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El bardo de ir por primera vez a lo de tus suegros

¿Quien no se ha enamorado alguna vez perdidamente? Y no hablo de esos ojetes infernales que vemos en el bondi, sino de una persona en su totalidad, con su físico y su personalidad. Estar con alguien que queremos es la gloria misma, pero al empezar una relación hay cosas que nos tenemos que bancar, algo así como «el derecho de piso» por entrar en la vida del otro.

Si ya llevas un tiempo de relación llega el temido momento en que tenes que ir a la casa de tus suegros. Y aquí empiezan los problemas. Cortatela si tu suegro es policía, militar, camionero, mecánico o esas profesiones que sabes que tienen pocas pulgas y que si te mandas una cagada te espera que te retuerzan el pito con una llave francesa. Ni hablar si te tocan esas familias intelectuales, y vos sos un inculto que te la pasas viendo Intrusos y tu único tema de conversación es como juega la Lepra o el Barsa.

Y llega el día. Caes a la casa, después de haber tenido que tunearte entero para sacarte la facha de refugiado sirio, esconder la macoña en otro pantalón y sacarte la barba de Dumbledore que cargas. La primera impresión es la que cuenta dicen, y todos te observan para sacarte la ficha y tener una conclusión tuya para contarle a la conchuda de la vecina. Y arrancan las temidas preguntas: «¿que estudias?», «¿trabajas?», «¿fumas porro?», » “¿que pensas de la influencia del banco mundial sobre los países subdesarrollados en relación a las deudas contraídas?». Te sentís Susana Gimenez en simposio sobre energía nuclear, pero la piloteas.

Tema aparte cuando empiezan a indagar en tu trabajo y educación. Hace bocha no sacas una materia de la carrera que empezaste hace 7 años y que cuando la nombras la gente se queda pensando de que mierda laburas con ese título que no sea vendiendo frula. Peor cuando andas re tirado y tus últimos laburos fueron repositor del súper chino y músico de bondi, esos que tocan cuando el chofer es piola y te deja subir. Mejor ni nombrar que acabas de gastar todos tus ahorros en Nu Skin y andas hinchándole la pija a todos por facebook para que entren y ganar un mango.

Llega el momento de la comida. Suerte si a la suegra le pinta cocinar algo normal, pero si te quiere poner a prueba te clava «seso con ensalada de brócoli y queso», un cóctel que si sos medio jodido no lo comes ni en la cárcel de Boulogne Sur Mer, y que si osas ingerirlo te convierte en una bolsa de pedos. Y la vieja te mira con cara de «desprecialo y será lo último que harás», y vos intentando comerte todo eso sin decir nada mientras te preguntan «¿te gusta nene?», poniendo cara de recién garchado por un travesti.

Si te hace algo rico es otro tema, porque no da para repetirse, no da para comer como la alimaña de rapiña que sos. Te comes una milanesa o solo dos porciones de piza, o solo una patamuslo, o un pedacito de carne y medio chorizo, mientras por dentro ves cómo dejan una banda de comida y se te hace agua la boca. Eso si… dejas a la mina y te vas derecho a clavar una hamburguesa tamaño baño al puente de la terminal.

Un gran problema son las hermanas de tu novia… incluso hasta la vieja. Si son feas todo ok, no pasa nada, si son lindas te haces la típica pregunta “¿porque no me levanté a la hermana?”. Si son cariñosas ni hablar… Y si la vieja está buena comenzás a fantasear con tantos años de porno MILF. Tenes que tener ojo con la cara de onanista supremo nivel Kintaro.

Otro tema relevante es el baño de la casa. Podes tener el mal orto que te den ganas de garcar después de comer, y no puedas controlar esa carrera de kartings en tu panza, por lo que decidís ir a la tacita blanca. Hay baños y baños, pero unos particularmente peligrosos: esos que la puerta del baño da a la cocina o al living, y tenés que amortiguar los pedos y no podes largar al amigo de chapuzón al agua porque se escucha todo. Más si abrís la puerta y sale el barandon ese que te caga a piñas e inunda en segundos cualquier espacio físico, dejando en evidencia que les garcaste el ñoba la primera vez que fuiste. Otro dato: reza a todos los dioses que tenga ventilación y que nadie entre en los próximos minutos porque todos se darán cuenta que liberaste un demonio en casa ajena.

Esas son algunas de las cosas que te pueden pasar, no siempre, pero cuando pasa el tiempo terminan siendo parte de historias divertidas para contar. ¡Hasta la próxima!

 

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