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Terror en el aire

Como Uds. bien sabrán, hoy por hoy trasladarse en avión, no garantiza en absoluto un buen viaje, con el estilo,  el glamour y las estridencias de otrora. Hoy viajar en avión es prácticamente la misma desgracia que viajar en micro pero con un elemento de sustentación diferente.

Hice la semana pasada un viajecito relámpago hacia nuestra Ciudad Capital, con todos los pasajes comprados como corresponde, con tiempo, y en Business Class, donde viaja la gente como uno.  Pero el destino se encargó de  jugarme una mala pasada y tuve que regresar antes de lo esperado y frente a la premura del retorno, el maleficio cayó sobre mí. Un contingente de simpáticos australianos habían agotado todos los pasajes de Business, por lo que tuve que volver en clase “Económica” o “Turista”.  Qué barbaridad señores! Intentaré describirles la epopeya que tuve que padecer para recorrer los1.000 kilómetrosque nos separan, tornándose en 110 minutos de caos!

Ni bien entré, encuentro mi espantosito asientito mínimo, que por suerte pude conseguirlo en el pasillo, para poder, por lo menos, descansar una de mis piernas. Si bien no soy Shaquille O’Neal, tampoco soy el Ing. Conep, por lo que serían casi dos horas atornillado a esa banqueta. Pareciera que para facturar un poco más, las Aerolíneas van metiendo año a año una filita más de asientos, con la ulterior consecuencia del lógico acortamiento del espacio entre las butacas. 

Antes de comenzar dicha aventura, la cosa no pintaba tan mal, tenía varios lugares vacíos alrededor mío,  por suerte no tenía compañero de asiento y tenía la última revista Noticias que me garantizaba algo de distracción (últimamente mas entretenimiento que información, pero bue…). Esta suerte como imaginarán duró solo unos instantes, hasta que llegó una numerosa y ruidosa familia (a la que estábamos esperando para despegar) y  como un mal chiste del destino, estaban todos sentados a mi alrededor. Papá y Mamá adelante mío, Hermano mayor con esposa y bebé, al lado mío, Tíos atrás y Hermano menor (de unos 17 años) al lado mío… 

Comenzó el viaje y gracias al entretenimiento multimedia que ofrece nuestra línea aérea de bandera en sus nuevos modelos “Embraer”, supuse que el susodicho iba a estar relajadito viendo Los Simpsons. Sin dudas eso sucedió… Lo que también sucedió fue lo que no pude prever, el estúpido joven disfrutaba a carcajadas cada chascarrillo de los inventos de Matt Groening, con el consiguiente movimiento pendular que se producía en nuestros asientitos, chiquititos, angostitos y conectaditos. Por lo que estuve moviéndome todo lo que duró el bendito capítulo. 

Párrafo aparte merece la gente que no viaja muy seguido, o no lo hace en avión, por lo que todo lo que sucede les parece nuevo o los impresiona. Se levantan 10 veces al baño, charlan incesantemente entre ellos, se dan vuelta, tocan el botoncito para llamar a la azafata, inclusive se sacan fotos entre ellos y toman fotos aéreas… una desgracia total. No se quedaron quietos un minuto. Cuando llegó el aperitivo pedorrísimo que traen, eso se convirtió en un pic-nic, todos pasándose la poca comida barata que ofrecen, y pidiéndole a la pobre azafata todo lo que se puede pedir… Pedían café, té, jugo de naranja y gaseosas, todo junto, mientras se guardaban las barritas de cereal. Parecía que querían amortizar el valor del pasaje consumiendo todo lo que podían. 

Luego de la tortura que significó aquel mini ágape, el pequeño “idioto” decidió ponerse a ver Glee y disfrutar los temas cual si estuviese en un concierto, mientras movía su cabeza  y tarareaba esas terribles mariconeadas. El horror se había apoderado de la situación. Mientras tanto, el estúpido del tío que tenía atrás se estaba amigando con la tecnología del touch screen y utilizaba sus dedos, cual martillos, contra la pantallita que se encuentra en la parte trasera de mi apoya-cabezas, completando de esa forma el meneo completo. Todo esto quedaba sazonado por el llanto del pobre bebé que tenía al lado con los padres más irrespetuosos e inútiles del universo. 

A todo esto a la mitad del viaje lamentablemente me acordé de las historias de mi querido amigo y colega “Viejo dela Bolsa”,  puesto que comenzó una feroz batalla por el apoya-brazos que teníamos en el medio, yo cada tanto me hacía el dolobu y colaba con fuerza mi codo para ganar terreno, pero el pequeño imberbe hacía lo mismo, con lo que se libró una despiadada lid entre ambos. 

Gracioso fue también cuando la madre de este monstruito que tenía de vecino se dio cuenta de lo que es aterrizar en Mendoza con un poco de viento de cola y empezó junto con el zarandeo, una misa criolla. Era maravilloso se rezó en 5 minutos 10 Padre-Nuestros, 10 Ave-Marías y un par de gratest hits católicos que yo no conocía. Lo interesante es que los realizaba a viva voz y apretando un Rosario que terminó del tamaño de un Denario. 

¡Por fin aterrizamos.! El piloto o no tenía mucha cancha o realmente enla ClaseTuristase sienten distintos los movimientos de la aeronave. Cualquiera que lee esto supone que yo soy un zapallo engreído y snob que nunca viajó en Clase Económica, pues déjenme aclararle, para vuestra información y para no tener que aclararlo luego en los comentarios que: Yo he viajado antes en “Tourist”… Dos veces, una cuando me fui de Viaje de Egresados a Can Cun, y otra vez que no me acuerdo… Pero estoy casi seguro que fueron dos. 

Independientemente de lo desgraciado del vuelo, llegamos al Baggage Claim a esperar nuestro equipaje que lamentablemente tuve que despachar, por pasarme unos pocos centímetros del límite. Obviamente para concluir con la cereza del postre, mi bolso era uno de los últimos por lo que tuve que esperar aproximadamente otros 15 minutos extra de mi valioso tiempo, viendo desfilar equipaje ajeno. Ni bien retiro el mismo me dispongo a exhibir el comprobante para su ulterior cotejo por parte de las autoridades aeronáuticas y para mi sorpresa, al parecer también habrían recortado ese presupuesto, por lo que cualquier infeliz, se podría haber llevado gratuitamente mis pertenencias ya sea por confusión o por afecto a lo ajeno, sin ninguna consecuencia. 

Por todo esto y mucho mas, juro solemnemente que hasta que me pueda comprar mi jet privado (lo compraré con mis ganancias del Mendolotudo), no viajaré nunca más en “Clase Económica o Turista” y aliento a todo aquel que pueda evitarlo, que lo haga.

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