/Analía no le pegaba de puntín

Analía no le pegaba de puntín

Estábamos sentados en la mesa del bar del A.C.A., hablando de fútbol, ¿de qué si no?, cuando Santiago, el hijo de Pedro Reyes, el uruguayo que recomendó Víctor Hugo para que relatara en Mendoza, nos dijo: “Miren muchachos, la de pelo cortito y bolso verde… es Analía. Ya me voy a acordar del apellido. Jugaba al fútbol… Pero con los hombres”

La miré a la distancia. Era linda Analía, en el partido contra el tiempo, ella ganaba por goleada. Ojos vivaces que eran el preludio de una sonrisa divina, cutis delicado, caminaba con gracia, nada que ver con el estereotipo de la jugadora de fútbol (sumándole nuestros chabacanos prejuicios al respecto).

El Rata Ramos “metió la cuchara” para decir, “ah.. cuando yo vivía en Neuquén también había una minita que iba a jugar a la canchita con nosotros”. Santiago lo paro en seco: “No, pero esto es distinto, Analia – que no le pegaba de puntín – jugó en un equipo… con camiseta y todo, en la liga. Fue antes de los 70 y se armó un quilombo bárbaro, que como una mujer iba a jugar con los tipos… tuvo una repercusión de la gran puta”.

Me miraron a mí y el Gordo Jofré me dijo: “che… a vos que te gusta escribir esas boluceces de antes podrías hacerle una nota. ¡Alcanzala!”. Otra vez intervino Santiago y explicó: “no, Analía no quiere saber nada, ya es una mujer grande y quedó muy enojada porque no le creen, ella dijo que alcanzó a jugar oficialmente un partido pero como no quedo registrado dijeron que eran inventos suyos”. Ya Santiago era el dueño del escenario entre pocillos de café y el cenicero en el que habíamos apagado el enésimo cigarrillo. Nadie se lo pidió expresamente, pero sabía que tenía que empezar a contar la historia.

“A ella le gustaba el fútbol desde chiquita, Analía no le pegaba de puntín, sabía jugar, era rápida, se fabricaba los espacios, se ubicaba bien en la cancha y tenía una voluntad de hierro para entrenar”. El Flaco Tormo era el entrenador de Unión Central, que jugaba en los torneos de la Liga Lasherina, y no tuvo ningún reparo en darle el “si” cuando la Analía (que jugaba para el equipo femenino de los azules de Unión Central) le pidió permiso para entrenar con los muchachos. La vio jugar y la idea comenzó a rondarle en la cabeza… “¿¿¿y si la pusiera adelante???. De paso seria un “boom”, una mujer jugando en un equipo de hombres”. Lo planteó en reunión de Comisión Directiva. Algunos se rieron, otros se escandalizaron, pero otros dijeron “¿porque no?, lo primero que hay que ver es que dice el reglamento”.

En la liga se pusieron como locos… el comentario era “está bien, no hay objeciones reglamentarias, puede jugar, pero es un despropósito, para eso está el fútbol femenino, la Liga va a perder prestigio, y el único beneficiado será el club Unión Central por el efecto publicitario, pero no puede ser… hasta es riesgoso para ella, mirá si le dan un codazo, si la fracturan, si se le da por hacerle un caño a un defensor. No nos hacemos responsables de que le den un voleo en el… De última, casi como una gracia, que entre en el banco, pero jugar, muchachos… ¡No es serio!”

Había sólo un diario en el pueblo, y aunque a los cronistas y su jefe no podría tildárselos de “talibanes”, tampoco les gustó la idea y decidieron no publicar la síntesis de los partidos… “nosotros comentamos partidos de fútbol, no vamos a hacerle publicidad a un “cuadro” porque tenga una mujer en el equipo”.

Nunca el diario publico una nota referida al tema, así que si hoy querés bucear en la historia no vas a encontrar nada, para colmo después del diluvio del 70 en la liga entró agua al sótano y al mojarse todos los papeles se perdió lo poco o lo mucho que había de las planillas de los árbitros. Quedan los testimonios nada más, algunos dicen que jugó un partido e hizo un gol de rabona sobre la hora – porque Analía no le pegaba de puntín – volvió a repetir, otros dicen que solo entró unos minutos en un partido pero los gritos hostiles de “Andá a lavar los platos”, o “Las mujeres a la cocina” la bajonearon y no fue más, otros dicen que se cansó de esperar que se decidieran a ponerla, la misma versión habla de una confabulación “si juega la minita, pierden el partido”, la orden la recibieron los árbitros… y hasta alguno se atreve a asegurar que Analía se enamoró de un gringo rubio y rudo, novio celoso (después marido) que de entrada le exigió que dejara de jugar, que ella se “calentó” tanto que hasta rompió las fotos con el equipo de Unión Central posando en la cancha Academia.

Pero como el amor es mas fuerte, pudo más la promesa del anillo que el de una vuelta olímpica.

Esa es la historia, si jugó o no oficialmente, nadie tiene pruebas, pero si que fue la primera mujer que estuvo en un equipo integrado por hombres: “Once integrantes, uno al arco y 10 de campo”, no hablaba de jugadores, ni jugadoras, como el reglamento no hacía referencia a género no pudieron impedírselo, pero en esa época el machismo era recalcitrante (bueno todavía quedan algunos especímenes), así que no se si jugó oficialmente o no, no hay pruebas, pero los que la vieron jugar dicen que era buena, muy buena, que Analía no le pegaba de puntín.

N.D.A: Basada en la historia real de Claudina Vidal, la primera mujer que integró un equipo de hombres, el Sudamérica de Paysandú, Uruguay, de la que tampoco hay registros fidedignos que demuestren que alcanzara a jugar oficialmente.

Escrito por Oscar “Chino” Zavala para la sección:

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