Desde pequeño, bien de chiquito, me críe con una pelota de básquet. Mi vieja, y mis dos hermanos mayores jugaban y yo por supuesto que también. En mi casa se respiraba básquet, entre semana se entrenaba, los sábados y domingos a la mañana se jugaba y en las noches se iba a ver la primera. Nuestro básquet, este deporte tan lindo para los que alguna vez tocamos una pelota, tiene historia; una historia que merece ser contada y merece siempre ser valorada.
Crecí viendo grandes jugadores y crecí escuchando a mi vieja (que todavía sigue jugando hoy en día, hace dos semanas salió campeona del regional provincial con la selección de maxi de más de 50 años, ¡te felicito Má!) contarme de grandes glorias, como el gran Pipio Pedemonte, el Pelado Armendariz, el Pato Rodriguez y hasta del Chirigua Reyes que jugó en aquel Regatas de liga nacional.
Pero no sólo grandes jugadores de viejas épocas bañan nuestra historia deportiva, sino que grandes equipos y duelos barriales traen consigo y suman mística, pasión y competitividad a nuestro baloncesto, que nunca, pero nunca dejó de ser una liga interesante.
Escribo esta nota emocionado, no puedo ocultar lo que siento, mi pasión deportiva me obligó y me obliga de dedicarle unas cuantas palabras a los Rubia y a la Unión Deportiva San José, campeones hace un puñado de días de la liga de nuestra provincia venciendo al siempre competitivo y gran club de las calles Siupacha y Olascoaga, la Asociación Deportiva Anzorena.
Con muchos problemas desde lo institucional, San José, se quedó con el titulo; con su cancha suspendida con una tragedia de por medio, con sus jugadores que comenzaron esta temporada con el objetivo de no descender y con una dirigencia que hace unos años sacó del pozo al “Sanjo”, hace unos meses se sentía decayendo nuevamente. Nada indicaba, que tiempo después, el club de la calle Bandera de los Andes iba estar cortando las redes en el tercer partido en la cancha de Anzorena, cancha con mucha historia, sino pregúntenle al tanguito, un personaje entrañable de la institución.
Los Rubia, oriundos de la sexta y con un pasado en Anzorena, son parte fundamental de este “dale campeón” constante de la hinchada que va resonar por varios años más. El “Garza” y el “Mula” se ganaron el corazón de cada hincha de esta institución y como siempre el respeto de cada uno que escucha su apellido y sus apodos en el mundo del básquet mendocino. Aparte de todo ello, su primo el Nano Cangelosi, se dio el gusto de dar la vuelta con ellos, también poniendo su granito de arena en un equipo bañado de humildad.
El “Garza” (apodo puesto en las inferiores, haciendo alusión a sus largas extremidades), con su insoportable personalidad dentro de la cancha pero con un talento y unas aptitudes que podrían haberlo llevado a jugar a otro nivel, siempre eligió su provincia y su familia, hoy en el “Sanjo” forma una dupla que viene ya de hace años, con el “Mula”(apodo también que trae desde pequeño, por su temperamento), su hermano menor, caracterizado por un amor propio y con esa imperial necesidad de ir siempre para adelante. Ellos dos, los hermanos Rubia, sumado a un gran plantel y equipo, gritaron campeón una vez más. La verdad si les digo cuantos títulos tienen entre los dos, les miento, pero ya se han cansado de dar vueltas olímpicas, pero a pesar de ello siguen emocionando, porque el hambre de gloria siempre está y aunque tengan 40 años y 200 títulos, el garza y el mula, van a querer salir campeón.
Hoy quiero felicitar a San José, hoy quiero decir que estos dos pibes, son la historia viva de nuestro básquet, porque siempre eligieron Mendoza, porque a pesar del título, sé que son fieles a sus orígenes y que en su corazón siempre va estar el grito de “Anzoreeeeeeena, Anzoreeeee”, pero hoy, con otros colores, eligen defenderlos y seguir sumando títulos a su vitrina, hasta ser ídolos de todos los pequeños que juegan al básquet y que buscan un modelo a seguir, porque los Rubia, han dejado su huella y quizá yo les hablé a mis hijos, de la resurrección de San José y que yo vi jugar a los dos hermanos, que a pesar de las peleas y discusiones, nunca pudieron separarse adentro de la cancha de básquet.
Que lindo ver como historias de un club de barrio se ponen en primera plana. Vamos Anzorena Carajooooo!