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Sueños rotos – Segunda parte

 

 

 

El representante había organizado una fiesta, donde fue invitada para conocerla y rodearse de otros artistas que habían asistido, ella en un principio creyó que sería una buena manera de hacerse de conocidos y gente del medio, ya sea otros colegas cantantes o interesados al arte local. Sin darse cuenta en donde se iba a meter, se dispuso a ir.

Llegó el día, preparó un elegante vestido color azul que compró con sus últimos ahorros, esos que le quedaron después de costear los gastos del estudio de grabación. Era un evento sumamente exclusivo, y fue invitada ella sola, así que le pidió a su mejor amigo si la podía llevar al lugar. Antes de bajarse le sugirió que cualquier cosa que necesitara le mandara un mensaje, que no tendría problemas en pasarla a buscar a la vuelta, pero que no se fuera sola ni con ningún desconocido, ella le agradeció el buen gesto con un abrazo. Y se dispuso a entrar con su invitación en mano.

La recibieron en la puerta de entrada dos tipos de traje, le mostró su entrada y entro sin contratiempos. No conocía absolutamente a nadie, y podía percibir como todos se conocían o se hablaban entre sí, sintiéndose aún más como si fuera sapo de otro pozo. Fue caminando hacia donde se encontraba la barra principal, se sentó mientras el mozo tomaba su pedido, solo se limitó a tomar una copa de champagne. En eso, mientras esperaba su trago, miró alrededor tanteando un poco el lugar, podía ver varios cuadros elegantes colgados en las paredes, algunos que otras decoraciones exóticas, casi como si fuera un museo contemporáneo.

No conocía personalmente al representante, solo se había comunicado a través de llamados y mensajes de texto. Habían quedado en verse a determinada hora en la barra donde se encontraba. Mientras aguardaba, pudo ver como un chico se sentó a un par de banquitos de ella. Tenía una camisa blanca con detalles azules, haciendo juego con una pequeña corbata y unos zapatos oscuros, todo su atuendo combinaba de una forma elegante y sutil, pero que se podía apreciar a la distancia.

Casi en un juego trataron de cruzar miradas, y así fue. Ella lo miró, y él pudo percibir esa indirecta. En eso, mientras Daniela terminaba su trago, se fue acercando de a poco, hasta estar en el asiento de alado, donde con una sonrisa rompió el hielo.

Un chiste, una observación le bastó para decir algo inteligente y soltarle la primera sonrisa. Le preguntó el nombre a la joven muchacha. Él se llamaba Federico, era la mano derecha del “Rubio”, así le decían al organizador de la fiesta, al susodicho representante que debía conocer ella.

Se quedaron conversando sobre ella, de su vida y de donde venía. Federico, muy educado le comentó que en este momento el Rubio estaba charlando con otra artista, que apenas se desocupara le diría que la viese a ella cuanto antes. Debía seguir conversando con el resto de los invitados, pero la llevó a conocer un grupo para que se sintiera más augusto.

Era una mesa donde se encontraban 6 personas, cuatro chicos y dos chicas. Justo había un asiento entre medio de las dos mujeres donde se sentó la chica que estaba hablando con el Rubio.Ella seguía, y así se lo hizo saber Federico casi en un tono de complicidad entre los sentados. Daniela se sentía aún más incómoda que estando sola en la barra, no sabía de qué hablar o que responder si le preguntaban por su opinión al respecto del tema que discutían, en eso, Federico, antes que ella dijera palabra alguna, le dejó una copa y, sin preguntar por los nervios, la tomó con gusto.

La noche se fue haciendo más amena, Daniela, en cuestión de minutos, se sintió más relajada y desinhibida con los nuevos amigos que hizo, hasta tiró un par de chistes que hicieron soltar carcajadas entre los invitados. Pasó el tiempo, no supo si fueron minutos u horas, pero la estaba pasando bien, se le había olvidado hasta su propósito al que vino. Pero de un momento para otro, no supo cuándo ni cómo, ya no estaba en la mesa hablando, sino en un rincón al lado de una puerta, sentada, sola, no entendía que había pasado, pero sentía como si el tiempo se hubiera ralentizado para ella.Desde ahí perdió todo rasgo de conciencia. Despertó en el auto de su amigo, sin saber que había pasado, ni que sucedió en ese lapso sin conocimiento.

Lo único que se enteró, por fotos y videos que circulaban de ella en todos los grupos de whatsapp, que la acusaban de hacer “casting sábana”. A las discográficas y representantes no les importó si eran rumores o no, ninguno quiso apostar a una promesa con un historial así, y menos con videos dando vuelta por internet. En un mes no recibió ninguna llamada.

No pudo sacarse de su cabeza esas imágenes, no pudo soportar ver como sus oportunidades se esfumaron como quien vuela por el cielo y, de repente, sin darse cuenta, como una burbuja, se rompe de un instante al otro, sin que los propios ojos puedan contemplar tal desdicha.

Una noche de jueves su hermanito la encontró tirada a la orilla de su cama, rodeada de un coctel de pastillas y botellas. Daniela no pudo soportar ver sus sueños rotos.

FIN