/Todo queda en familia III

Todo queda en familia III

-¡Era a las diez, mamita! – me recibe Aye – pasa, están todas en el comedor.

Habían aproximadamente 12 mujeres, todos extremadamente arregladas, yo era el monumento al desastre, pero al menos cumplía.

Por la mesa circulaban las típicas bebidas de una previa típica de amigas. El toc toc era infaltable, ni hablar del Campari y los espumantes. Los espumantes… ¡qué cosa espantosa! Definitivamente se estaban asegurando una noche de locos las muchachas.

-¿Y vos no tomas Juli? – me pregunta Cami.

-Sí, pasa que estuve todo el día de ayer y hoy estudiando, estoy muertísima, y, si tomo, lo más probable es que termine o muy ebria, o muy dormida.

-Naaaa, ¡olvidate! Con la gira que tenemos pensada, no te vas a quedar dormida.

Al final, no sé si por distraída o por producto de mi inconsciente, alrededor de 5 o 6 vasos habían pasado por mis manos y todos consumidos hasta la última gota. No sentí nada sino hasta que me paré para irnos. Tuve que volver a sentarme. Todo me daba vueltas. Estaba lista para ser el hazme reír de la noche, lo sabía.

Nos acomodamos en los autos y partimos rumbo a mi interminable noche. Un precinto pasaba a ser mi único accesorio de moda, y, nuevamente, un vaso colado entre mis manos. ¿Dónde íbamos? Ni la menor idea. Y creo que nunca lo supe.

Llegamos al lugar. El alcohol en mi sangre, las luces, el quilombo, los gritos, la gente, los empujones, todo colaboraba para no entender nada a mi alrededor. Sólo sospecho que era tarde, muy tarde, porque el lugar estaba llenísimo. No reconocía nada a mí alrededor. Fuimos hasta el baño para acompañar a algunas de las chicas. Yo esperé afuera. El hecho de no saber en qué lugar estábamos me desesperaba. Preguntaba y las chicas no me daban pelota (o yo no les entendía nada). Pensé “en el precinto debe estar escrito”. Bajé la mirada y acerqué mi muñeca lo que más pude a mis ojos. Cuando la distancia era lo suficientemente prudente como para atinar a entender lo que decía, me agarran del brazo y me llevan hacia un costado. No alcancé a visualizar quién era, que una lengua se metió en mi boca y dos manos me apretaban fuertemente.

-¡Estás loco, nene, qué te pasa! – gritaba, entre empujones.

-Jajaja ¡pará, loca! No pensé que te iba a mol…

-¿Vos…? – interrumpí.

-Sí, ¿qué te pasa? Pensé que después de lo de…

-Sí, no, perdón – volví a interrumpir – pasa que pensaba que eras cualquier flaco que se había mandado cualquiera.

-Ah, pensé que te habías arrepentido de nuestro jueguito – dijo, mientras me rodeada nuevamente con sus manos y me llevaba hacia él.

-Ja, no… – tiemblo – no, no…, no, ja – y me vencía en sus brazos.

Estaba muy mareada, no veía ni a un elefante sentado en mi nariz, sentía las piernas adormecidas.

-¿Estás bien? – me pregunta.

-Sí, sólo que no me siento muy bien… tomé un montón. Vengo del cumple de mi amiga e hicimos una previa en su casa, sumado a que estoy muerta por lo de ayer y hoy.

-¿Ayer y hoy… qué pasó ayer y hoy? – me pregunta con sonrisa rara y tratando de juntar las cejas.

-Por el estudio… ¡obvio! – momento en el que mi inconsciente me juega totalmente a favor.

-¡Ah! Pensé que por otra cosa…

-No, nada que ver… ¿Vamos a bailar? – y nos acercamos un tanto hacia el tumulto de gente.

Bailamos poco y nada. Realmente no podía mantenerme parada y en cada movimiento me sentía morir más. Entre danzas raras y la música (o ruidos) me dice al oído: “tengo unas ganas increíbles de sentirte, de tocarte…”, y diciendo esto me guiaba hacia algún lugar. Yo cada vez entendía menos, y caminaba.

-Yo… también… – le respondí, mirándolo.

-Bueno, vení, que algo puedo hacer.

Me tomó de la mano y nos dirigimos a la barra, habló con el barman, el flaco le pasó unas llaves y seguimos camino. Caminamos unas cinco mil horas entre mil millones de personas hasta que nos enfrentamos con una puerta. La abrió, entramos y la cerró. Había un desastre increíble. Unas cajas de cartón desarmadas me oficiaron de colchón cuando me recostaba sobre ellos y él sobre mí. Me besaba de manera desesperada, mientras me desprendía la camisa.

Mis piernas se abrían simultáneamente. Comenzó a cobrar el sentido todo. Lo miré y lo besé con furia yo.

-Admito que extrañé tus besos… – le dije.

-Yo también, no veía la hora de verte y cogerte toda.

Me levanté la falda, le desprendí su pantalón y él se lo bajó, mientras yo me quitaba la bombacha. Nuevamente los besos, las lenguas, la saliva humedeciendo nuestros rostros, cuellos, mi pecho, mis dientes en sus hombros, sus manos en mis muslos, su miembro rozando mi sexo, el calor en ambos cuerpos, el olor a calentura que invadía el lugar, su celular sonando… ¡su celular sonando!

-No, no atiendas, cogeme, cogeme toda, ya, ahora… dale – le decía, mientras buscaba su falo con mis manos.

-Pará, pará, tengo que ver quién es al menos… – y atiende – ¡¿Me estás jodiendo, boludo… pero dónde están…?! Bueno, dale… ¡la puta madre! Sí, sí, dale, ahí voy. – corta el teléfono – nos tenemos que ir, el boludo del Fabri se agarró a piñas y los sacaron a los chicos del boliche.

Mi cara de pocker fue mundial, pero bueno… no había más que hacer. Nos vestimos y salimos. Íbamos caminando hacia la salida, cuando me encuentro a las chicas. Aye me clava la mirada.

-¿Qué haces con él? – me pregunta Aye.

-Nada, me lo encontré acá, de casualidad y… ¡qué hace ella con él!

-Ah, también nos lo encontramos acá. Yo lo conocía por tu amiga… ¿Maite?, y me reconoció y se quedó con nosotras y los amigos. Me preguntó por vos y le dije que no sabía dónde estabas.

-Bueno, ¿qué vas a hacer, te venís conmigo o no?

-No, Santi… me quedo acá. Anda vos y después hablamos.

Atinó a darme un beso y le giré la cara. Me miró desconcertado, y se fue.

-Todavía no entiendo qué mierda hacías con tu ex, Juli… te juro que no entiendo.

Continuará…

Fuente de las imágenes:
http://brujotinto.blogspot.com.ar
http://grabadoenfuego.blogspot.com.ar/

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