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¿Miradas que matan?

Esta semana, hace dos o tres días, hablaba con un amigo de un tema importante de la vida y siento vibrar el celular, por supuesto, de inmediato, lo agarro para ver quién era el que milagrosamente había decidido escribir, sabía que alguien quería decirme algo, porque todos mis grupos están silenciados y en ese momento, mi amigo me atacó diciendo “¡deja ese teléfono, si estás hablando conmigo me miras a mí!”.

Muchos consideran que la tecnología, en si los teléfonos, pasan a ser una falta de educación en el uso con personas en medio de una charla, reunión, almuerzo, cena o cualquiera de estas situaciones. No sé si es tan grave al punto de tomarlo así pero por supuesto que es bastante incomodo hablarle a alguien que escribe y hace gestos mientras está en comunicación con otra persona, uno queda sin saber de qué se ríe el que me acompaña, porqué se enoja, con quién pelea y seguro de forma automática sacamos nuestro celular para no quedarnos atrás y sentirnos acompañado en ese momento que no se sabe para dónde mirar.

Uso el teléfono como ejemplo porque hoy en día es el caso más puntual que tenemos, pero la televisión también lo es, te lo digo a vos que a la hora del almuerzo o la cena lo primero que haces el prender el televisor y hablas con el que tenes al lado, pero haciendo contacto visual con “la caja boba” ¿o me equivoco?

Después que me pasó esta situación me puse a observar en el mismo lugar donde estaba comiendo a la gente que estaba a mi alrededor. Puedo asegurar que arriba de todas las mesas había mínimo dos celulares y no faltó oportunidad para que fueran desbloqueados a lo largo de no sé, ¿media hora? Esto nos lleva a no mirar a los ojos a las personas con las que estamos viviendo el día a día, cuando uno está en un momento incomodo con alguien lo primero que hace es mirar el celular para ver la hora, para distender un poco la situación y dando lugar a la posibilidad de escapar de la mirada analizadora del otro. Vivimos en un momento en que la desconfianza reina entre las personas, y entonces ¿Cómo armamos un vínculo íntimo y confiable con una persona si no tenemos la capacidad de mirarle a los ojos?

También es cierto que cuando nos miran directo a los ojos tenemos la sensación de que nos observaran por un hueco en la pared, es una emoción muy compleja que nos hace sentir vulnerables, que nos saca del estado de paz interior y nos expone al análisis del otro.

Hay personas que dicen que la mirada es el reflejo del alma, y es la pura verdad, no es necesario conocer en profundidad a la persona para ver que tiene la mirada triste, la mirada revela honestidad, amor, lealtad, sensibilidad, orgullo, inocencia y tantas otras cosas que se pueden ver, se puede sentir e incluso intuir mirando a los ojos a las personas, muchas veces es la mirada la que nos delata sobre cómo nos sentimos.

Mirarse a los ojos es un ejercicio que requiere valentía y coraje, puede generar nervios e incomodidad porque estoy invitando a la otra persona a verme, a descubrirse y descubrir lo que hay en mi interior, mostrar a la otra persona quien es en realidad el que está bajo las máscaras que salen a la calle día a día.

Invitémonos a mirarnos más a dejar de lado en las charlas los celulares, a volver a conversar en la mesa con nuestros acompañantes, sean pareja, amigos, compañeros de trabajo o familia, no perdamos la sana costumbre (si es que no está perdida) de no virtualizar la comunicación.

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