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Tipos de compañeros en facultades mendocinas

Digamos que la madurez de un joven de entre 18 y 25 años (y a veces más) está dada por un hecho principal que se basa en dejar de juzgar a los profesores y a tus compañeros como buenos o malos.

Es algo típico del alumno de secundaria decir que la materia la desaprobó por que el profesor era un “rata”, porque la vieja de historia “estaba idiota”, porque el profe me tiene manía y me la quiere hacer llevar a marzo, etc. Ese tipo de cosas son las que uno tiene que modelar y reconstruir una vez que ingresa a los estudios terciarios o superiores.

En la universidad todo es más intenso. El contenido de las materias se incrementa en un 600%, los tiempos para estudiar se te reducen a una semana cuando antes era un mes o más, los exámenes parciales dejan de ser multiple choice baratos y se convierten en súper multiple choice con el súper poder de reventarte las neuronas; los finales son sudorativos y a veces diarréicos según el individuo… Y así como esas cosas se intensifican, también lo hacen las relaciones profesor-alumno y alumno-alumno.

Los profesores no te agarran manía porque no realmente tenés tanto contacto con ellos, pero en muchos casos disfrutan cosas peores que esa mal llamada manía. Cuando te ven mal en una mesa de examen, y por mal me refiero a que no entendés una papa del tema, te suben y te bajan, te arrastran por el piso del conocimiento y no precisamente como Shakira se arrastraba por la mesa en el tema “La tortura”…es más un arrastrado por la tierra como el chancho que está por ser achurado. Dejan la piedad de lado y no se les mueve un pelo. Ahí no hay idioteces, ni manías, ni profesores “ratas”; ahí lo que hay es simplemente un sabor dulce en hacerte saber que no sabés tanto como deberías, que no te esforzaste para alcanzar el nivel universitario.

La cuestión es que ese tipo de profesor normalmente se considera como el malo, pero para una persona un poquito madura este tipo de profesor es el que te capacita para salir a la calle y evitar llevarte puestas 300 paredes. Quizás te lleves puestas 10, pero no 300, y va a ser gracias a ese “cabrón que te la hizo parir” (como se les suele llamar) del que no te vas a olvidar nunca. El que los inmaduros consideran buen profesor es el que se cuelga charlando de boludeces durante la clase, no te manda trabajos prácticos para la casa y encima te re ayuda en los exámenes. Lo que te sopla es eso de lo que nunca te vas a acordar en tu vida profesional; es esa formulita para calcular cuánto tiempo podía estar una caldera funcionando y que ahora como no la sabés vas a tener que ponerte a experimentar e intentar no explotar toda la fábrica en el intento. Por eso, para cualquier persona madura, ese tipo de profesor es el que da miedo, porque es un vacío de conocimientos en medio de tu formación.

Ahora hablemos de los compañeros buenos y malos. Imaginemos a vos y tu compañero “el piola”, ese con el que te cagas de risa hasta cuando el respira diferente, ese que te dice que salgan a bailar un fin de semana antes de rendir porque “rendir es pan comido”, ese que vive denigrando a todos los profesores diciendo que no saben nada. Ese que se saca 100% de la galera y vos te quedás con tu 59% mirando al horizonte como intentando descifrar el jeroglífico de la tumba de Tutankamon. En esos momentos te gustaría tener a mano un pajarito del “angry birds” para meterle el pico en el cerebro y ordenarle que busque dentro de esa cabecita el momento en que este chico se puso a estudiar tanto; pero la verdad es que el que tiene toda la culpa sos vos mijito. La elección siempre es de uno mismo.

Ese es el que por tiempos consideramos bueno, hasta que aparece frente a nuestros ojos el calladito que siempre tiene perfil bajo y que nunca se tira un chiste, ese que de repente sin darte cuenta te sigue el ritmo facultativo y con el que un día al juntarte a estudiar entendés todo y en menos tiempo del que lo hubieras entendido solo. El sentimiento es correspondido y ahora el 100% aparece en la hoja de ambos, o un 70% bien merecido. Encontrar a ese tipo de personas es mucho más difícil que encontrar a los piolas, y son mucho más valiosos que los anteriores.

Por último, están los neutros…los peligrosos. Son esos que te piden fotocopias de parciales con la mejor onda y cuando ellos encuentran sus propios parciales los esconden como diamantes de sangre. Los que te ven pasar y te saludan pero nunca mencionan que la profesora dijo que ahora se cursaba en el aula que queda en el “ala norte” mientras vos estás yendo al “ala extremos sur”. Los que se enteran de que el examen lo pasaron para otra fecha y que entran menos contenidos, pero no se molesta en revelarte la verdad por el mero hecho de verte con cara de opa frente al avisador de la cátedra el “día falso” del examen. Con esos mucho ojo, que en la facultad para darse cuenta de estas cosas no hay que guiarse por la cara; porque no todo lo que brilla es oro.

Ahora concluyendo creo que la clasificación en bueno o malo es directamente por un tema de afinidad y simpatía en vez de ser por estudio. Y ahora que lo pienso creo que ese es el problema del fracaso de tantos chicos que se quedan libres en primer año; no estudian por saber, por buscar el conocimiento y la formación; estudian para aprobar, lo justo y necesario, y no llegan ni a eso. Hoy en día en el mundo exterior creo que se busca algo más que un justo y necesario en un puesto de trabajo. Se busca versatilidad y ganas de aprender más que ninguna otra cualidad. No se olviden, ¡el conocimiento siempre es poder!

 

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