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El que no salta es un Inglés

¡El que no salta es un inglés! ¡El que no salta es un inglés! ¡El que no salta es un inglés!

No paraba de darme vueltas en la cabeza, quería cantarlo, y al fin y al cabo lo había puesto Morenito en el frente de  la Secretaria de Comercio, se lo cantaron al barco que traía combustibles y gas para que usáramos nosotros, en Bahía Blanca.

Miraba a los lados, como con vergüenza, no quería ser el primero. Lo habían cantado la mitad de los abuelos de hoy en la mitad de las plazas del país en el ’82. Pero ser el primero me daba no se qué.

No tenía rima el cantito, pero tenía ese “Je ne se qua”, como dirían los franceses. Era algo que no podía contener en mi pecho.

Y allá a lo lejos en el mar de cabezas lo vía al “Santia”. El Santiagueño, con el que habíamos compartido tantos cafés en la peatonal, y tantas birras a la salida del Tomba.

-Que carajos hacía acá al “Santia”, me dije.

Pero era como que el destino me había guiñado un ojo. La aprobación extrema de los dioses me había dado un ímpetu incontrolable.

Estábamos con el Ángel Gris, que también escribe en este pasquín y fanático él de Independiente, viendo el primer partido del Kun en el Old Trafford.

-¡El Kun contra el Manchester! Decía el Angelito entusiasmado antes de subir al avión en el Plumerillo, rumbo a Londres.

-Espero que te banques acompañarme al partido de despedida del Titán en la Bombonera. Dije como toda respuesta.

Y si, ahí estábamos, el grito crecía en mi pecho como en el partido contra Inglaterra en el ’86. Y salió nomas:

-¡El que no salta es un inglés! ¡El que no salta es un inglés! ¡El que no salta es un inglés!

Pensé que al gordo le daba un infarto en ese momento. Los ojos se le salían de las cuencas, respiraba entrecortado, y la cara colorada como los inglesitos borrachos que nos rodeaban.

-No te calentés gordo, no entienden una pija, cantá.

Y ahí  los dos abrazados cantando. El Kun justo queda frente al arco y nos escucha y pifia el gol servido. Mira a la tribuna desconcertado.

Poco después yo enloquecido lo busca al Santia, para que se sume a este disfrute. En cuanto me vió bajó la vista.

Fue lo último que ví. Que paliza nos comimos.

Llovían golpes, chops vacíos, chop llenos, granizaban piedras de cemento. Vino la cana, les explicaron y se sumaron a la golpiza. Después llegaron los bomberos con las bombas hidrantes, y nos castigaron con las mangueras.

Cuando ya no quedaba nada de nosotros nos sacaron en camilla, y con el último esfuerzo, hinché este pecho argentino y grité:

-¡¡¡¡Santiagueño Buchóoooon!!!!

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