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Porqué banco a los sanjuaninos

el encon-grid

Hola. Esta es mi historia. Humilde, cortita, real, pero sobre todo lastimosamente cruda. Como la vida misma. Como las almas errantes de aquellos que se amaron más allá de sus propios sueños.

Eran las 7:23 de la mañana e iba conduciendo mi coche por la Ruta 20 a la altura de San Juan, tramo más conocido como “El Encon” por encontrarse en la localidad homónima de nuestra vecina provincia. En eso que iba lo mas bien, me agarra un sueño de cagarse.

Sin mucho preámbulo me dije en voz alta -«Bueno, vamos a dormir un cacho al costado» – y me fui tirando a la banquina despacito,  aminorando la velocidad del bólido. Mientras lo hacía vi pasar un cartel (en realidad yo pasé porque el cartel estaba quieto) con un carancho arriba que decía «ZONA DE MEDANOS”. Cuando detuve la marcha de mi vehículo debajo de un algarrobo, me di cuenta de lo peor: me había parado justo en la base de un médano.

– «Ups, Que cagada.» – pensé, y efectivamente así fue, lo presentí y lo sentí debajo de las ruedas.  – ¡Justo me vine a parar arriba de un médano del orto lleno de arena y la puta que lo re mil pario al dinosaurio que me meó!- fue mi descargo.

– Bueno, ya está. – Entonces con toda la sangre fría y sin perder la calma, puse primera y muy despacio intenté avanzar. Las ruedas comenzaron a girar en falso sobre la arena y nada. Puse marcha atrás y nada. Después  de 4 o 5 intentos mas la arena ya me llegaba al upite. Por querer salir me hundía mas y mas. Como si esto fuera poco me bajé a buscar piedras y no encontré.

– Como va haber piedras si las tiran todas en la cancha estos culeaos, ji ji ji -pensé para mis adentros ensayando un chiste que me hiciera contener el llanto de nena que pugnaba por salir. Continué buscando y buscando y nada.  Ni una piedra, ni un palo, ni una mierda. Solo la mirada del carancho de arriba del cartel clavada sobre mi nuca.

Ya decidido y con los ojos llenos de lagrimas me paré en la ruta a hacer señas. Pasó un pelado en un Siena y ni un gesto. Le dediqué una puteada y recordé que el Siena siempre me pareció un auto de cagones y malandras. Luego pasó un 128 reventado y gaseando a full pero me hice el choto y miré para otro lado, ya que si se paraba íbamos a ser dos los náufragos del desierto. Pasó un Bora como pedo liquido que no se le vio ni el color y 5 minutos después pasó la sombra del Bora. A la media hora de soledad cuando las esperanzas flaqueaban vino él…

Encon22

Un camionero de gafas espejadas y pelo crespo que conducía un camión semi–remolque. Atento a mis  afeminadas señas se detuvo algunos metros adelante y me preguntó: – ¿Que pasó primo? –  Y yo tratando de disimular un poco la vergüenza por lo pelotudo que me sentía le respondí:

–          Y… Acá me quede en la arena…

–          ¿Tenis linga vo? –  caí que mi salvador era un lugareño oriundo de San Juan si se me permite la redundancia.

–          No, ¿y vos?

–          Yo tampoco.

–          Que macana che.

Ya nuevamente con los ojos llenos de lágrimas y mi nuevo amigo sanjuanino ambos escudriñando el horizonte, vuelvo a la ruta a hacer señas.

Percibo que en la lejanía se escuchaba un motor, y mi esperanza volvía a crecer. Mire hacia atrás y era el motor del  semi del sanjuanino que lo había dejado andando.  Pero adelante se acercaba algo. Era una Saveiro nueva blanca de esas que no tienen cúpula, en la cual el conductor a medida que se acercaba miraba azorado como yo movía los brazos cual Gabriel Canci en la propaganda de Touch de uno.

Este buen sanmaritano detiene su marcha unos metros antes del semi y hace marcha atrás hacia nosotros: – Hola, ¿qué pasó? – preguntó amablemente. Usaba guantes negros sin dedos e indumentaria del TC 2000, con el chaleco y gorrita incluida, combinados con unas Nike verdes bien facheras.

–          Gracias por parar loco!, resulta que me tire a dormir a la banquina y me enterré en la arena…

–          ¡Qué mala cajeta! –atinó a decir.

–          ¿No tendrás una linga para tirar?

–          No.

–          …

Un nudo de angustia en la garganta me hizo entrecortar la voz de nuevo, lo disimulé como que tenía un pollo atravesado y lo gargajié hacia el costado, justo en contra del viento. El pollo fail me vino a caer en el empeine de la zapatilla.

El vago de la Saveiro se hizo el choto al ver el pollo en mi zapa y agregó:  – No, no tengo linga pero tengo una soga quise decir…

–          Ah, ¡qué bueno! ¡Probemosla! – dije entusiasmado.

–          ¡Dale! Ahora la busco. Espero no habérmela olvidado en la casa.

–          Esperemos… ¿De dónde sos capo?

–          De acá nomas, de Pocito, Sanjuan…

Lo que son los arcanos de la vida pensé, que mi segundo salvador sea sanjuanino son esas cosas inexplicables que uno no se espera. El camionero me saca de mis pensamientos y me advierte que el otro amigo ya tenia la soga y que iba a hacer el camión para atrás para poder atarlo a mi auto.

Una vez en posición, los muchachos ataron los extremos de la soga, yo me subí a guiar mi auto y así el camión pudo sacar a mi auto de la trampa de arena en la cual estaba.

Entonces volviendo a lo que originó este ensayo ¿Por qué banco a los sanjuaninos ? Pues porque el 50% de ellos lleva una soga en el vehículo y el otro  50% maneja camiones con los que te pueden sacar de apuros.  Seria descortés obviar la camaradería, buena predisposición y simpatía (hasta que les dije que era de Mendoza) con la que estas personas me auxiliaron en un momento de aprietos.  Es por ello amigos, que ahora banco a los sanjuaninos.  Menos a Gioja , a ese no.

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