Estamos transitando una etapa como sociedad en la que resuena mucho al palabra «deconstruir». Al parecer estamos tomando mucha conciencia sobre cómo nos vamos relacionando con nuestro entorno. En este marco de aprendizaje en busca de la armonía, les expongo un caso de injusticia, para que la próxima vez que nos toque estar ante una situación similar, seamos más conscientes.
Eran las 6:30 de la mañana y un despertador hacía su trabajo de sonar a la hora exacta a la que le habían pedido que lo hiciera. En una sociedad con valores más acentuados, se premiaría con creces la actitud y el esfuerzo de este despertador. «Uno se queda toda la noche despierto como un boludo y cuando la despierto a la hora que me pide me putea, me tira al piso, no se puede trabajar en estas condiciones», «Yo hago lo que me pide, no entiendo porqué se enoja» declaraba LI Uan Chu (despertador inmigrante de china).
«Me he enterado de casos de despertadores que no sonaron por miedo a ser golpeados y luego fueron tirados a la basura por supuesto bajo rendimiento» acusaba visiblemente enojado. Sumado a estos maltratos, acusan que están siendo explotados. «Me hace sonar cada 10 minutos y el pajero no se levanta en toda la mañana» declaraba otro ejemplar. «La forra de mi dueña me usa todo el año y cuando llegan las vacaciones me deja en la casa» acusaban también.
Desde la ADA (Asociación de Despertadores Argentinos) declararon en su ultimo voletñin oficial que los humanos los «dicriminan» respecto a otros dispositivos. «Muchos nos han cambiado por la alarma del celular, se pasan por las pelotas los años de laburo». «No van a apagar nuestra protesta con un botón» concluían.