejos en los espejos y los sueños.

De a poco fui deshilando la telaraña de las intrigas, sólo con observar.

Me convertí en el Amo de la parte de atrás del Universo. Muchos, demasiados, me veneran. No los conozco, sólo siento su energía como cosquillas en mi ego.

Puntos de vista

Sabe que los hombres son según el mundo: la ternura no cuadra a un soldado.
Willian Shakespeare

Tsunami.

Agua avalancha carnívora avanza.

Golpea la costa de cristal; ésta no se inmuta, el líquido enloquecido la excede y se desbarranca al vacío como un suicida enamorado.

El agua cae a la velocidad de la luz. Explota al chocar contra la materia impenetrable del mantel sobre la mesa.

Forma una plácida laguna, que parece estar entre nubes flotando.

El mantel a cuadros la engulle, sólo queda algo parecido a una sombra de Hiroshima.

Otra gota cae del vaso y forma un nuevo espejo sobre la tela a cuadros verdes y rojos.

Alguien patea la mesa accidentalmente. Tsunami, gota termonuclear y todo comienza de nuevo…

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