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Una historia entre sexo y disfraces eróticos

Sabido es por todos nosotros que cuando llevás cierto tiempo las cosas de pareja empiezan a tornarse un poco rutinarias. Cuando hablo de  “Cosas de pareja” me refiero a garchar. Al principio todo genial, quizás te conformabas con ir viendo los distintos colores de bombacha que tenía la fémina y vos, mujer, te entretenías viendo como le quedaba la colección de calzoncillos Kevinsgton que le regalaste. Pero pasados los meses, los polvos, comenzás a necesitas algo un poquito más áspero y acá es donde entran los juegos de roles.

Los juegos de roles en la cama se vuelven más sencillos si vienen en compañía de un disfraz, es una técnica que el 90% de las veces funciona. Incluso personajes famosos como Alf usaron un disfraz para pegarse una garchada mundial, mientras todos pensaban que era un extraterrestre peludo.

A mi inbox entro el relato de una lectora que me decía:

“Mi marido ya estaba un poco desmotivado con esto del sexo, y claro, llevamos casi 15 años de matrimonio y este tipo de cosas pasan. Cuando sabe que quiero sexo se hace el que responde mails importantes o el que arregla algún electrodoméstico. Pero un día me propuso esto de disfrazarnos, el elegía disfraces como futbolista, tenista, policía, abogado y a mí siempre me elegía trajes un poco extraños, traje fotos”

La mujer se desmoronó un poco y dejó caer una lágrima que secó rápido en su mejilla y continuó con el relato…

“Después volvió a desmotivarse, pero decidió usar trajes que le taparan el rostro y gran parte del cuerpo, solo sacaba su pene. Le agregó la regla de no decir nada, o sea tener sexo sin una palabra y que luego de terminar la relación él iba a salir rápido de la casa a cambiarse en algún lugar y volvería como un esposo común y corriente.

La sorpresa que me llevé un día, en pleno clímax cuando escuché la voz del vecino decir a que el gordo Felipe no te la pone así trolita hermosa (Felipe es el marido).

Así fue que al sacarle la máscara descubrí  que el medio kilo de blanda que tenía metido era del canillita”.

Me sentí muy mal por esta pobre mujer víctima de un machismo sin límites y me decidí por preguntarle la dirección para ir a cagarlo bien a trompadas.

Toco timbre y cuando lo veo salir lo agarro de la remera, lo llevo contra la pared y lo amenazo…pero el tipo puso cara de pollo mojado y me dijo: “Pa….pa….para flaco….de déjame que te explique, soltame por favor…”

Lo solté y me invito a sentarme en la mesa, me sirvió Talca naranja y le echó un chorrito de tinto. Respiró, hizo fondo blanco y comenzó a contarme:

“Ya estaba cansado de entrarle siempre a lo mismo, pero la seguía queriendo. A mí lo de los trajes no me pintaba mucho, pero uno hace esas cosas por amor. Empecé con trajes tranquilos como futbolista, tenista o abogado, íbamos bastante bien, hasta que se le ocurrió jugar a que ella era policía y yo un delincuente”.

Se tomó de la cabeza y tirito  un poco, como si algún estruendoso recuerdo lo atacara.

“La hija de puta empezó el juego diciendo: ¿Sabés lo que le hacemos a los violadores en la cárcel? Juro que pensé que la cachiporra era de plástico, pero no, me rompió tres costillas, me sacó toda la ropa e hizo entrar a tres amigos de ella, que se habían pelado como presos y se habían dibujado escrachos que emulaban tatuajes.

Me dejaron el orto a la miseria rata”. Concluyó…

Así es que aprendí una lección muy importante y la comparto con ustedes: “Pase lo que pase, nunca te disfraces de un violador de chicas de entre 10 y 15 años sin saberlo”.

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