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Tipos de especies masculinas a la hora del “garch and go”

Como he mencionado en alguna nota anterior, la vida (o Jebús) me ha dotado de una sensibilidad especial a la hora de decir si un hombre la pone bien o no con sólo mirarlo. Al principio pensé que era pura casualidad, pero haciendo un trabajo de campo más extenso y con experiencias vividas por mujeres cercanas (Si, paparulo, las mujeres nos contamos todo) finalmente acepté que mi destino en la vida es recomendar el garche o no con un individuo X, al acertar en el 99,9 %  de los casos.  

Al  ser esta una ciencia social, sabemos que no es exacta y pueden darse casos de reivindicaciones o cambios rotundos, es posible. Debo aclarar que mi don se circunscribe sólo al primer encuentro sexual, y aún así, pueden haber raras excepciones.

El procedimiento es simple:

Primero, señalización del individuo en cuestión. Preferiblemente en un ambiente social, observar brevemente su interacción con el medio, su posición respecto del ecosistema en que se mueve, cómo se relaciona en situaciones sociales comunes.

Segundo, un instante de meditación a lo Alicia Contursi y voilá: emerge la respuesta sobre si conviene intimar con el objeto de estudio, encasillándolo en una de las siete categorías que detallo a continuación:

El Conejo Tambor
Típico pendejito pajero, que no sé porque causa, motivo, razón o circunstancia decidiste brindarle amor. Al igual que el inseparable compañero de Bambi, su movimiento al hacer el amor es rítmico y constante sin darte tiempo ni a respirar, tal vez por la calentura que carga el pobre.  Se repone al instante y puede mandarte cuatro al hilo, de las cuales difícilmente hagas una tuya. Si tenés tiempo y ganas, podés entrenarlo: es un trabajo arduo, pero los frutos son dulces. El tema es que cuando aprenda a garchar como la gente, emprenderá el éxodo con algunas otras, conviene meditar si vale la pena el gasto.

El Carlos Villagrán
Si, ese Carlos Villagrán. Semejante a Quico es este espécimen: ¡Chusma, chusma! uh…dos movimientos y listo. Te dejo con la bronca encima y se guardo en su casita. Es fanático de Cortos I-sat y de Verme Troyer. De más está decir que te deja re caliente pensando que hizo tanta alharaca para irse rápido y furioso. La humillación que siente, te hace sentir una hija de puta si querés recomenzar el asunto diciendo “acá no pasó nada”, con lo cual te quedas con gusto (efectivamente)  a nada. Te dan ganas de decirle “no me simpatizas”, pero te limitas a prender fuego tu celular: tenés miedo de estar borrando su número, aprendértelo sin querer y utilizarlo en situaciones de emergencia, cosa que lamentarás luego, porque su orgullo ya fue aplastado por su propia velocidad eyaculatoria. Tengo que reconocer que este es el más difícil de predecir.

El Cacho Castaña
¿Qué más decir? Hermana te lo recomiendo con sólo olerlo de lejos. Si te has cruzado con uno de estos, tenés la gloria orgásmica al alcance de tus manos. Su profesión es ponerla, jamás va a acabar antes que vos, sería una falta de respeto, una desprolijidad imperdonable. Es fácilmente distinguible ya que al verlo se la querés chupar y que te haga la colectora, o ambas cosas si fuera posible. Con este te sale hacer todas las chanchadas que no hiciste ni con tu novio de cinco años. ¡Ojo! ¡A no confundirse!  Nada tiene que ver esto con el aspecto físico, es más una cuestión de aura. Garchatelo todas las veces que puedas, en todos los lugares que puedas, de todas las maneras que puedas.

El Hernán Drago
Lindo, lindo, lindo. Trabado. Panza impecable. No suelo recomendar este ejemplar para un polvito del amor. Las menos iluminadas siempre se fueron (y se van) derecho a sus pies, enceguecidas por la belleza, por lo que no tuvo necesidad de pulir su arte amatorio. Al no tener que trabajar y ganarse todo de arriba lo más probable es que coja como el orto. En este caso, hay excepciones, es cuestión de observar el pelo, la manera de caminar, cuán tuneado tiene el auto y al grupo de amigos. Una a veces cae en la suposición de que la lindura es sinónimo de eficacia. Craso error.

El Jack Nicholson
¡Ahhhhh! ¡El encanto de garcharse a un viejo! Muy recomendable. Tiene sus beneficios: duran más tiempo, te hacen sentir una reina en muchos casos, y ni te cuento si es uno al que le costó llegar al momento de ponerla. Son de hacer el amor de manera cliché, van a querer que disfrutes al máximo y son generosos, más si se gastaron alguna moneda en llevarte a cenar o comprar alguna pelotudez para impresionarte. Son como los caramelos media hora, no acaban nunca y eso sabiendo aprovecharlo a tu favor puede generarte múltiples orgasmos. Puede ser que los años no vengan solos y necesite ayuda de su gran amiga “la azul”, esto no debería generar inconvenientes, pero estar atentas: la cara de orgasmo raro que pone puede deberse a otra complicación, sobre todo si va acompañada de agarrarse fuerte el brazo izquierdo. Recomiendo discar 911 y huir raudamente del lugar.

El Diego Peretti
No es lindo en el sentido estético de mierda que tenemos en esta sociedad del carajo, pero tiene un “no sé qué” que te causa…curiosidad. Si, querida lectora, si nunca probaste un feo por favor, corre y agarra al más cercano. Son laburadores natos,  se han cansado de remarla para ponerla entonces cuando se les da la oportunidad, emergen en su mayor esplendor, porque sin quererlo, son maestros del amor. Como no pueden impresionarte con su belleza física tratarán de hacerlo con sus habilidades en la cama, lo cual es un golazo de media cancha. Ahora si sos prejuiciosa, andá a que te coja el tipo Hernán Drago y en vez de orgasmo tenés vista panorámica.

Son varios los especímenes que podemos encontrar, estoy segura que me faltan muchísimos, pero he aquí los básicos.

Bueno, queridos, sin más que agregar, ahora los dejo. Tengo que ir a conocer a los chicos del staff del Mendo…, Ah: ¡y cobro caro por la info!

Fuente imagen:
www.terra.es 

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