Hace mucho no escribo algo que siento. Debo confesar que cuando soy feliz me cuesta un poco expresar lo que me pasa. Simplemente me dedico a vivir y a disfrutar, pero hoy siento que nuevamente necesito hacer catarsis (para no perder la costumbre) y hablar del hombre cagón que siempre nos topamos. Después de todo, sacar lo que tenemos adentro, se nos atora en el alma y nos daña jamás puede estar mal. Así que ahora traigo la secuela de mi nota “el típico hombre cagón” (click ACA para leerla).
Estuve pensando sobre el momento en que decidimos hablarle al flaco que nos gusta y nos tiene activadas en modo “la pelotudita que cae a mis pies cada vez que me la quiero voltear” y, viéndolo afortunadamente desde afuera, pude notar y a partir de eso llegar a la conclusión de que no necesitamos de que esa persona se digne a darnos algún tipo de respuesta. Somos nosotras quienes decidimos por quién volvernos locas y en qué momento hacerlo, y aunque el pibe no lo merezca, no lo vamos a entender hasta que nos hayamos curado por completo y posiblemente sea después de un gran golpe.
Cuando estuve de novia, pensaba que exageraban al reproducir constantemente que los hombres están cada vez más histéricos. Pero después de “volver al ruedo”, muchachos les ruego no se ofendan, pero a menos que vengan con instrucciones, no se acerquen a nosotras. Nos quitaron lo único que alguna vez nos caracterizó y es la poca capacidad de hacernos entender, y se les ocurrió cagarnos el negocio. En la actualidad no se sabe cómo llegar a ustedes ni guiadas por un GPS. Amigos, entre ratones no nos pisemos la cola. Vayan calmando la histeria.
Es que hay veces en las que la soledad nos encuentra vulnerables y nos pega fuerte. Tanto que pensamos y analizamos con profundidad, la posibilidad de volver con aquel objeto de nuestra afección que nos hizo tanto mal. Y ahí es cuando nos involucramos en demasía con el tipo que menos nos merece. Porque vamos a ser honestas, siempre lloramos por el equivocado, aunque tengamos en frente al indicado. Ese tipo que nos daña, pero nos gusta, la dulce miel que nos rompe el corazón en lugar de enamorarnos el paladar. Algún día aprenderemos, pero no va a ser hoy, porque te volviste a enamorar de un cagón. Te cuento cómo es…
El típico hombre cagón es ese que goza de saber que no es fácil de olvidar. Te lo reconoce a vos cada vez que intentás alejarte e incluso lo habla con los bananas de sus amigos, que están al borde de entrar en un coma lácteo. Y vos, como no tenés las luces encendidas te lo creés y te convencés de que es imprescindible para tu holgada felicidad. ¡No! Te juro que no es así. En tres pizzas, te juro lo vas a olvidar.
El hombre cagón pronuncia constantemente la frase “pero si no somos nada” para tomar distancia e intentar lavar sus culpas, ya que te caga hasta con su amigo “el Tincho” cuando están en pedo y se pone una falda de cuero. ¡Odio esa excusa! A ver si nos entendemos, vos no sos nada, yo soy una mujer con sentimientos y si estás con otra te quiebro una silla en la nuca.
El típico hombre cagón es ese que es un forro con vos, lo sabe y le encanta. También lo es aquel que es un gran hijo de puta contigo, pero se hace el choto y logra que vos te sientas culpable porque “le secás la mente y no lo dejás ser”. Generalmente es por estos dos individuos por quienes lloramos cual quinceañera que acaban de desvirgar.
Ese chabón que se caga en las patas cada vez que le pronunciás la palabra amor es tu ex, que te quiere, pero no con él. Tan tóxico que nunca te agarra, pero tampoco te suelta. Un día te ama y al otro no te habla. Ni siquiera se acuerda de vos que sos una boba enamorada. No es bipolar, es un pelotudo. Te habla según su estado de ánimo y espera que vos lo entiendas siempre. Rogás que se ponga en pedo para que te escriba. Por ejemplo, hace dos semanas perdió boca y mi hermano instantáneamente le escribió a la ex para romperle el mundo. Dado que él no pudo ser feliz esa noche, tampoco pretendía que lo fuera ella. ¿Qué? ¿Si ella le respondió? Claro que lo hizo. Es mujer, se olvidó la dignidad en el último par de zapatos que compró en el 2014.Jamás vas a ser suficiente para ese salame que no sabe lo que quiere. Lo sé, te entiendo. Cuesta, pero let it be. Ayudate pensando que no deberíamos extrañar tanto a alguien que alguna vez nos soltó la mano.
El flaco cagón es aquel que recurre a ciertas frases trilladas para ponerte en pausa con tal de alejarte un poco, pero no lo suficiente para que te olvides de él y de que alguna vez te gustó. “Me gustás, pero…”, “te quiero, pero…” y mil peros más para no avanzar nunca en la relación. Para no llegar jamás a ser la pareja que vos deseás cada vez que le das un beso. ¿Por qué? No hay por qué. Sucede que se creen una edición especial y no llegan a ser ni el outlet de tu vida. Pero lastimosamente, son el típico boludo cagón del cual nos volvemos adictas, aunque en el fondo sabemos que son solo unos caídos del catre que la hicieron bonita y nos dijeron las palabras lindas que queríamos escuchar en el momento preciso. Si hoy te quieren, mañana sienten que no va a funcionar. Soltalo, no es sano. Con lo lindo que es el amor propio (me contaron, claro).
El típico cagón es ese que no se banca estar con una sola mina. Y me di cuenta de que se hacen los giles justificando su accionar de mierda por su condición de “hombres machos de pecho peludo”. Si nosotras los cagamos a ellos o no somos del todo leales, al instante somos tildadas de “putas de mierda” o cualquier otro adjetivo peyorativo. En cambio, ellos no corren con la misma suerte. Tenemos que entenderlos porque son hombres y todos nos equivocamos alguna vez. ¡Hijos de puta! Si vos me estás leyendo y puedo ayudarte en algo, me tomo el atrevimiento de pedirte que no seas más una boluda, al menos no suya. Hay mil tipos esperándote afuera mucho mejores, mientras vos llorás por un pasmado. Su pija no es la más dulce, no seas chota. Con todo lo que tenés, hacé desastre. Movete y empezá a cambiar, pero para estar bien con vos misma. Las mujeres tenemos más rollos en la cabeza que en el cuerpo y no nos damos cuenta.
El típico hombre cagón es aquel que no se banca que vos lo dejes. Y si alguna vez lo acepta, siempre cree que es por otro. No evaluaron nunca la posibilidad de que a la piba finalmente se le cayeron los lentes que le impedían ver al mermo camuflado que tenía como pareja, o simplemente se hinchó las pelotas de acariciar la idea de tomar un litro de lavandina o rogar por un poco de amor. ¿Qué tan miserables tenemos que ser para que sean felices? O sea, a ver si nos entienden, no somos pájaros. No nacimos para conformarnos con las migajas que les sobran. Si nos hace feliz, nos quedamos y si no, hacemos un poco de ruido (vivimos avivando giles) y después nos vamos. Pasó mucho tiempo y con él, un poco de evolución, y nos sorprendió saber que se puede garchar sin estar enamoradas.
Chicas, entiendan que perdonar es divino, pero mandar a la mierda cuando lo amerita es sensacional. Les prometo que le hace bien al alma. Es profundamente necesario deshacernos de ellos, de su histeria, su egoísmo, su proyecto ni siquiera aprobado de ser hombres, el cordón umbilical con mami y de los vírgenes de sus amigos. Tenemos que saber elegir por quién vale la pena depilarnos y por quién no. Lograr entender que renegados hay en todas partes, pero pibes que valen la pena jamás te harán sufrir, y si lo hacen va a ser por amor e involuntariamente.
Y les juro que no importa que duela, no tiene importancia lo mala o buena que sea una situación porque cambiará. La vida es una rueda que gira con o sin nosotros, si nos detenemos porque algo nos sale mal, vamos a avanzar, pero de rodillas. Así que pónganse buenas (más) disfruten y que él se lo pierda por gil y si se quiere ir, págale el remís trucho mamina. Nos leemos la próxima.