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¿Por qué se enviagran los pendejos?

Un estudio de la Escuela de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Maimónides, realizado el año pasado, reflejó un aumento significativo en los últimos años, del consumo de drogas de la familia de los inhibidores de la fosfodiesterasa-5, que se emplean para tratar problemas de erección. Según se desprende del informe, 3 de cada 10 consumidores de la droga tienen menos de 21 años, mientras que un estudio previo, liderado por la misma institución, había arrojado que el 20% incurría en esta práctica.

Hablando con un amigo farmacéutico me certificó este dato e incluso me comentó que para él, la cifra es mayor. Me comenta que el 40% y hasta el 50% de las ventas de Viagra (nombre de la droga más conocida) son a menores de 30 años.

Entonces yo me pregunto… ¿Por qué se hace uso de este medicamento en personas jóvenes y sin problemas? Esta pregunta la llevé a una especie de encuesta entre mis amigos y allegados y les comento las conclusiones…

He resumido el motivo en dos grandes causas, una muy marcada a la cual le atribuyo un 90% de culpa y otra más suave, pero no menos importante, a la cual le atribuyo el resto del motivo del consumo.

La principal causa es la imperiosa necesidad de quedar como un groso, es el miedo al fracaso, el terror al escrache y el pánico que ser tildado como un flojo en la cama. En la sociedad actual no sos un groso si estás enamorado de una mina y compartís con ella tu vida y tu cama, sino que sos un groso si te volteas una mina distinta todos los fines de semana.

Por más que nos hagamos los bananas, los que sabemos diferenciar el amor del sexo, que nos creamos que podemos pensar con dos cabezas por separado, la realidad y la psicología dice lo contrario. Hay un vínculo, una conexión necesaria, una “piel” que respetar, que seguir, que manejar y que se pierde en relaciones casuales, que no existe o que es muy sensible. La carencia de este vínculo, debido a lo vertiginoso de las relaciones actuales, es lo que lleva al hombre común al fracaso sexual. Importa más el “que dirán” a lo que sentimos. Importa más que ella acabe cien veces a que sienta algo yo. Importa más contar mujeres a disfrutar con una. ¿Y que pasa si la cosa no funciona? Ante ese miedo, ese cabal conocimiento de que vamos a fallar, decidimos consumir una droga que engaña a la psicología (porque el problema está en la cabeza de arriba, no en la de abajo) y hace que se nos ponga tieso todo el cuerpo.

Los efectos físicos son soberbios… y es lógico: una droga creada para que la sangre de un cincuentón circule con más fluidez en el pene (cosa que con la edad deja de pasar) ingerida por un pendejo al que la sangre le bulle, da como resultado una erección instantánea, con posibilidades de hacerlo el triple de veces más que lo normal, al ver esa erección, olvidamos todos los problemas y hasta creemos que aguantamos más gracias a la pastilla. Lo que se les escapa a los jóvenes es que la realidad es otra y cuando caen en esa realidad, prefieren consumir la pastilla en forma habitual, generando un vicio que obviamente tiene efectos negativos en el cuerpo, como cualquier droga. El problema arranca por lo psicológico y repercute en la salud.

La causa secundaria, y aunque es en mucho menor porcentaje, pero llama muchísimo más la atención, es atribuida a la pornografía. Mediante la globalización y el uso de internet, el acceso a la pornografía es muy fácil. El consumo comienza desde muy chicos y se hace habitual en jóvenes, obviamente sin consentimiento ni guía paternal o de un mayor. ¿Y que tienen que ver las peras con el olmo? Pensarán. La cuestión es muy enroscada, pero sencilla. El porno muestra cuerpos majestuosos, perfectos y sobre todo vigorosos. Enormes miembros erectos y ultra viriles, que pasan tiempos exagerados teniendo relaciones con mujeres infartantes. Un tipo con experiencia entiende que es una película, un joven no. No sabe que hay cortes de escenas, que se hacen muchas tomas, que se para y levanta el asunto varias veces durante el film y que está todo armado para que sea vendible. Si un chico de doce años consume esa imagen de sexo, esa idea de relación, esas formas y prolongación… ¿Qué le queda cuando le toca debutar? ¿Con que se topa? ¿Cómo toma la realidad? Algunos la superan y otros no… esos que no, son los que consumen viagra.

La sociedad actual nos lleva a ser leones, a comernos a los más débiles y cogernos a toda la manada, como animales, olvidando que somos personas, que tenemos sentimientos y que la vida no es un huracán arrasador, sino un viento constante.

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