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Peripecias de estacionar en la calle Arístides

Para quienes no sepan, la Arístides es una calle de la ciudad de Mendoza repleta de bares, que van desde antros de mala muerte hasta lugares top llenos de gente linda y posturitas. Por una cuestión lógica, de martes a domingos es casi imposible estacionar, por lo que nombraré algunas de las peripecias y personajes típicos que todos los que disfrutamos del relax nocturno tenemos que ser y padecer. Y así nos podemos encontrar con…

El persistente enfermizo cansador insistente.

El tipo quiere si o si estacionar sobre la Arístides, no sabe de calles laterales, ni paralelas, ni perpendiculares. El chabón va de Belgrano a Boulogne Sur Mer una y otra vez con las balizas prendidas fisgoneando a uno y otro lado para poder estacionar. Se pone nervioso, se exalta, putea y le pega al volante cuando divisa que metros delante un culón encontró lugar antes que él. Se baja hecho una bola de sudor y nervios.

El león viejo y todo me calienta tres huevos.

El león viejo no come ni deja comer, es mañoso, intolerante y déspota. Este personaje, así como el león viejo, llega temprano y estaciona ocupando dos lugares, o lugar y medio. Ves todos los autos ordenados, en fila, y el “león viejo” lo ha dejado como el orto, cagándole la posibilidad a otro. Lo ves y te dan ganas de tener una grúa con imán para dejarle el auto en el techo de un bar.

El preocupado exasperante desconfiado.

El tipo entra puteando, seguro de que no va a poder dejarlo sobre la Arístides, así que busca lugar para estacionar en los alrededores. Apenas consigue se baja y un cuida coches le ofrece sus servicios, los que acepta resignado, pensando en cómo le van a chorear el stereo. Desconfía absolutamente del muchacho de visera e intenta trabar algún tipo de “ida y vuelta” amistoso pensando en que a un buen vago no se le roba. Está toda la velada preocupado por su auto, va dos o tres veces a controlarlo, se come las uñas, mueve el pie, le hablan y no se puede concentrar. Un embole de tipo.

La súperspeedway autos que chocan motos que vuelan.

Ella se cree que está en una carrera de Dayatona, que tiene un autito chocador, que los paragolpes de su auto (y el de los demás) son indestructibles, así que su manera de estacionar es “topando” hacia atrás y hacia adelante con el auto vecino. Hace marcha atrás y ¡ploc!, pone primera hasta que ¡toc!, vuelve hacer marcha atrás hasta que ¡crunch!, va hacia adelante hasta que ¡splat!… parece las piñaderas de Bátman modelo 60. Se baja del auto chocha, dejando trizados los plásticos y hasta una mica rota. Niños gratis.

El estacionamiento de las motos grosas.

Nos cagamos de envidia cuando vemos llegar a un motoquero en una mega chopera, salvaje, bravío, impune a la peripecias de nosotros, los automovilistas “estacionadores”. El tipo llega haciendo ruido y se para frente a Barlatina, espacio que por naturaleza ha quedado asignado en forma eterna a motos de alto calibre. Son odiados por los que andamos en auto y amados por las chicas.

El estacionamiento de las motos chombi.

Si no andas en una mega moto, no te bajonees, para vos también hay un lugar, porque la Arístides es una selva donde come tanto el león como el monito escuálido. Apenas pasas el estacionamiento de los envidiados Lorenzo Lamas hay una playa de estacionamiento, y por algún motivo inexplícito todas las motos “biorsis” se estacionan en la vereda de esa playa. Y los dueños ni se enojan ni te cobran. De ratón te podes comer una piadina de dorapa.

El tapón bravucón gigantón intolerante.

Generalmente si medís más de 1,80 y pesas más de 110Kg podes acceder a ser este personaje. Básicamente el tapón se estaciona frente al bar que desea asistir, mete baliza, se cruza de brazos, prende el stereo y se relaja esperando a que alguien de su misma cuadra, en su misma mano, abandone el lugar. Al tapón le suda las gónadas armar atoradero, que los bondis le pasen a escasas manos de pintura de su auto, que lo levanten a bocinazos los de atrás, que casi choquen por su culpa, que claven frenadas los despistados y maniobras increíbles las motos. Total… se baja y todos callados.

El incalculable cordonero inoperante.

Otro al que la vida le chupa un huevo. Aprendió a manejar en el Cotolengo Don Orione y le enseñó a estacionar Hugo Torrente. El tipo está llegando tarde, así que empalma lugar y así como viene mete el auto… como puede. Lo deja torcido, a unos escasos 1,30m/1,50m del cordón. Se baja sin siquiera mirar. No se da cuenta que entre el cordón de la vereda y su auto pueden armar una mesa… de 8 y hasta cercar el lugar y hacer una VIP. El problema no es él, sino lo atento que tenes que estar de no reventarle su espejo contra el tuyo al pasar.

El de la ganchera nefasta y todos a rezar.

Vas entrando a Arístides, pasas las dos primeras cuadras y ¡chan! En la tercera ves un lugar hermoso, solo para vos, justo está el cuicacoches piola que es casi amigo tuyo. Metes baliza, aceleras para que no te duerman, ubicas el auto, estacionas a la perfección, cabe justito. Entonces antes de bajarte miras hacia adelante y la ves… una Hilux modelo 2000, 4×4, con cubiertas enormes y una mega ganchera que casi termina en punta. Delante de la chata ves otro auto… la ganchera está a la altura de la parrilla de tu auto, plástica, blandita, frágil y sobre todo ¡cara! Te bajas sabiendo que apenas el de la camioneta haga marcha atrás esa ganchera va a quedar completamente incrustada en tu auto, rogas que al menos no te destruya el radiador.

El adormecedor de serpientes y de giles.

Ves que se está desocupando un lugar, metes balizas, te pones contento porque estas relativamente cerca, te ubicas delante del auto que está por salir, para estacionar marcha atrás. Entonces en cuanto sale el auto en cuestión, se te mete de arrebato un tercero por colectora y te duerme el lugar. Pueden pasar varias opciones, o se baja una parejita al palo haciéndose los desentendidos, lo cual terminará siendo contado como anécdota de risas cómplices mientras comen o se bajan cuatro mastodontes con cara de pocos amigos, ya cagándose de risa de vos. En ambos casos no da para bajar a pelear, porque ya te están levantando a bocinazos. Dormiste capo.

Estos son algunos de los personajes que encontramos al momento de estacionar… por suerte tenemos al glorioso Ochocuarenta Bar, que hace poco inauguró una playa de estacionamiento solo para clientes, ¿hay algo más cómodo que eso?

 

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