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morphine

Cure for pain in the night

En reiteradas oportunidades, y casi como un cliché, he dicho que la música es sanadora, y el título de esta nota, a pesar de ser usado en varios artículos similares, es absolutamente certero y apropiado.

A finales de los 80´s y durante los 90´s, si había una ciudad representativa de la nueva generación en Estados Unidos, era la ciudad de Seattle, cuna del grunge. Sin embargo, a miles de kilómetros de ese sitio, Massachusetts era testigo del nacimiento de grandes bandas como Dinosaur Jr., The Cars, Pixies y la poco valorada, Morphine.

Morphine estaba formada por Mark Sandman, Dana Colley, Jerome Deupree y, eventualmente se uniría Billy Conway. Partiendo de la base de que sus instrumentos eran poco usuales para lo que se espera de un “power trío”, ya se podía vaticinar que iba a ser difícil responder a esa imperante necesidad de “clasificar” lo que no entra dentro de los parámetros de lo conocido. La banda tenía un sonido diferente que provenía de un saxofón barítono y otro tenor, una batería y un bajo de dos cuerdas.

Sus discos de estudio fueron 5: Good, Cure for Pain, Yes, Like Swimming y The Night. Con cada lanzamiento, su audiencia iba creciendo pero no tenían una exposición mediática como, por ejemplo, Pixies en las grandes cadenas de televisión. Como contraposición a eso, en Europa, Morphine era subida a un pedestal cada vez más alto por la prensa y el éxito comenzaba a mostrarse de forma vertiginosa.

Su público era fiel. Quienes pagaban sus entradas en cada concierto, sabían qué esperar musicalmente hablando: una montaña rusa de sensaciones, todas bajo el manto de una atmósfera melancólica y nostálgica. Y era lógico, esa atmósfera no era casualidad, las letras las escribió Sandman.

Mark fue un tipo que hizo todo lo que fuera posible por lograr hacer música, SU música, la que no entraba en los cánones de cómo se suponía que debía sonar tal o cual acorde, la de experimentar y crear instrumentos. Su vida estuvo marcada por la pérdida de dos de sus hermanos, y esa pena lo llevó a escribir canciones como una forma de sanar. Y tal vez, sea también por ese motivo que consideraba a sus compañeros de grupo como su “familia”.

Esta familia que era Morphine, comenzó a girar por distintas partes del mundo, nunca cedieron a la presión de hacer “música para las masas” y conservaron hasta el final lo que los hizo distintos: su estilo y forma de hacer las cosas. Durante estas giras, ya no estaba Jerome, quien por un grave problema de salud, no podía tocar, y fue reemplazado por Billy Conway, hasta el final. Estas habituales giras, los terminaron por depositar en un festival en Palestrina, Italia.

Disfrutaban los viajes, no abusaban de los lujos y nunca fueron cegados por el feroz brillo de la luz del éxito y la fama. Iba a ser una de las últimas paradas antes de regresar a sus hogares, abrazar a lo que extrañaban y ultimar los detalles de su último disco “The Night”.

Si al principio dije que fue fácil vaticinar que estos tres iban a ser inclasificables, en este punto no existió presagio alguno que avisara lo que iba a pasar.

Morphine subió al escenario y fueron aclamados por el público que estaba ahí por ellos. Una por una fueron sonando las canciones que estaban en lista, y al llegar a la séptima, el corazón de Sandman se detuvo. Un infarto lo hizo desplomarse en el escenario. Silencio. Morphine, llegaba a su final.

Y otra vez lo distinto. Normalmente una banda, se vuelve una leyenda cuando son asediadas por una tragedia, y no fue el caso de Morphine.

Ni Dana ni Billy iban a seguir con la banda, aunque “The Night” salió como obra póstuma.

Años después, regresaron a Palestrina para homenajear a su amigo, costaba pisar el escenario en el que, la fuerza que los llevaba hacia adelante, se evaporó. Tal vez ahí encontraron cómo sanar de alguna forma su pérdida… lo que me lleva a esto:

No sé qué hubiera sido Morphine hoy, pero sí estoy convencida que esas canciones, que podrían haber sido escritas por el mismísimo Kerouac o Burroughs, siempre fueron destinadas a ser una especie de cura para las tristezas, tan oscuras como la noche.

Escrito por Marian Ruzafa para la sección:

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