/El conde Vergácula

El conde Vergácula

Jueves 23 de Enero, 2020.

—Bueno a ver, explícame de vuelta lo que te pasó anoche. Para mí que me estás tomando el pelo, Esteban.

—Es enserio lo que te digo, pues. Deja… mejor me pongo a laburar.

—No no… es que es difícil de creer. A ver, empeza desde el principio. Dale, te escucho.

—Hacía varias noches sentía como si una sombra me siguiera en las noches volviendo del trabajo, pero solo eran presentimientos, nada concreto… hasta anoche.

Me tuve que quedar hasta altas horas en la oficina, tenía mucho trabajo pendiente y debía presentar unos papeles, así que no me quedó otra y estuve hasta las 00.30hs,  hace tres semanas que me estaba quedando hasta muy tarde, incluso he estado cenando varias noches sobre mi escritorio. Antes de cerrar la oficina sentía como si alguien más estuviese en el lugar, como si escuchara ligeros pasos, pero no le di importancia.

Mi casa queda a unos cuadras de mi trabajo así que preferí caminar. La zona era segura. Mientras caminaba iba mirando hacia atrás porque esa sensación no se iba, al contrario, los pasos que mi cabeza escuchaba los sentía con más fuerza, traté de apresurarme pero me seguía el ritmo, así que traté de desviarme y pasar por la plaza que estaba cerca.

Llegué a la plaza donde me parecía un lugar más seguro para detenerme y mirar a mí alrededor, la plaza estaba bien iluminada y si había alguien cerca podría verlo claramente. Para mi sorpresa no vi a nadie, pero vi a una joven y hermosa dama sentada en un banco.

Me acerqué para preguntarle qué hacía ahí y que no era lugar ni la hora para que ande sola, ¡Si yo estaba asustado como un caniche! Seguramente ella también.

Mientras me acercaba la observaba detenidamente. Su piel era blanca como la nieve y parecía suave y tersa. La sombra de sus ojos marrones era bien oscura, contrastando completamente con el color blanco de su piel, y tenía puesto un elegante pero sensual vestido negro escotado, lo que me generó un mar de sensaciones.

En ese instante la luz de la plaza se apagó completamente por unos segundos. Trate de alumbrar con mi celular pero se había apagado, no sé porque si hace un rato estaba prendido. Antes que pudiera prenderlo la luz volvió al lugar, pero la dulce dama ya no estaba, como si se hubiera esfumado. Toda esta situación me estaba tensionando bastante, así que me dispuse a sentarme en ese banquito. Mientras estaba sentado esperando que prendiera el celular para ver la hora y volver a  mí casa antes que se hiciera más tarde. Miraba alrededor para asegurarme que no me quisieran sorprender y robarme. Y la vi a ella, sentada en el banco que estaba en frente pero a varios metros, no supe en qué momento o como hizo para llegar tan rápido.

Me quedé atónito unos segundos, y mientras trataba de reaccionar veía como la hermosa mujer pasaba su palma derecha por sobre sus pechos, mientras me clavaba una mirada penetrante y luego estiró ese mismo brazo y me hizo una seña como queriendo que fuera hacía ella. Sentí una excitación y una rara sensación de frio que recorría todo mi cuerpo, y sin saber porque fui hacía ella, como hipnotizado.  Caminé y mientras más cerca estaba no podía evitar sentirme más excitado, como si estuviera al borde de acabar. Ya estaba a unos pocos metros de ella, y otra vez se volvió a cortar la luz por solo dos o tres segundos, y ella había desaparecido otra vez.

Al final creí que toda esta extraña situación era por las largas horas de trabajo y las pocas horas de sueño, así que decidí irme de una buena vez. Y, en frente mío, estaba parado un señor. Mis pupilas dilatadas por esa sensual y extraña mujer lo observaron, era un señor blanco como la mujer, pero de unas grandes cejas, y un mentón casi puntiagudo, tenía una sonrisa que dejaba ver unos grandes colmillos. Quedé totalmente paralizado, y las luces de la plaza se volvieron a apagar. En eso escuche la voz de ese señor hablándome al oído y diciéndome. “Tranquilo buen hombre, esto acabara rápido”. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue en taparme el cuello con mis manos, como si presintiera que fuera una clase de vampiro. Sentía el corazón que se me salía del pecho, palpitando como un bombo. Y lo último que recuerdo es que sentía sus manos sobre mi cintura, y mi cinturón se des aflojaba y mis pantalones caían al suelo. Después solo sentí una cálida y húmeda succión entre mis piernas, y no pude evitar soltar al aire un fuerte gemido mezclado de placer y dolor. Y luego  me desmayé y desperté a las horas sentado en el mismo banco de la plaza.

Cuando desperté solo me percaté de si tenía todas mis pertenencias, miré la hora y vi que eran las 3.30hs, ¡Era demasiado tarde! No pude pensar en todo lo que pasó y si era real o solo un sueño lo que me había sucedido, no tuve tiempo de pensar y solo fui hasta mi hogar.

Entré a mi casa y estaba mi mujer esperándome preocupada, con una mirada de enojo, ella me decía que me notaba medio raro, y yo traté de esquivar cualquier contacto visual, lo que la enfureció más, como si le quisiera esconder algo. Traté de irme a la cama rápido pero ella se fue a acostar conmigo, quise evitar a toda costa una conversación, y ella lo notó y siguió hablándome. Le dije que estaba cansado y solo quería dormir, además no quería contarle lo que creía que me había pasado, para mí fue muy real, hasta me sentía agotado y mis piernas estaban cansadas, ambas tiritando, como si hubiera estado horas teniendo sexo, y mi miembro masculino carecía de cualquier sensibilidad o estimulo que trataba de emitirle. Apenas la sentía.

Estábamos a oscuras en la cama, yo de costado dándole la espalda a ella para que no me viera, y ella me abrazaba, me acariciaba y frotaba mi espalda y mi estómago con su mano izquierda bajaba más y más, como buscando tocármela. Empezó a masturbarme pero estaba totalmente flácida, luego de unos minutos trató de frotarme los huevos pero en el camino, mientras acariciaba mis piernas notó unos arañones, unas marcas como si fueran de uñas. Y, en ese instante, gritó mi nombre mientras tiraba las sabanas al suelo y fue directo a prender las luces. Y observó, mejor dicho observamos, unos rasguños entre mis piernas, como de unas uñas largas (deduzco yo que fueron sus colmillos), ella creyó que eran uñas de alguna mujer. Me pidió una explicación, me grito con una furia, sentí un miedo y un nudo en la garganta, no sabía que mierda decirle, traté de pensar una mentira pero solo empeoro las cosas, ella se dio cuenta que me hacía el boludo para hacer tiempo y pensar un chamuyo para zafar, yo no me había percatado de esas marcas hasta ahora, los segundos pasaban y ella subía más su tono, la situación estaba muy tensa, ella ya se estaba por ir del cuarto, a lo que le grité casi con desesperación: “¡UN VAMPIRO ME CHUPO LA PIJA”. Esa noche me pidió el divorcio y un examen psicológico.

***

Lunes 20 de Enero, 2020.

—Estoy cansado de buscar sangre de mujeres puras, debe haber algo más que pueda hacer, algo más que pueda probar…

—Señor Conde, ¿Qué está queriendo decir?

 “Continuara…”

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