Cerré los ojos y me acordé de todo lo que habíamos vivido aquella noche. Cuando el alcohol no faltó, y las palabras tampoco.
Habíamos estado hablando más temprano sobre las fantasías que teníamos cada uno. Él había probado cosas que yo no, y yo moría de la curiosidad.
“Aquella noche fuimos uno en los placeres y en el éxtasis”
Me propuso una idea. Algo que, si yo quería, los dos podíamos hacer.
“Muchas personas reprimen su placer y viven una vida desdichada, ese no quiero que sea mi caso” me dijo Santiago cuando le pregunté por qué lo hacía.
Y tenía razón. Mi vida sexual, hasta ese momento era muy monótona, y le dije que sí.
Me llevó a su departamento, en el tercer piso de un edificio que daba al Parque Central. Puso algo de George Michael para ir calentando el ambiente, dejó sus cosas en una mesa en la cocina, se me acercó lentamente y, literalmente, me comió la boca de un beso. Un beso que me hizo entrar en trance, un trance hipnótico.
Despacio, me fue sacando la ropa, que quedó tirada en el piso de parquet. Cuando me tuvo desnuda, me llevó al sillón, en donde sin que yo dijera ni una palabra, metió su cabeza entre mis piernas y empezó a hacerme sexo oral. Claramente sabía lo que hacía, su lengua se movía de una forma hipnótica y mis gemidos iban en aumento, hasta que no aguanté más y me vine en su cara, que salió toda mojada y disfrutando del momento.
“Ahora vamos a hacer algo diferente” me dijo, y me agarró de la mano, me llevó a la habitación y sacó una bolsa del placard.
“Ahora vos me vas a penetrar a mí” y sacó un arnés con un consolador en la punta. Yo algo sabía del tema, y me tomé el tiempo necesario para que disfrutase, para los dos lo hiciésemos.
Despacio, pero segura, fui moviéndome detrás suyo, haciéndole sentir el placer que le daba el ser penetrado por una mujer. Y yo, que hace tiempo jamás me imaginase tal situación, me encontraba gozando al igual que él, y está vez teniendo todo el control en mis manos, en mi cuerpo.
Estuvimos un buen rato así hasta que paramos, y me dijo que esta vez me tocaba a mí, a lo que me saqué el arnés y seguimos con el sexo tradicional hasta que terminamos en un éxtasis conjunto en donde los dos acabamos a la vez.
Ya acostados en la cama me dijo que jamás se había sentido con otras personas como se sentía conmigo, y a mí, jamás antes nadie me había hecho acabar dos veces en la misma noche.
Nos volveríamos a ver, eso era seguro. Y quizá otra noche más seguiríamos explorando nuestros bajos instintos, para volver a ser, otra noche, uno solo.