/Lo que nunca fue

Lo que nunca fue

«Si tuviera corazón podría amarte, si tuviera voz yo cantaría»
«If I Had a Heart», Fever Ray

Habíamos empezado a hablar hacía algún tiempo, de forma casual. Ambos estábamos interesados en la música y los debates. ¿Qué hacía una persona con pensamientos como los de él, hablando con alguien con ideales como los míos? No paraba de pensar. Pasábamos días y noches hasta tarde charlando de todo y flashando. Con gustos random tipo brujería, anunnakis, ovnis, astros, etc. Estaba empezando a tomarle confianza.

— Quiero saber de qué signo sos — pregunté.

— Libra ¿Y vos?

— De piscis, jajaja una sentimental de mierda — respondí.

En ese momento me puse a buscar su carta natal y me llevé la sorpresa de que nuestras lunas intercambiaban. Él tenía Luna en Cáncer y yo en Libra. Me pareció una casualidad hermosa y dulce. Estuvimos meses hablando, discutiendo, debatiendo y ayudándonos, era un amor — odio que iba y venía constantemente.

En septiembre nos juntamos varias veces, habíamos formado una linda confianza. Charlábamos por horas, faso de por medio. Sentía algo más que sólo atracción física y mental. Yo más que él por supuesto, siempre estaba nerviosa y no sabía cómo relajar. En una de las ocasiones después de un momento de estar sentada a su lado y varias secas de flores, le di un beso. Rompió el hielo inmediatamente y mi cuerpo reaccionó.

Su futón fue lo bastante cómodo para sentarme sobre él y besarlo mejor. Mi entrepierna se despertaba después de casi un año de no disfrutar, estaba mojada. Mis gemidos iban junto con mis besos, y sus mordidas en mi cuello. Sentía la necesidad de que me apretara la espalda con sus manos, sus grandes manos.

Comenzó un vaivén de caricias y suspiros, respiraciones entrecortadas, pseudo gemidos mientras nos besábamos, de manera suave pero fuerte, era mucha la conexión. Decidió bajar su pantalón y decidí sacarme la ropa, así sin más. Me desnudé entera, sentía la urgencia. Me situé nuevamente en mi lugar, y metió su miembro en mí… mi templo. No podía entender por qué me había hecho sentir eso, esa profundidad. Al ritmo de las penetraciones empecé a gemir fuerte, y sentía abrir mi alma al elixir de nuestros dioses, que me provocó el primero de mis orgasmos. En un rápido movimiento me dejó arrodillada en el sillón y él se levantó. Se posicionó atrás mío, y empezó a embestirme, mi cuerpo temblaba de placer hasta que en un momento amplió el futón que quedó como una cama, y ahí me vi venir toda la magia.

Me tenía en cuatro, mi torso y cabeza abajo, mis cadera y cola levantada, y la música sonando. Música real, y la de mis fuertes gemidos. Se acostó, y me subí encima suyo… Sentía como tocaba mi útero, sentía las cosquillas en mi alma, sentía todo lo que jamás había sentido. Empecé un movimiento lento, ondulándome entera sobre su miembro, sintiendo el sonido de mi humedad sobre él, sus manos en mis nalgas, mirándome… Mirándonos. No aguante más, y empecé a acelerar mi ritmo. Agarró mis pechos, se los metía a la boca desesperadamente, chupaba y mordía. No pude bancarme el placer, y fue demasiado, me había mojado otra vez, había vuelto a acabar. Se liberó de mi poder, y me posicionó debajo de él, boca abajo. Levante la cola, y me sometí. Nalgueada y penetración, fueron lo que me hicieron gritar de placer, sentía como mi clítoris se hinchaba y mi sagrado útero se preparaba para otro orgasmo. Le pedí que parara pero él amaba verme disfrutar. No paré de temblar, espasmos de placer invadieron mi cuerpo de tal forma que disfruté tanto como sentir el viento fresco dentro de mi cuerpo.

Me di vuelta y le pedí que fuese despacio porque no quería volver a acabar. Agarré su cuerpo con mis piernas, lo tenía atrapado. Sentía su perfume y el sabor dulce de su cuello, mi corazón iba a explotar y mi cuerpo estaba completamente a su merced.

No lo vi venir, no creí que pudiera ser cierto, el cuarto orgasmo apareció de manera sorprendente, y al bajar la velocidad hizo que viniera otro. Comenzó mi llanto, no de dolor…DE PLACER. No podía creer que mi cuerpo estuviera tan dispuesto a él.

Al descansar, estábamos acostados uno al lado del otro. Escuchábamos «Fated, Faithful, Fatal» de Marilyn Manson y mientras me besaba el cuello. Mi cuerpo reaccionaba a todos sus tactos y caricias, él entendía a mis reacciones. Dirigió su mano a mi entrepierna, y comenzó el disfrute máximo. Aceleró rápidamente su ritmo y fluyó de mí, una lluvia de placer increíble. Uno de los orgasmos más sorprendentes que tuve, y la reacción llamada «squirt», nunca antes conseguida por mí. Acabé dos veces más. Mi organismo producía tanta oxitocina y endorfina juntas, que no me importaba morir en ese momento, estaba feliz.

Después de dormir, desperté y me sentí desnuda. Su brazo cruzaba mi espalda y me moví de forma lenta para quedar de frente a él. Lo observé dormir, mire detalladamente su rostro. Tuve nostalgia en ese momento, sentía que lo extrañaba aunque estuviese a mi lado. Ya lo amaba.

Al irme de su lado, luego de despedirme sonaba en mi cabeza «Crazy» de Gnarls Barkley, la versión lenta. Me tenía que obligar a dejar de sentir todo lo que sentía, pues sólo iba a obtener sexo de él. Y así me quedé, abrazando un vacío, y aferrándome a una esperanza inexistente. Sus labios, sus ojos, su voz, sus manos, su mente… Su mente. Él era todo lo que yo quería y todo lo que no iba a poder. Todo lo que quería que fuera, pero nada de lo que iba a ser jamás…

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