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La esquina del amor

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Cacho Castaña filmó varias películas estilo «La carpa del amor», «La discoteca del amor», «La playa del amor», y últimamente le propusieron filmar «La esquina del amor», la clásica esquina donde se apretaba, pero Cacho respondió: Pará boludo, estoy con un respirador artificial y me venís a hablar de amor…

Axel Kutzevnosécuánto se negó a escribir el guión: Se hacen películas, qué digo películas, obras de arte de alto vuelo como «La reconstrucción» de Juan Taratuto, por poner un ejemplo, y me venís con esas bizarreadas del año del jopo.

Muy ofendidos por la respuesta, los productores decidieron ponerle al guión algún mensaje trascendental además del típico franeleo, cosa de cerrarle la boca, y comenzaron la filmación impidiendo que se filtrara cualquier adelanto entre la prensa, que ni se enteró, pero por las dudas. La película se estrenará en el 2017, y como Argentina Sono Film les negó apoyo, la hicieron bajo el sello Argentino Sono Ío. La película cuenta además con un plus invaluable: los productores fueron al cementerio de Chacarita y revivieron a Leopoldo Torre Nilsson para que actuara como consejero cinematográfico. Lo lograron gracias al brebaje de un brujo del Tigre, sin embargo todo ello no resultó exento de grandes problemas, ya que Nilsson se convirtió en un zombie deseoso de beber y comer sangre y carne humana. Bueno, le dijeron, vaya nomás por ahí, cómase a quien quiera, son todos la misma bosta, macristas o kirneristas.

Alguien lanzó un «están completamente desactualizados haciendo una película más de esa vergonzosa saga», pero los productores supieron responder sin dubitativaciones y/o dubitaciones: La estamos haciendo para lavar dinero, así que estamos completamente actualizados.

A pesar de la intención de mantener todas las fases del rodaje bajo un callado hermetismo, tuve la suerte y el privilegio de presenciar la mitad del rodaje de la película como asistente del asistente del camarógrafo, un amigo mío, hasta que me echaron por borracho, y en venganza paso a revelar el guión de la película y los distintos avatares que sufrió el rodaje hasta el día que me fui, violando ese sagrado hermetismo bajo el cual se sigue rodando el film. Escena uno, el director ordena filmar la esquina y la gente que pasa. Como no pasa nadie, la primera escena dura unos veinticinco minutos, hasta que por fin pasó un viejito con una bolsa de supermercado. Enseguida aparecen los dos protagonistas caminando por la vereda y recostándose sobre la pared descascarada de la vieja casona de la esquina. Primer plano del diálogo: «Mi amorrrrrrr», y se hacen uno con la pared. Al galán se le van las manos, es un pulpo, y ella, en fin, respetemos… La cámara se acerca y el director le indica al personaje que lance la frase de Schopenhauer que le mandó aprender para que todo esto no sea tan banal, pero el protagonista tenía la mente en blanco y la bragueta abierta, y lanzó lo más parecido a una frase trascendental que recordara en ese momento: «A falta de pan, buena es la Adelaida de las tetas cáidas». No quedaba mal tampoco, así que se imprimió.

Sin embargo el director vociferó: «Quiero hacer una película potente, algo como Hombre de la esquina rosada, carajo.» El guionista tomó nota y se puso la película al hombro, decidido a imprimirle un sello borgiano. Convirtió al protagonista en un viajero del tiempo, un ser inmortal, acostumbrado a palacios y doncellas despampanantes, que ha caído en mal lugar y en una mala época. Despidos, rumores, confusión, un pueblo hambriento. Como para rodar una película de amor… El protagonista, un inmortal nacido en tierras lejanas y ya perdidas de los mapas, había sido paje en la corte de Cleopatra, también amigo personal de Nabucodonosor (y como amigo personal puede dar fe que Nabucodonosor no le rompió los dientes al profeta Daniel de puro buen tipo, y lo recuerda limpiándose el trasero con aquellos versos de Daniel que son la quintaesencia del Cristianismo: No había otro árbol más fuerte, no había otro árbol más grande. Un ángel bajó del cielo y a gritos anunció: ¡Echen abajo ese árbol! que se vayan los pájaros que anidan en sus ramas. Déjenle solo el tronco, y no le arranquen las raíces. Dejen que ese árbol, que es el rey Nabucodonosor, cambie su manera de pensar y se vuelva como los animales.) Nabucodonosor (Nabu para los amigos) era un gran tipo, pero a quien más recordaba el protagonista, y la recordaba a menudo con su rostro frío, contradictoria, voluble: Cleopatra. Se habla de un tal Marco Antonio que se enamoró de ella. Cleopatra era fría, lo ignoró y lo mandó a encarcelar, y fue en la cárcel que Marco Antonio compuso para ella una canción, «Tu cárcel».

Hay mujeres vírgenes toda la vida, aunque una que otra poronga se hayan comido y hayan estado casadas (enfocar primer plano del protagonista, voz en off). Son vírgenes, uno lo sabe al escucharlas hablar en la intimidad. Han aprendido vaya a saber dónde un libreto y lo repiten cada dos minutos, las mismas frases, como sacadas de la peor película porno. Cleopatra, en cambio, tenía una abultada batería de frases, podía pasar del clásico «dame tu leche» a mil variantes. No me la imagino repitiendo «dame tu leche» durante dos horas mientras el chongo está bombeando como un poseso y pensando que no podrá acabar, manteniendo una lucha interna, con la cabeza hecha una calesita, y ese dame tu leche sonando como un martillo y el chongo está meta darle y darle mientras por su cabeza pasan las imágenes de cómo lo garcaron, cómo le robaron la casa, de paso se le cruza aquel poema de Borges citando a un antepasado, el coronel Juárez, que qué importa la casa que le hayan robado si tuvo su minuto de gloria en el fragor de la batalla, y uno que es un pelotudo con batallas sin pena ni gloria, el chongo está tratando de que algo fluya en su cuerpo pero no fluye, solo sabe que no debe detenerse porque la cosa se viene abajo, y va pensando en los distintos culos que se le cruzaron por la calle y tratando de olvidar olvidar olvidar… ese obligado olvidar que es el paso de cada paso del tiempo, para quien no conoce el tiempo como el inmortal de la historia es una memoria que jamás hablará de amor ni memorizará una caricia (a la flauta…)

-Muy complicado -dijo el director al leer el boceto del guionista-, pongamos al inmortal este, después de franelear en la esquina, en el bulín de una mina que curte yoga y esas cosas, sahumerios, un colchón en el piso, un trapo en la pared con alguna frase budista y el símbolo de la paz, y una canción de los ochenta.

Más o menos ahí fue cuando me echaron.

Habría que ver quién estaba más borracho.

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papez

 

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