Existe una clase de hombre que a todas luces tiene que ser catalogado de loco. Y de loco peligroso. Porque se perjudica a sí mismo y a los demás. Y es que el nivel de entunamiento que tiene es tal que su mundo gira alrededor de volverse a encontrar en la cama con su ex. Ya sea esposa o novia. Y a medida que el susodicho es más grande, y conforme pasan los años desde la última vez que la embocó, crece el nivel de fermentación en su cabeza y tripas, en la que se juntan: lo que hizo, lo que se imagina que hizo y lo que piensa que hará.
Pero antes de meternos en las características de este ser nefasto vamos a evaluar una escala de entunamiento. Esto es, el grado en que un hombre queda atado al aparato reproductor de la mujer. A la vagina. O «tuna», como se decía antes.
Cuando el varón heterosexual sale de una relación intensa y/o larga, el vago tiene en mente una pregunta que le sale desde abajo: ¿cuándo la va volver a poner? Y según el nivel de expectativa y daño que puede haberle generado el síndrome de abstinencia es que vemos una escala:
Está el que sale al ruedo buscando otros espacios que llenar pero sigue relojeando ese que lo dejó marcado. Con el tiempo, y en la medida que no le haya pegado fuerte la de la ex, se da cuenta que panochas abundan y rehace su vida.
Y puede que estos individuos deriven en dos clases: los inseminadores, que sienten que deben perpetuar la especie; y los vegetarianos, que como los alcohólicos recuperados, saben que hay fluidos peligrosos y prefieren vivir célibes. Pero los instintos no son como el alcohol. No aliviar la tensión puede estar gestando algo explosivo. Ojo con estos tipos. Mínimo podemos tener un onanista encubierto. Un pajero compulsivo.
Luego está ese que se esfuerza en mostrar una imagen de seriedad y de superación. Pero que en un tiempo moderadamente corto está metido en una nueva relación de pareja con proyecto familiar. El problema de este tipo es que no ha podido despegar la necesidad básica de embocarla con el proyecto de familia. Si gente, no se engañen. No es un hombre serio que busca recomponer su vida: es que mal aprendió que el sexo es parte del paquete, y se tienen que aguantar la pelusa con tal de comer el durazno. ¿Señales que están ante un caso así? Tienen varios (más de dos) hijos de otro/s matrimonios, o extramatrimoniales. Y no son capaces de vivir solos. Necesitan de una mujer. Quizás tengan un grave problema de Edipo mal resuelto.
Y está el autoengañado, que los mencioné en una nota anterior (La mujer mira para arriba y el hombre para abajo). Ese que muy en el fondo sabe que fue de suerte que ligaron una mina como las que le dio bola, y al ver lo que hay al alcance, saben que tienen bajarse mucho para mojar el asunto. Quieren eso que tuvieron. Se sienten merecedores de lo grande, por eso, sabiendo que la única que podría llegarles a dar bola es la ex, se revuelcan en el vino mal fermentado de lo que quieren, el resentimiento de que los hayan dejado, y todo lo que más arriba he mencionado. Unos pelotudos dignos de extinguirse sin dejar descendencia.
Y ahora de lleno a los peligrosos.
No son muy inteligentes, al menos no muestran uso útil de la razón. Un salame, diría un viejo zorro perpetuador de especie conocido. Cualquiera lucharía contra esa adicción teniendo dos dedos de frente. Adolecen de una incapacidad de reconocer que la cagaron una vez, y que tienen que cambiar varias cosas antes de siquiera pensar en volver. En el fondo su proyecto es luego de la encamada de reconciliación decirles: ¿viste? Volvimos. Tenía razón.
Pero tampoco son tontos, porque he llegado a ver verdaderos manipuladores enredando a todos a su alrededor para que lo banquen en su cruzada. Y lo hace la gente, porque siempre hay algo de romántico en su lucha. En la gran mayoría de los casos, esto se trata de un manejo, porque si alguien bien intencionado se cruza en su camino, no van a dudar en maltratarlo.
No son estúpidos. La definición de estupidez, es que alguien hace algo aún sabiendo que está mal. Y ellos son incapaces de entender, que es irracional pretender que sin cambiar de fondo, sin reconocer sus propias fallas, van a retomar lo que perdieron. Resulta que tienen miedo que al cambiar no ser el mismo que fueron. Piesan: ella se enamoró de mí, del que era, si cambio…. Y en este ir y venir de pensamientos se meten en un círculo vicioso, se les calienta la cabeza, y crece la obsesión con el fuerte combustible de la insatisfacción sexual.
Si sembramos peras esperando obtener manzanas es estar un poco loco. Pretender obtener un resultado distinto es insano. Como que la realidad la vemos a través de una tele descompuesta.
Se hacen daño a sí mismos al chocarse una y otra vez contra la pared del rechazo. Con el círculo vicioso de los pensamientos que mencioné anteriormente. Con las charlas que nunca dijeron, con las que dirían y las que dirán. Con los recuerdos de las encamadas, etc. El cerebro se recalienta, y se pierde racionalidad.
Pero el daño hacia los demás es notorio. Generalmente nos caen bien. Consciente o no, generan empatía, aunque ellos carezcan de eso, y nos involucran en sus proyectos que tienen todos, pero absolutamente todos, el fin de volver con la ex. La prueba patente es oponerse a algo que les facilite la tarea. Suelen explotar, enojarse y mandarnos a la mierda. Y cuando uno, como es amigo, trata de calmarlos ellos develan su verdadero objetivo: la mencionan. Y como la esposa, señora, novia o pareja. Nunca la ex. Actitud que tiene mucho de: mirá lo que me hacés hacer.
Muchos de estos locos han tomado la religión como un amuleto para volver. Y no es que los matrimonios sean algo sagrado, SU matrimonio o relación de pareja lo es. Como en general el cristianismo, en especial el catolicismo tienen al primer matrimonio como algo santo, eso de “que el hombre no separe lo que dios … “, el deber de tratar de reconstruirlo se convierte en una promesa. Es decir: si sigo las reglas, si me convierto en un buen cristiano, me van a premiar con la vuelta con ella. Otra vez eso de sintonizar mal la realidad.
Ahora tenía la intensión de mencionar los dos casos que inspiraron la nota. Pero resulta que, como menciono más arriba, estos amigos generan empatía, y siento que estaría traicionándolos. Así que por ahora les perdono la vida.
En síntesis: a estos tipos habría que encerrarlos. O colocarles una orden de restricción con tobillera. Hacerles un seguimiento terapéutico, y psicolingüístico, para que aprendan a mencionar las cosas como son. No como quieren que sean.
Y a los amigos de estos tipos les aconsejo cortarles en seco los rollos. Porque son buenos tipos, siempre y cuando no se le crucen entre ellos y la concha de la ex.
Que anden bien.