Recuerdo haber escrito hace tan solo cuatro años atrás: “El músculo no duerme, reabrió sus puertas el Mocoroa”
Mocoroa fue un boxeador de la década del 20, de nombre Julio, un peso liviano al que llamaban “El Rey de la Defensa”, eclipsado tal vez por la figura de Justo Suarez, “el Torito de Mataderos”.
Falleció trágicamente a los 24 años en un accidente automovilístico. En homenaje a su persona, el viejo maestro Francisco “Paco” Bermudez le puso su nombre al mítico gimnasio de calle Estrada 81 de la Cuarta sección. Y, paradojas del destino, cuando se nombra a Mocoroa casi nadie recuerda al boxeador, sino al gimnasio.
El Mocoroa fue la Universidad del deporte para grandes boxeadores como Nicolino Locche, Cirilo Gil, Francisco Gelabert, Gustavo Ballas, Jorge “Aconcagua” Ahumada, Juan “Mendoza” Aguilar, José Mario López, Pedro Aguero, Raúl Vargas, Manuel “Cholo” Gonzalez, Roberto “Corchito” Domínguez, Carlos Aro, Osvaldo Corro, Ramón Balbino Soria, Mario “Cirujano” Ortíz… y la injusticia imperdonable de parar la lista dejando por mero olvido de algún otro boxeador. Pero de paso hay que decir que otro campeón mundial como Pablito Chacón también dio sus primeros pasos en el Mocoroa Boxing Club.
Contaba el Maestro Paco Bermudez que la inauguración del gimnasio (15 de enero de 1944) coincidió con el terremoto que sufrió San Juan. No llegó a cumplir las bodas de oro, faltó un año, porque en enero de 1993 decidió cerrarlo. “Se terminó el ciclo – decía don Paco – el Mocoroa no tenía el esplendor de antes, no había renovación y con casi 80 años (faltaba uno para cumplirlos) ya no están las ganas de antes. Pero me voy conforme, di todo de mi, trabajé a conciencia. “Primero el hombre, después fue el boxeador” fue mi lema… Creo que cumplí.
Carlos Suarez, la Biblia del boxeo mendocino, dijo alguna vez que Bermudez a través del Mocoroa, le cambio totalmente la rudeza al popular deporte, rudeza que le dio en todos los niveles sociales detractores. Así los muchachos surgidos de sus manos transformaron al boxeo en una fiesta del verdadero deporte.
Roberto Suarez, autor de un libro maravilloso con la historia del boxeo en Mendoza, nos cuenta que el gran acierto de don Paco fue incorporar los conocimientos de los profesores franceses que trajo el gobernador Emilio Civit para la enseñanza de la práctia del boxeo “europeo no americano”. Esto marcó al diferencia respecto de Buenos Aires, donde los primeros exponentes fueron Mario Diaz que deslumbró en el Luna Park y el “brujo zanjonero” Kid Cachetada, de quien tomó mucho Nicolino Locche.
Paco Bermudez tuvo la particularidad de ser a la vez técnico y manager, conjugando bien las dos cosas. Conocía al boxeador desde lo humano, personalmente negociaba las peleas con los promotores, elaboró un método de trabajo. Con disciplina y dedicación el éxito no podía esquivarlo. Pero el Mocoroa cerraba… y pasaba a ser solo un recuerdo… veinte años donde el musculo dormía, ahí en las aulas encordadas donde se enseñaba primero la defensa, después el ataque, pero siempre con elegancia. El gimnasio donde después de calzarse los guantes había que ponerse la galera y el bastón porque así lo exigía el Maestro Paco Bermudez.
Hasta que uno de sus hijos dilectos, el pibe que integraba la ultima camada de boxeadores de don Paco, Jorge Arias, el actual entrenador de Juan Carlos Reveco, “el Coton de Malargue”, habló con Marita, la hija de don Paco, y decidió abrir otra vez las puertas del Mocoroa, a puro sacrificio propio. La respuesta fue inmediata, otra vez el bullicio, el olor característico de un gimnasio de box en el mismo lugar… Estrada 81. Reabrió su puertas el Mocora… el músculo no duerme.
Cuatro años después debo volver a cambiar la historia y el titulo: “Las puertas del Mocoroa están cerradas, el músculo duerme”
Escrito por Oscar «Chino» Zavala para la sección: