Era cuestión de tiempo para que luego de la aprobación de la ley de matrimonios entre gente del mismo sexo, y específicamente masculino, este insulto se escuchara por las calles de Mendoza y la Plaza Independencia.

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Caminando por la calle Patricias Mendocinas y dirigiéndome a la parada del 7, escuché que de la boca de un joven salió el insulto «Hijo de Puto», y al voltear mi cabeza, un pobre niño se subía velozmente a un auto manejado por un hombre con un moño rosa en su cabeza. Fué ahí donde entendí todo.

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Todavía algo abrumado por la experiencia vivida, comencé a meditar, y se me vino a la cabeza una duda: ¿estaremos involucionando o aumentando la capacidad de generar nuevas ideas? Ojalá lo segundo, porque si la película Idiocracia tiene razón, no nos espera un buen futuro ( salvo para Gatorade )