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Una máquina del tiempo

Existe una máquina de tiempo que nos permite volver a sentir sensaciones, valga la redundancia, olores, momentos, miradas, tristezas, angustias.

Esa máquina del tiempo es gratis y se llama AMISTAD. Sí, que tema trillado que elegí para esta nota pero la voy a empezar contando una anécdota que viví este fin de semana que pasó que me hizo dar cuenta una vez más que puedo llegar y volver al tiempo que deseo por solo estar rodeada de amigas.

Estaba de viaje con mis amigas en Córdoba, amigas de toda mi vida, desde los 2 y 5 años. Estábamos en el jardín de la casa que habíamos alquilado, ya traíamos (solo algunas) una muy hermosa cantidad de porrones encima y se fueron sumando a la ronda las que recién se despertaban de la siesta recuperadora más las que se acababan de bañar… el punto es que empezamos a escuchar música para cantar. Música de fogón para cantar de modo desenfrenado y sin importar cómo carajo entonás una nota.

Entre todas esas canciones pasó el disco “Pies descalzos” de Shakira, Kudai, Belinda, Diego Torres, Maná (unplugged), Oasis, Las Pastillas del abuelo y Andrés Calamaro, el viejo. En un tema determinado, suena “Cuando te conocí” de Calamaro y nos quedamos todas en silencio hasta que una de las 5 que estábamos ahí dijo “Estoy por llorar”. Nos veníamos fogoneando los recuerdos, de cómo pasábamos los fines de semana enteros chateando con pibes por msn, 13 ó 14 años, nada que ver a lo de ahora. Nosotras armábamos coreografías para las matiné, ni hablar de tomar alcohol y mucho menos pensar en un faso, como hoy es lo más normal del mundo. No nos dejaban manejarnos en taxi, íbamos por la Arístides caminando porque los trapitos eran todos amigos cuando solo estaba el Sassú y el 202 y ahí nos quedábamos…

El punto es que cuando una largó el llanto ya nos vinimos todas atrás, a ver, siempre tuve el papel de la loca reflexiva que les hace pensar en voz alta las cosas profundas o más filósoficas que tiene nuestro día a día. Siempre nos autodenominamos “colchón”, porque somos un grupo que realmente ha pasado cosas fuertes y lo que siempre nos ha sostenido a cada una en esos momentos de mierda han sido las restantes de este grupo tan increíble y tan pero tan diverso en personalidades. Entonces, por ese rol que me tocó, empecé a decirles entre lágrimas y más lágrimas, como me perturbaba la idea de pensar que en esos 13 años, cuando descubríamos a Calamaro, no teníamos la más puta idea de lo que nos esperaba de la vida. Es emocionantemente frustante vernos ya más viejas, vernos con las miradas un poco más abatidas, con marcas de muchísima mayor experiencia a la que deseábamos quizás, con miradas tocadas por el cansancio, aprendidas de buscar paciencia.

La emoción entonces fue creciendo y creciendo hasta que llorábamos con angustia y risa mezclada. Cada una desde su lugar, en silencio no podía parar de llorar. Se nos venían a la mente todas las cosas que pasamos… nos mirábamos y llorábamos. Nos mirábamos y nos reíamos.

Las canciones seguían pasando y entre nosotras se vivía una conexión que adoré, que me llenó el corazón, que me hizo creer muchas cosas que tenía reprimidas. Saltaron temas que no habían saltado como el agradecimiento, el orgullo. Nunca falta la oportunidad para decirle a los amigos qué tan grande es el orgullo que se puede sentir, que tan fuerte puede ser el lazo que nos une que no importa realmente lo que pase entre nosotras, sabemos que siempre va a estar todo bien. Sabemos que vamos a tener esa complicidad y contención única e irremplazable. Volvimos a darnos cuenta que siendo amigas tan amigas, las miradas sobran, recordamos que cuando se está con amigos, simplemente se está: bien, mal, enojado, triste, feliz, drogado, borracho, sensible, cansado. Nos entendemos así y se acabó.

Charlamos de ese puto cáncer que partió a una a la mitad, charlamos de la puta anorexia que atormentó a la otra, charlamos de mi presente soledad y decepción, charlamos del futuro y del pasado. Todo se concluyó en caras hinchadas, un par de abrazos y un buen vómito por excesos. Merecido, aplausos.

El punto de todo esto es dejar en ciertas palabras que encontré en la música y en la amistad la real sensación que tenía a los 13, que pude emocionarme del mismo modo que mis mejores amigas porque esa canción nos trasladó, nos emocionó y nos hizo olvidar de los casi 30, nos hizo olvidar que el lunes arrancábamos de nuevo con todo lo mismo que nos tenía hechas mierdas, necesitadas de estar juntas y con un aire diferente.

Así de bonito es todo pero así de triste la realidad de vernos tan distintas a lo que pensábamos y tan lejos de todo lo que nos espera, lo cual asusta y mucho. Cuando estoy triste tampoco puedo entregarme a cualquier canción, porque así como nos traslada a los mejores momentos, nos puede atacar anudándonos la panza y haciéndonos sentir que el mundo se está terminando con cada nota que pasa.

Pero el punto romántico de mi nota es concluir: escápense con sus amigos al menos una noche al mes, no importa si lo que hay es arroz o un asado de la concha de la gorra, simplemente recuerden quienes son, quienes fueron a los 14, qué los hacía reír y también a quienes se bajaban, por quienes se pelearon, los viajes, las familias y apaguen los celulares para estar realmente concentrados en pasarla bien con sus amigos. No miren los relojes, no piensen en el laburo, puteen, estén callados, observen a sus amigos moverse y ahí están dentro de la máquina del tiempo. Es un viaje inigualable y tan reconfortante como una dosis de masajes.

Un placer que no podemos dejar pasar, al alcance la mano. Dejen de lado la paja que da organizar porque posta que vale cada segundo.

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