/¡Qué renuncien todos!

¡Qué renuncien todos!

Seguramente estarán pensando que puede decir una mina de fútbol, les ahorro la bardeada, absolutamente nada, porque no soy deportista pero si argentina. Cansada de que desde que empezó la bendita “Copa América” me trataran de no entender nada, de que no tengo pasión y que no soy argentina decidí hacer esta nota.

Ayer miraba en las noticias que Messi renunció a la selección y que muchos de sus compañeros estaban tentados de hacerlo, ¿saben qué? ¡Renuncien todos!

Son un grupo de chicos que tienen prácticamente mi edad, son exitosos en lo que hacen, ganan millones en sus equipos y con publicidad, mucho más de lo que les puede pagar la selección, y sobre todo donde juegan los adoran ¿Por qué tienen que aguantarse el bardo de millones de argentinos mediocres que se creen técnicos de fútbol atrás de una pantalla de televisión?

El problema es que no sabemos diferenciar la realidad de un simple deporte, se nos hincha el pecho cantando el Himno recortado con una “O” antes de un partido pero no somos capaces de ponernos una escarapela en 9 de Julio, es más ni siquiera sabemos que se conmemora ese día en realidad.

Tampoco sabemos diferenciar un simple deporte de un negocio millonario de unos pocos que financian la pasión de muchos, pasión que muchas veces es “pan y circo” de los poderosos, pasión mal controlada que termina en violencia demasiadas veces.

Nos creemos patriotas por salir a la calle a festejar una victoria de un equipo, que quedará en lo anecdótico a los pocos días, y tratamos de “pecho frio” a ese que no lo hace. Aunque tal vez, ese que no lo hace paga sus impuestos, se interesa en política, en ayudar a los demás o mil cosas más productivas que vos, cosas que realmente hacen crecer a un país.

Nos creemos poderosos por ganarle a un equipo del primer mundo, como si fuéramos una potencia mundial ¿de qué? De un orgullo infundado en innumerables fracasos, ese que nos hace ver ridículos frente a los extranjeros. Seamos honestos en lo económico y productivo seguimos siendo un país en que un sector cultiva cereales y cría vacas, mientras el resto se defiende a duras penas, porque de industria ni hablemos.

Nos creemos superiores porque creemos que tenemos grandes jugadores, porque creemos que somos “más claritos”, porque creemos que somos más europeos que latinos ¿y saben qué? Nos va tan mal como el resto del tercer mundo, porque es a donde pertenecemos.

Nos merecemos ese tercer mundo hasta el día que nos demos cuenta que otras virtudes son las que nos hacen grandes: el trabajo, la solidaridad, el “atarlo todo con alambre”. Tal vez esta sea una oportunidad para que de una vez tratemos de alzar la cabeza por los logros correctos que son a largo plazo y no por la inmediatez de un campeonato.

Nos creemos apasionados por alentar en un deporte, por “la camiseta”, y nos quedamos ahí, esperando que la realidad cambie sola. Alentamos sólo un deporte cuando hay miles deportistas amateurs de otras disciplinas de las que nadie se acuerda.

Nos creemos inteligentes y hábiles por gritar desde una tribuna, desde un sillón, desde nuestras simples vidas, vidas comunes, a un grupo que tipos exitosos que realmente no tienen nada que perder, no tienen nada más que ganar en su vida. Que son de los mejores en lo que hacen, porque entrenan para eso todo los días. Que llenen con su éxito el que nosotros no tenemos. ¿O acaso podemos decir que ponemos en nuestro trabajo esa pasión y dedicación que exigimos? Ya sé el sueldo no es el mismo, pero las exigencias y el talento tampoco.

Vamos a ser grandes cuando nos duela más estar tan abajo en educación y salud que segundos en un campeonato, cuando le exijamos de la misma manera más a los políticos desastrosos que tenemos, y no a un grupo de pibes que corren atrás de una pelota por trabajo, deporte, plata o lo que sea.

Al final, estos momentos sacan lo peor de nosotros, les sigo a aquellos que disfrutan del deporte, así se opacan el potrero y la gambeta, las tardes con familia y amigos, esa magia de la pelota de la que tanto hablan.

Por eso yo digo, ¡Renuncien! No nos deben nada, la deuda la tenemos nosotros, con nosotros mismos.

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