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Proyectos que duran generaciones

¿Cómo se encara un proyecto que puede durar cientos o miles de años hasta estar terminado? Las nuevas ideas de la ciencia, como la terraformación de planetas o los viajes interestelares, nos llevan al límite entre realidad y ciencia-ficción y al mismo tiempo nos obligan a pensar más allá de una generación humana. 

Los proyectos que lleva adelante una persona o una empresa tienen una vida de algunos años, entre su planificación, su puesta en marcha y finalización. Se puede planificar llegar a un objetivo a nivel personal (como un cambio de trabajo) o a nivel empresarial (como una estrategia nueva de marketing) y llevarlo a cabo en un tiempo relativamente corto.

Si hablamos de un país (de un país serio, claro está) la planificación puede hacerse a 50 o 100 años, pensando que tipo de desarrollo se quiere alcanzar o tomando precauciones a futuro. Como ejemplo, Noruega viene invirtiendo el excedente de dinero producto de la exportación de su petróleo en un fondo soberano, previendo que sus reservas se acabarán algún día.

La historia de la humanidad ofrece ejemplos de proyectos que llevaron cientos de años para realizarse. Las pirámides egipcias y americanas, la Gran Muralla China y las catedrales europeas demandaron la coordinación de esfuerzos durante generaciones. Fue necesario adaptarse a la evolución de la tecnología, encontrar formas eficientes de transmitir información y mantener el entusiasmo para terminar la tarea (logrado a través de la imposición por la fuerza o la religión)

La Gran Muralla China
La Gran Muralla China

Justamente estos tres puntos son los que hay que tener en cuenta si pretendemos llevar adelante, ya no como individuos o países sino como especie, proyectos que impliquen miles de años para finalizarse. El avance tecnológico es muchísimo más rápido en la actualidad que en épocas anteriores y no parece que vaya a frenarse (más bien todo lo contrario). En la década de los ’70 del siglo pasado, la naves Voyager se enviaron al espacio en una misión que debía durar aproximadamente cinco años. Más de 30 años después seguimos recibiendo información de una de ellas. Para hacerlo es necesario que los técnicos de la NASA sean capaces de programar una computadora de 64 kbytes de memoria a cientos de miles de kilómetros de distancia. Este conocimiento quizás se pierda dentro de 100 años o mucho antes.

Si pensamos en colonizar otros planetas, la comunicación puede volver a los tiempos y demoras de la época imperial en la Tierra. Ya no habrá dialogo instantáneo, sino que será necesario esperar entre minutos y meses o años, dependiendo de si se trata de lugares en nuestro Sistema Solar o en algún exoplaneta. El viaje sería también muy lento, llevando quizás generaciones e impidiendo que los «adelantados» en la ocupación de otros lugares volvieran alguna vez a la Tierra. Quienes nacieran durante el viaje o en la remota colonia conocerían la Tierra solo por videos, fotos y relatos de los más viejos del grupo.

Colonia espacial
Colonia espacial

Nos queda también pensar en el almacenamiento de datos importantes para el proyecto. Ya se está trabajando en medios de soporte de datos que puedan mantenerlos durante largos períodos de tiempo, incluso millones de años. El desafío será leerlos después de tanto tiempo, con una tecnología completamente diferente y que hoy solo podemos soñar.

Un caso extremo de un proyecto a largo plazo sería intentar terraformar un planeta, por ejemplo Marte. Existe un grupo de científicos de la NASA que trabaja en este tema, imaginando la forma de hacerlo y calculando el tiempo que llevaría. Los pronósticos más optimistas hablan de 10 mil años. Si retrocedemos ese tiempo en la historia de la humanidad, vemos que nuestros antepasados todavía eran cazadores-recolectores, la agricultura apenas se conocía y no se había desarrollado ninguna de las grandes civilizaciones de la historia. Si tuviéramos la tecnología para comenzar hoy y si ese proyecto fuera posible, quizás nadie recordaría para que lo hicimos cuando estuviera terminado. La memoria colectiva y el entusiasmo por el proyecto se habrían perdido ante los problemas más urgentes y diarios por resolver.

Unapiedra terraformando
Unapiedra terraformando – Ilustración de Mariela Ballesta

Si bien parece un ejercicio filosófico sin sentido, no está de más comenzar a pensar en estos desafíos. Tarde o temprano nos enfrentaremos a un proyecto de largo plazo, muy largo, y deberíamos saber que hacer con él.