Roberto López, más conocido como “Axel Lumilagro” en el ambiente nocturno mendocino, era un striper que desarrollaba sus actividades en diferente boliches de la provincia. Se lo podía ver los miércoles en Gutierrez, los jueves en El Treinta y los findes en Estación Miró. También hacía despedidas de solteras y shows privados a domicilio.
“Vivía de mi cuerpo, el baile y mis dotes” nos cuenta Roberto mientras se tantea la entrepierna, “pero con la pandemia se me complicó el laburo”, asegura el fornido muchacho con el cumpi a media asta.
Cuando cerraron los boliches logró mantenerse haciendo encuentros privados, bailando y aceitándose los abdominales al ritmo de ACDC, pero luego ya ni eso pudo hacer, entonces entró en un estado de desesperación total.
“Intenté dar clases de baile erótico en Instagram, tenía muchos seguidores (@axeltermoOK) pero no sabía cómo monetizar mi laburo, así que le llamé a mi amigo Martín Orozco y le pedí algunos consejos. Él me orientó un poco y me fui a ofrecer algunos canjes por comida”, nos cuenta Roberto mientras se menea suavecito para abajo, hasta abajo, bien abajo, suavecito para arriba, hasta arriba, bien arriba.
“No tuve éxito… nadie quería cambiar productos por mis servicios, convengamos que un striper ofreciendo comida o productos de limpieza no es lo más rentable del mundo” dice entre risas Roberto mientras se le ve su diente de oro y le frota la pinchila a una mesa de luz. “Entonces llegué sin ánimos, ni pena ni gloria, a ofrecer mis servicios de Instagram a una carnicería… y ahí la vi” dice Lumilagro con la vista en el infinito mientras menea la pelvis y simula penetrar algo. “La carnicería estaba llena de señoras… señoras cincuentonas, maquilladas, bien paradas, aburridas… ¡justo mi público!comencé a ver cómo conseguir la guita, me metí en un crédito y me la jugué toda” y con esas palabras nació “El Asado Sado”, la primer carnicería hot del mundo.
“Carnicería El asado Sado es un concepto innovador, que fusiona lo mejor de mi profesión con lo más exquisito del paladar argentino” asegura Roberto mientras hace flexiones de brazos al tiempo que se garcha el piso. “Todos los productos que ofrecemos tienen una analogía con la actividad de striper, vendemos productos sexys, comida erótica, carne argentina de la mejor calidad”.
Roberto nos cuenta sobre los productos que más vende, como el “Chorizo Luciano Castro”, un embutido de puro cerdo, la “sin hueso” corte de carne magra para bife, la “bola de lomazo”, la “morcillona negro de whatsapp”, una morcilla valenciana de gran tamaño, el “bife ancho venoso” un trozo de carne tierno y jugoso, la “falda hot”, corte con grasa para puchero o la “colita ardiente de cuadril”, pieza de carne sin hueso situada en la parte baja del cuarto trasero de la vaca.
“Lo mejor de la carnicería es la complicidad que se genera con las clientas” remarca Roberto mientras se trepa en un caño que hay en el medio del local y le hace un culiarropas pole dance al aire. “Al ingresar uno de mis compañeros (Jhony Hot Dog) les pone una buena dosis de alcohol en gel mezclado con Multi O en las manos, se las masajea sensual mientras el gel levanta temperatura y las chicas entran a punto, si llegan al horario de apertura pueden apreciar un pequeño show que hacemos con el Jhony (Hot Dog), el Brayan (Fire Bunny), el Kevin (Trípode bum bum), el Brandon (Comandante Cobra), el Tomy (Trompita Elephant), el Michael (Big Cum Shot) y el Steven (Kamasutra Gold)”.
El decorado del local va a tono con la industria a la que se dedicaba Roberto, es todo rojo sangre, los mostradores tienen neon por doquier, un escenario con un caño en el medio del lugar, máquina de humo al entrar, todo el piso de madera, hay cómodas sillas sexuales tapizadas en animal print para quienes esperan ser atendidos, la música es hard Rock, rock soft de los 80 y 90, hip hop de principios del 2000 y mucho playlist de música hot de spotify. En vez de darte un caldito o caramelos con el vuelto, te dan preservativos, de paso te cuidan. Pero lo principal es el estilo y la onda en la atención que tiene Roberto y su sexy troupe.
“Señora, ¿le meto un chorizo grande y jugoso o salchichita parrillera y jugetona?”, “Doña, ¿usted es de la que prefiere el lomo entero o se lo corto?”, “si hierve este pedazo de matambre en leche le va a salir tierno y se lo va a poder llevar a la boca con placer”, “si a usted le gusta la carne jugosa llévese este flor de pedazo”, “si me compra dos kilos le puedo dejar el osobuco completo”, “la carne en la bolsa… ¿se la meto molida o bifeada?”, “este cuarto trasero fresco va como trompada para mezclarlo con alguna crema”, “mamita lleve esta carne para esa olla”, y con clientas de más confianza el trato es casi personalizado: “Andrea pónganse en cuadril que le meto la longaniza”, “Estela mire que chorizo para esa palomita”, “Carlos me pongo de costeleta y le dejo la punta de espalda sin tútano”, “Anita le doy morcilla hasta quedarme vacío”, “Romina esa boca pide bife de chorizo”, “Macarena acá tiene un kilo de mondongo para ese conejo”, “pablo si lleva pecho le meto chorizo colorado”, “Raquel esa nalga va muy bien con este bife ancho”, “Tincho yo le meto chimichurri hasta las entrañas”, entre varios.
La carnicería hoy es un éxito rotundo, está lleno de señoras deseosas de llevarse carne a la boca y uno que otro muchacho ávido de disfrutar de tan esculpidos y dotados carniceros, los cuales venden desnudos, solo con el mameluco, bañados en sangre y sudor, encremados, aceitados, perfumados con Kevin, bien parados y con movimientos gráciles. Incluso hay un 0800 para sacar turno, ya que Roberto dice “nos gusta hacerle la cola a las clientas y que no tengan que esperar”.
Antes Axel striper, hoy Roberto empresario de la carne, ¡¡¡la pandemia es una buena excusa para reinventarnos!!!